jueves, 27 de junio de 2013

Verdades

 

 

Sin locura no existe la felicidad.

 


Siguieron andando por la calle.
-Es un poco mayor para ella, ¿no? - dijo aún atónito Eliot.
-Sí, bastante. Pero es tan guapo... - comentó Estrella – Por eso se le perdona.
-Sinceramente... - empezó a decir Daniel, vacilante– Yo creo que debería buscar a alguien de su edad.
-¿Cómo quién? ¿Cómo tú? - intentó molestarlo Ainoa.
Daniel se sonrojó. Eliot, que fue el único que se dio cuenta, no supo si reír o llorar. Violeta ya tenía pareja, y parecía estar enamorada, no se fijaría en él.
-¿Justin? - dijo para que nadie se fijase en lo incómodo que parecía estar su mejor amigo.
-Sí.
-¿Crees que podrías andar por ti solo en lugar de fastidiarnos la espalda a todos?
-Probablemente, no.
-¿Por qué?
-El simple hecho de pensar que tendría que andar con muletas me da pereza.
-Bueno, en todo caso, vamos a sentarnos un momento, me estás matando – dijo Daniel dejándolo suavemente en el suelo.


-¿Son amigos tuyos?
-Algo así – dijo ella con los ojos cerrados.
Estaba sentada en el sofá a su lado, con la cabeza apoyada en él, mientras la abrazaba.
Llevaban así ya un buen rato.
-Me alegro de que tengas amigos.
-Pareces mi padre.
-Bueno, podría serlo.
Ella sonrió.
-Pero no me importa.
Él no dijo nada y Violeta no supo qué hacer o decir. ¿A él sí le importaba? ¿Había dicho algo malo?
-¿Cómo te va en el trabajo? - preguntó para evitar la incómoda conversación que parecía querer acabar con ellos.
-Bien. Me cansa mucho. Venir aquí es mucho gasto, ya lo sabes. Y aún tengo mi piso allí. Pagar las facturas de agua, gas y electricidad es... muy caro.
-Ya lo sé, Rubén. Pero yo no quiero tenerte tan lejos... sabes que no soporto un solo día sin ti...
-Es mucho dinero, un dinero que no me sobra...
-¡Si eres el jefe de una empresa!
-Eso no implica que no haya crisis, Violeta. Cuando seas mayor lo entenderás.
-Cuando sea mayor quiero estar contigo para que me enseñes, Rubén.
Él la observó. Respirando ajetreada sobre su pecho.
-No puedo creer que insinúes siquiera dejarme, Rubén.
-No quiero dejarte.
-¿Y por qué me dices todo esto?
-Para que sepas...
-… ¿porqué me vas a dejar?
-No. Quería que supieses lo que implica tenerte tan lejos.
-¿Y qué quieres que haga? Vivo con mis padres, Rubén. Tengo que estudiar, dentro de unos años tendré la Selectividad y el curso ya ha empezado...
-Puedes vivir conmigo, podrás volver a ver a tus amigos de siempre, y yo guardaré mi trabajo.
-¿Y mis padres? No es culpa suya. Tampoco nos sobra el dinero, trasladaron a mi padre aquí, y él no pudo hacer nada...
-Yo no puedo dejar la empresa en manos de cualquiera. Tendría que trasladarla entera, o agrandarla para tener otra aquí, lo que no me serviría de nada.
-¿Y si trabajas desde casa, con tu despacho aquí?
-Tendría que trabajar todo el tiempo, Violeta. Sería casi peor que quedarme allí.
-¿Qué problema hay para cambiar la empresa de ciudad?
-El dinero, cielo. Hay que comprar un edificio que nos sirva, lo que ya costaría una barbaridad; luego mover todo lo que hay allí, a la nueva empresa... tres cuartos de lo mismo... Muchísimos gastos, acabaría embargado hasta los codos.
-Yo no quiero perderte, Rubén.
-Ni yo a ti, cariño.


-¿Sabes que es lo que más me molesta?
-¿Qué te molesta, Justin?
-Guille, no tiene dónde vivir … ni siquiera un techo con el que cubrirse de la lluvia...
Agustín lo miró con los ojos muy abiertos. Guille, Guille, Guille. Acabaría odiando ese nombre.
-Me siento culpable sin poder hacer nada... Es... muy estresante.
-Eso significa que te metes en su piel. Quizá te sientas identificado.
-Yo nunca tuve ese problema, Agustín, y él... él sí. Y no lo soporto.
-No puedes ayudarle, deja de torturarte.
-Lo sé. Pero de verdad que me gustaría.
-Eres una magnífica persona, Jus. Que quieras ayudarlo lo demuestra. Pero en serio, olvídalo.
-No puedo, estoy demasiado concentrado en él, en toda la historia. Es... como cuando te enganchas a alguna serie, no hay quién te separe del televisor. Lo mío es igual, pero con un libro.
-Cariño, entiendo que estés enganchado a ese blog, pero Guille solo es un personaje. -Un personaje que consiguió que estuvieras celoso.
-¡Pensé que era una persona!
-¿Sabes? Me encanta cuando estás celoso. Te vuelves adorable.
-Yo siempre soy adorable.
Justin soltó una carcajada.
-¿Qué es lo que tanto te gusta de ese Guille? - acabó preguntando por fin.
-Guille no me gusta. Es solo que me he enamorado de un personaje de libro, ¿no es ridículo? Simplemente, supongo que cuando leo, me imagino que tú eres ese Guille.
-¿Un sin techo?
-No es eso. Su personalidad, su humildad, sus espontáneas bromas, la forma en la que trata a su mejor amiga, cómo descubre que es gay... se parece a ti.
-No lo veo así. Entiende que que te guste alguien así, significa que es lo que buscas. Y yo no soy del tipo de personas que ayudan a otras por voluntad propia.
-A mí me gusta todo de ti, cariño. No hace falta que cambies por mis expectativas, no son más que caprichos.



-¿Qué quieres, Eliot? Ya se han ido todos – dice molesto Daniel.
-¿Te has enamorado de Violeta?
-¡¿Qué?! ¿Para eso has obligado a los demás a irse, solo para preguntarme eso?
-No quería que te sintieses incómodo delante de todos.
-Ahora me siento peor. Creerán que te he contado algo que no quiero que ellos sepan, ¡y has dejado a Justin con las dos chicas sin muletas! ¿Cómo va a volver a casa?
-Ellas lo ayudarán.
-Eliot...
-Lo siento, solo quería saberlo. ¿Te has enamorado?
Daniel miró al suelo, la calle estaba a oscuras, solos él y su amigo, y Violeta en su cabeza.
-Enamorado... es algo muy fuerte, ¿no? - dijo confuso - ¿Gustar? Puede, puede que me guste.

 

martes, 18 de junio de 2013

Descubrimientos



Nunca llegamos a conocer de verdad a una persona; aunque nos pasáramos toda la vida con ella, seguiríamos descubriendo cosas.


Se despertó de un golpe. No podía ser cierto, no. Todo aquello era una pesadilla. Seguro. Justin no podía estar saliendo con nadie... y menos con un bisexual con veinte años de tres al cuarto. No, Justin era suyo, de su propiedad. Y no dejaría que se lo quitara nadie. Además... ¡aquello era una tontería! ¿Cómo había podido si quiera planteárselo? Imbécil... se culpó. Pero el miedo le invadía por dentro y los nervios le vencieron. Se levantó de un salto de la cama y fue a por el móvil, para llamarlo. No iba a decírselo, claro; no sería tan idiota; pero a ver si le decía al menos algo que le calmara... Aún sin conocerle, odiaba a ese Guille, existiera o no. Se culpó de nuevo por ser tan imbécil: había sido un sueño, y nada más. Pero... marcó el teléfono corriendo.


Dani estaba tumbado en su cama con la vista perdida en el techo. Había desayunado intentando no toparse con sus padres, lo cuál había conseguido. Luego había subido deprisa las escaleras hasta su cuarto. ¿Por qué siempre tenía que tener él la culpa aunque también estuvieran de por medio sus hermanos? No lo entendía; pero siempre era él. Él, él, él y sólo él. Aunque ya no eran esos pensamientos los que perturbaban su mente, llevaba mucho tiempo tirado en la cama y había tenido tiempo en que pensar.
Pensaba en sus amigos, y en lo buenos que estos eran; y así se había ido acordando de cuándo había entendido lo mucho que los quería y los necesitaba.
>>Cuando había llegado a 1º de ESO, sus padres lo habían separado de sus amigos porque decían que habían encontrado un instituto que sería mejor para él y para sus estudios. Esto le había apenado al principio; pero pensó no los necesito, podré apañármelas sin ellos. Puedo valerme por mí mismo. En verdad sólo lo pensaba por no deprimirse.
>>En el otro instituto, no conocía a nadie. Las clases serían buenas, pero los alumnos no. Hubo una chica que era preciosa, popular, y... parecía tenerlo todo. Dani quedó prendado por ella. Pero ella le ignoraba y pasaba de él, como todo el mundo. Los chicos eran chungos y canis en su mayoría y no lo aceptaban, ni él quería que lo hicieran, porque sólo se preocupaban en robar y fumar. Y las chicas sólo querían cuentas con los populares, no con don nadies como él. No quería rebajarse a juntarse sólo con frikis y empollones; aunque hubiera sido mucho mejor para él. Pero se sentía solo. Tenía tantos exámenes que ni siquiera podía ver a sus amigos en mucho tiempo, y a ellos los veía tan contentos... y él tan triste y solo... Pero no lo mostraba ni se lo decía a nadie. Ni siquiera a Eliot y Justin, que eran sus mejores amigos desde la guardería, o Ainoa y Estrella, que lo eran desde primaria. A nadie, y por supuesto mucho menos a sus padres.
>>La chica, una de las veces que intentó acercárse a ella (veces que ella siempre evitaba, rechazaba incluso una sola mirada o sonrisa suya y le respondía torba) la chica le dijo que estaba gordo, que era idiota y que le dejara en paz, que era demasiado poco ni como para mirarla. Los de su alrededor se rieron y apoyaron su opinión. Daniel no estaba gordo... No estaba tan delgado como la mayoría de sus compañeros de clase, que se pasaban todo el día o en gimnasios o peleándose, fumando o en el botellón; pero no estaba gordo. Aún así, él se lo creyó y, al ver que todos apoyaban a la chica, sintió que a lo mejor era por eso por lo que no lo admitían. Paró de comer.
>>Un día salió a la calle y pudo juntarse por fin con sus amigos. Estaba muy delgado, demasiado; pero la chica decía “anda, mira, si el gordo este se va a ver puesto a dieta... al menos arreglará uno de sus muchos defectos; pero la cara no hay quién se la quite de encima” y cosas así. Claro que no se imaginaba que hubiera parado de comer radicálmente. Él no entendía cómo se habían dado cuenta: se veía más gordo todavía que al principio, y no sabía cómo; pero al final se obsesionó.
>>Ese día que se encontró con Eliot y los otros, ellos notaron que estaba muy raro, y que apenas sonreía. Se dieron cuenta de lo que le pasaba de lo bien que lo conocían y se asustaron. Él les suplicó que no dijeran nada; pero ellos no le hicieron caso. Intentaron hacerle entrar en razón, no había manera. Eliot le pegó una bofetada a ver si bajaba de las nubes y miraba su torso, que todos le estaban señalando, viendo lo delgado que estaba y no diciendo que estaba gordo, si no lo contrario; aunque no sirvió de nada. Se lo dijeron a sus padres, que no se habían dado cuenta y creían que si estaba más delgado era por el crecimiento y que hiciera más ejercicio. Sus padres, consternados, lo llevaron a un centro de ayuda para casos como el suyo. Le dijeron que tenía anorexia, y que era normal que no viera que estaba delgado cuando señalaban su torso; porque su mente había creado una imagen gorda de sí mismo, que era la que él veía cuando se miraba a un espejo.
>>Por suerte, se dieron cuenta rápido y Daniel no llevaba sin comer casi nada. En el centro lo ayudaron mucho y, poco a poco, volvió a comer y a ser un chico de lo más normal. Sus padres lo desplazaron de instituto rápidamente, lo cuál a él le puso muy contento. Sus amigos estuvieron allí a su lado apoyándolo en todo momento.
Daniel sabía que, seguramente, si no hubiera sido por sus amigos aquello hubiera ido a mucho peor. Sobretodo por Eliot, que fue el primero en darse cuenta.
Salió de sus cavilaciones y se levantó. Había quedado con su grupo. Se vistió.

Violeta cogió el móvil y llamó. No había manera, no contestaba.

Cuando Dani se encontró por fin a Eliot, éste llevaba a Justin subido a la espalda. Él se había roto una pierna al caerse jugando al baloncesto y le molestaba tener que andar con la muleta. Fueron al encuentro de las chicas mientras hablaban.
-Te has encontrado a un buen caballo, ¿eh? -picó Dani.
-Bien fuertote. -declaró Eliot.
-Sí; pero yo me sé de uno que está mejor. -Sonrió Justin. Ellos sonrieron.
-¿Quién? ¿Yo, verdad? -bromeó Daniel.
-Em... No. Tú... ni de coña. -él lo miró con cara de enfado y Justin puso una sonrisa inocente. Daniel se rió.
Después de encontrarse con las chicas, salió el tema del pequeño incidente de Eliot y sus dos moratones.
-Puf... -bufó Ainoa- Si es que eres gilipollas, hay que ver qué cabeza tienes...
Él lo cogió como broma.
-No... -dijo con voz algo irónica- Es sólo que sé que, con lo bueno que estoy, esa chica merecía algo mejor que a su novio. -Eliot solía hacer este tipo de bromas, pero no lo pensaba para nada.
-Imbécil... -dijo la chica.
-Y dale, que no, ¡si era por su bien!
Justin, que ahora andaba con la ayuda de Dani sobre su pierna buena, le indicó con un gesto que se callara.
-Sí, anda. Eso: cállate y cierra ya tu dulce boca. -le reprochó Ainoa.
-¿Y cómo sabes que es dulce? Que, que yo sepa, tú aún no la has probado.
Ainoa lo miró con una cara de enfado tal y le gritó de una manera, que el chico se asustó. Desde el principio se la había tomado de broma.
-Ey, vale, vale. Perdona, perdona. Que era de broma. -intentó tranquilizarla. Ainoa le dejó y bufó.
-Tendrías que tener más cuidado de no meterte en problemas por gilipolleces...
Eliot miró al suelo y suspiró. Terminó alzando la cabeza y confesándoles:
-Chicos... En realidad... En realidad yo no me lo hice así.
Todos se le quedaron mirando sorprendidos. Era verdad que le había extrañado aquella anécdota de su amigo; pero...
-¿Y entonces, Eliot? -le preguntó Daniel.
-Es que... Un chico se había metido con mi hermano pequeño y le había hecho volver llorando a clase, uno que era mayor que él... y a mí... a mí no me parecía justo. Vi a mi hermano muy apenado y fui con él a su colegio, a recogerlo, al día siguiente. Por eso fue por lo que salí antes de clase. Pero el problema es que allí estaba el hermano mayor del muchacho, un cacho de hombretón, y se cabreó conmigo por defender a mi hermano y decirle al suyo que anduviera con más cuidado... Al final mis padres y yo hablamos con la tutora y todo se arregló, por eso no quise deciros nada.
En casa de Eliot eran tres hermanos: su hermana mayor, él, otra niña y su hermano pequeño. Era el que más hermanos tenía en todo el grupo: Justin sólo tenía a su hermano pequeño, Ainoa a Robin (que ya era adulto) y Estrella a Mónica.
-Eliot... No deberías de seguir metiéndote en problemas por ir defendiéndonos a todos... Al final puedes acabar bastante mal. -le dijo Estrella.
-Es verdad, Eliot... Ten más cuidado. -se unió Ainoa- No vayas a meterte en líos serios al final.
-Ya... Lo sé; pero ¿Y qué queríais que hiciera?
-Pues haber hablado directamente con la tutora. -opinó Ainoa, su amiga asintió.
-Ya pero... ¡Es que yo no sabía que el niño iba a tener un gorila cuidándolo allí! -ellos dejaron escapar una sonrisa, hasta en los peores momentos, Eliot siempre sabía sacarles alguna sonrisa; fuera con lo que fuera.
Pero era verdad: Eliot los defendía a todos (incluido a sus hermanos) y se peleaba por su culpa demasiado. De hecho, una vez, Eliot se había rebotado tanto de que un chico se metiera con ellos que había terminado yendo al despacho del director y éste llamando a sus padres. Su hermana mayor (que ya estaba en bachillerato) se había mofado de él porque, llevando tan poco tiempo, ya hubiera tenido que ir hasta allí cuando ella no había visitado aquel despacho nunca.

Violeta llamó otra vez, había llamado ya unas cuantas veces. Tenía las esperanzas puestas en que le cogiera el teléfono para poder pasar un buen rato ese día con el que para ella era el mejor hombre del mundo, Rubén.

Dani cogió su teléfono, que estaba sonando. Respondió y le dijeron que era Violeta. La chica, que era muy astuta, había planeado toda una artimaña para que le dejaran salir, pero no se había preparado el diálogo que mantendría con el chico.
-Y... ¿Qué quieres?
-Esto...
-¿Sí?
-Me preguntaba... me preguntaba si podrías ayudarme en algo.
-¿De qué se trata?
-Verás: mi padre está obsesionado con que tengo que hacerme amigos nuevos y no me deja salir con mi novio hasta que no lo haga; pero es que yo ya había quedado con él y... Pues que como a ti ya te conoce, me preguntaba que si estabas cerca de aquí y podrías pasar para que mi padre se crea que me voy contigo.
-¿Dónde vives? -le dio el número y el nombre de la calle- Estamos cerca de allí, no creo que a mis amigos les importe. ¿Y dónde has quedado con tu novio? -le dio también la calle, un poco insegura- Vamos a pasar cerca de allí, si quieres podemos acompañarte.
-Gra... gracias. Es muy amable por tu parte.
-De nada, no hay de qué. Un momento. -transfirió la noticia a sus amigos, que aceptaron ir- Venga, dentro de un rato estamos allí.
-¡Muchísimas gracias, de verdad!
-Total... de todas formas nos teníamos que pasar...
Empezaron a andar y entablaron una pequeña disputa sobre qué era mejor que qué. Justin zanjó la disputa con su respuesta favorita:
-¡Que sí, que sí! Pero que digáis lo que digáis mi pareja es la mejor de todas.
Ellos sonrieron.
-Ya estamos...
Justin sonrió también.
-Hombre, pues claro que sí. ¡Es que mi “A” es lo mejor que me ha pasado en el mundo! Y... no quiero desilusionaros, chicos; pero que sepáis que nunca vais a conocer a alguien mejor.
Justin tomaba por costumbre no utilizar su nombre cuando estaban en un sitio público en donde cualquiera pudiera escucharle, y le llamaba tan solo con su inicial.
-¡A que te tiro! -le amenazó Daniel, que lo llevaba ahora sobre su espalda.
-¡Que no, que no! ¡Que yo no he dicho nada!
Llegaron a la casa de Violeta y les abrieron la niña junto al padre, que quería cerciorarse de con quién se iba. Ambos se quedaron bastante extrañados de que Justin estuviera a caballo en la espalda de Dani; pero no le dijeron nada.
-Pásatelo bien con tus amigos... -se despidió su padre, un tanto inseguro.
-Sí. -afirmó ella con una sonrisa.
-Y pórtate bien.
-Que sí, papá, que sí. Venga, hasta luego.
Se fueron y su padre cerró la puerta.
-Muchas gracias, chicos, de verdad. No sabéis cuánto os lo agradezco.
-No hay de que. -sonrió Eliot- Acostumbramos a recoger a completas desconocidas para que se encuentren con sus novios.
Ainoa sonrió.
-No le hagas caso. -le dijo Ainoa.
Estrella asintió.
-Siempre es así.
-¿Gracioso, no? -aclaró Violeta. El chico asintió con una sonrisa- Ah, por cierto, yo soy Violeta. Encantada.
-Lo mismo decimos.
Cuando llegaron a la casa de Rubén, se quedaron completamente sorprendidos de verle. Les parecía imposible que ese fuera el novio de Violeta, y estuvieron a punto de quedarse mirándolo con la boca abierta. Se miraron sorprendidos entre sí. Él se presentó y les preguntó quiénes eran.
-Nosotras somos Ainoa y Estrella, encantadas. -dijeron ambas.
-Sí, ellas son las dos cotillas, la cabezota y la risueña. -bromeó- Yo soy Eliot, el cabecilla del grupo.
-Sí, sí. -contestaron sarcásticamente.
-Y yo soy Justin, encantado.
-El callado. -apuntó Eliot.
-Daniel. -dijo simplemente.
-Sí, y tú el sieso ¿no, o qué? -le chinchó el muchacho.
-No.
-¿Cómo que no?
-Vale, vale, está bien. -esbozó una galante sonrisa- Yo soy Daniel, y es para mí todo un honor conocerles. ¿Así mejor?
-Bueno, pues el exagerado, que lo mismo es.
Rubén se rió.
-Encantado. Y gracias por haber acompañado a Violeta.
-No hay de qué.
-¡Ah! Chicas, por cierto ¿os importaría mucho si utilizo vuestros nombres para decirle a mi padre que me he quedado en la casa de unas amigas?
Ellas sonrieron y se encogieron de hombros.
-Por mí...
-Violeta... -se quejó Rubén. Ella puso cara de inocente.
-Bueno, adiós. Muchas gracias, de verdad. Encantada de conoceros.

martes, 11 de junio de 2013

Miradas




Están destinadas a enamorarse una de la otra, pero no a estar juntas


 - <<Pidió ayuda con todas sus fuerzas y un cazador llegó al lugar. Vio la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba...>>
Daniel se mantuvo serio. Su padre a su lado, sonriendo.
Ambos escuchaban desde la puerta de la habitación como su madre leía un cuento a Carolina, que se había despertado llorando tan fuerte que los había obligado a levantarse.
  • Tu madre lo hace bien.
  • Todo el mundo sabe leer cuentos, papá.
  • Me refiero a que es una buena madre.
Daniel evitó decir algo que pudiese herirlo.
  • <<Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber...>>
A fin de cuentas, si él era educado, no era especialmente gracias a sus padres. Lo había ido aprendiendo gracias a otros adultos y fijándose en el comportamiento de sus amigos.
Miró de nuevo a su hermana, tumbada en la cama y tapada hasta la barbilla con el edredón. Una sonrisa pillina iluminaba su cara, tan feliz e inconsciente de lo que ocurría a su alrededor.
Su madre, imitaba las caras y las voces que debían de tener los personajes cuando leía los diálogos.
Recordaba las tardes que él había pasado así, con ella, igualmente riendo como ahora lo hacía Carolina.
Martín salió de su habitación frotándose los ojos.
  • ¿Qué pasa? - dijo molesto.
  • Nada, Martín, vuelve a la cama – dijo Daniel mientras lo hacía girar y lo empujaba suavemente hacia su cuarto.
El niño escapó y corrió con su padre, agarrándose del pantalón.
  • ¡No! ¡No quiero dormir!
  • ¡Martín!
  • ¡Daniel, no grites! - le gritó su madre saliendo de la habitación de Carolina y cerrando la puerta de esta - ¡Tu hermana duerme!
El chico apretó los dientes.
  • ¡No ha sido mi culpa!
  • ¿Qué te he dicho? ¡No grites!
  • ¡Tú también gritas!
  • Daniel, haz el favor de volver a tu cuarto – dijo ella señalando su habitación, invitándole a desaparecer.
  • ¡Solo estaba llevando a Martín a su cuarto y él se ha puesto a gritar y a correr!
  • ¿Acaso eres tú su padre?
  • Pues casi que lo parece, porque vosotros no hacéis nada que lo demuestre.
  • ¡Daniel, como vuelvas a hablar en lo que queda de noche te vas a quedar sin móvil!
Pasó la mirada de su madre a su padre, y finalmente a su hermano, al que miró con rabia.
  • Imbécil – murmuró al alejarse de ellos y encerrarse en su habitación.


  • ¿No puedes venir? - dijo ella desanimada.
  • Lo siento, Violeta. Es que no me viene nada bien ahora mismo, estoy muy ocupado con un cliente demasiado exigente y...
  • Tranquilo, Rubén. No pasa nada.
  • Gracias. No sabes cuánto valoro esto, Violeta.
Ella soltó una risa triste.
  • Iré a verte pasado mañana, te lo prometo.
  • Está bien...
  • Te quiero, Violeta.
  • Te quiero, Rubén.
  • Buenas noches, cielo.
  • Igualmente, cariño.
Ambos colgaron al mismo tiempo.
Violeta se encogió en la cama, bajo las sábanas. Lo echaba de menos, y más ahora incluso que sabía que no lo vería.
Lo único que quería es poder terminar ya de estudiar para no tener que volver a estar separada de él.
Cerró los ojos y suspiró.


De nuevo, fue a recoger a su primo a su instituto. Pero esta vez iba con Eliot.
  • ¿Y qué pasó después? - le preguntó sonriendo a su amigo.
  • Me pegó una bofetada.
  • ¿Y el ojo morado?
  • Su novio...
  • Vaya. Eso te pasa por no prestar atención.
  • Yo pensaba que era una … - se calló al ver al primo de Daniel aparecer y acercarse a ellos – una chica muy promiscua.
  • ¡¿No se lo dirías?!
  • Bueno...
  • Eres retrasado, Eliot – dijo medio serio medio divertido el chico mientras cogía la mochila de su primo.
  • Intenté explicarme y eso solo provocó que me pegasen otro golpe.
  • De ahí el moratón en el brazo.
  • Sí.
  • ¡Ay, Eliot, que pena me das! - se burló de él.
El chico sonrió de medio lado y le revolvió el pelo al niño.
  • ¿Has conocido ya a alguna chica, Borja?
  • No...
  • Pues no lo hagas.
Daniel río, pero se tornó serio de golpe.
Eliot siguió su mirada y abrió mucho la boca.
  • Wow, está muy buena.
Borja los miró incrédulo a ambos.
  • ¿Te gusta? - le preguntó Eliot dándole un codazo a su amigo.
  • N-no.
  • Sí, se ve claramente.
  • ¡No me gusta!
Habló demasiado fuerte y la chica se giró. Los vio, mirándola.
No pudo evitar sentirse avergonzada, sobretodo por lo pasado con su padre el día anterior, pero más aún ahora que aquellos dos chicos tan... tan... ¿guapos? Sí, eran guapos. Sobre todo el que llevaba la gorra verde de DC. Pero le veía algo raro... tenía un ojo morado. Miró a Daniel, ya lo conocía, también era muy guapo. Llevaba una camiseta de tirantes de los Lakers que le sentaba realmente bien. Podía ver sus musculosos brazos.
Sintió cómo la sangre le subía a las mejillas, se levantó del banco en el que estaba sentada y siguió andando.
¿Por qué tenía que llevar aquel chico una camiseta que dejase ver sus músculos? Ya no podía quitarse la imagen de la cabeza... ¿Y su mirada perdida? Tenía unos ojos muy bonitos, muy corrientes pero bonitos...
Sacudió suavemente la cabeza como si así pudiese olvidarse de él.
Rubén, Rubén, Rubén.


Se echó el pelo hacia atrás.
¿Cuánto más pensaba fingir? Lo echaba terriblemente de menos.
Había llorado, se había deprimido, se había vuelto casi loco al recordarlo, y ahora que lo tenía delante apenas podía mirarlo a los ojos. Aquellos ojos...
  • ¿Qué has hecho últimamente?
  • Nada en especial – dijo él sonriendo, una sonrisa falsa.
  • Vamos... dime la verdad... eres un adolescente. Llevarás una vida alocada y vivirás como un señor.
  • No especialmente.
  • Bueno, ¿y qué puedes contarme para que no malgastemos la hora que me queda aquí contigo?
  • ¡No sé, Guille! Es que no te entiendo.
En ese momento, el joven miró a Justin seriamente.
  • ¿El qué no entiendes?
  • Dices que estás mal, que quieres verme, hablar... y luego no me cuentas nada sobre ti...
  • ¡¿Qué pretendes que te cuente?! ¿¡Que te echo de menos cada segundo que pasa, que solo quiero estar contigo, verte y  hablar!? ¿¡Que me deprimo cada vez que veo una foto tuya porque cada milímetro de mi cuerpo te quiere!?
  • Guille...
  • Justin, no he venido desde mi ciudad para pelearme contigo, ¿entiendes? - dijo ya más calmado – he venido para que sepas que pienso en ti muy en serio, sobre tu petición...
  • ¿Estás de acuerdo?
  • Jus...
El chico se tornó realmente serio.
  • ¿Por qué no te gusto? ¿Qué no te gusta de mí?
  • Me gustas, Justin, te quiero, ¿no lo entiendes? Pero es que vivimos en sitios totalmente alejados el uno del otro... no nos vemos apenas una vez al mes, ¿eso es una relación? Yo necesito cariño constante... y tú tienes que estudiar, además... si pudieras venir a vivir conmigo, no habriá ningún problema.
  • Mis padres son un terrible problema.
  • Tus padres entenderán tu decisión si es lo que quieres.
  • No, no lo harán.
  • ¿Por qué?
  • Empezando porque no soy mayor de edad aún, y terminando porque eres un hombre de veinte años, bisexual, que vive en otra ciudad – dijo con un tono sarcástico.
  • ¿Soportas que te traten así por tus preferencias?
  • No lo hago, pero me callo.
  • <<Callar es de sabios...>>
  • Sí.
Ambos se mantuvieron en silencio unos segundos.
  • ¿Guille?
  • ¿Sí?
  • Te quiero.



miércoles, 5 de junio de 2013

Preguntas



<<Valora las cosas que hacen hoy los demás por ti; porque en el futuro pueden no volver a hacerlo y tú ya no podrás valorarlo>>


-Ah... Hola... -se formó un silencio incómodo -Bueno, ¿y qué quieres?
-Esto... quería decirte... Lo de esta mañana, lo siento; pero es que le
dije a mi padre que tú eras mi nuevo amigo porque me estaba dando mucho la vara...
-Ah, bueno, no pasa nada. Tranquila. Tú eres nueva por aquí, ¿verdad? -le preguntó por decir algo.
-Sí... Por eso.
-Am... ¿Y conoces ya a alguien?
-No, por eso...
-Am... Bueno, oye, que tengo que dejarte. -empezaba a incomodarle- Adiós.
-Adiós... -el chico colgó enseguida.

Daniel se quedó mirando la pantalla de su móvil. No sabía si guardar su número o no. Al final decidió que no, no pensaba que volviera a ver a aquella muchacha.
Cogió algo de dinero de su hucha (aquella cajilla tan solitaria que raramente veía un billete de veinte euros y bajó la escaleras.
-Me voy, mamá. -Avisó desde la puerta antes de irse.
Se dirigió hasta la panadería de la esquina. Tenía hambre porque no había comido apenas nada. Le daba asco aquella comida precocinada que le había puesto su madre. Se compró un bocata de algo más de media barra y volvió a salir. Al regresar a su casa. se encontró a Eliot.
-Hola, Dani. ¿Qué haces?
-Comer.
-¿Y eso?
-No he comido nada en mi casa -el chico lo miró con cara de preocupación y él bufó -Estoy comiendo, ¿ves?
-Ya... Pero estarás comiendo bien, ¿verdad?
-Eliot sabes que hace años que como perfectamente. No tienes que preocuparte más por mí.
Dani siempre se cabreaba cuando le hablaban de aquél tema.
Daniel se apoyó en la pared de las casas de enfrente a la suya. Su primo Borja salió de la casa, lo miró y sonrió.
-Hola, Borja -lo saludó Eliot.
-Hola, Eliot.
Dani empezó a devorar su bocata.
-Um... Está muy rico. ¿Quieres probarlo?
-Venga, vale, pero sólo un poco.
Daniel cortó un trozo y se lo dio.
-Sería mejor que quites el plato de la mesa para que no se note que te lo has dejado, si no tu madre va a preocuparse. -observó Borja.
-Um... Es verdad.
Cuando volvió a salir, lo siguió de cerca su padre, que sonrió al verlo.
-¿Qué? No te gusta mucho la comida precocinada de tu madre, ¿verdad?
-No, no mucho.
-Está asquerosa. Tu madre ha salido tarde del trabajo y no ha podido hacer otra cosa.
-Lo sé.
-Pero la próxima vez tienes que comértela, que vale su dinero.
-Y esto también -señaló él mirando su bocata. Lucas Rafael sólo sonrió.
El pequeño Lucas Martín se asomó a la puerta a ver qué hacían su primo y su padre asomados allí. En cuanto vio a Eliot, salió corriendo hacia él y lo abrazó. Daniel hizo una mueca mientras Eliot se reía.
-¿Qué pasa, Martín? Estas tú hay contento, ¿eh?
Él sonrió.
-Bueno sí, ¿y tú, cómo te va, Eliot? ¿Con novia ya? -sonrió pícaro.
Eliot chascó la lengua.
-Que va. Es que las chicas de por aquí no se dan cuenta de lo bueno que soy -bromeó.
El niño sonrió. En cuanto Dani le dijo a su amigo de ir a dar una vuelta, Lucas Martín quiso acoplarse.
-No, Lucas. Tú quédate aquí. -dijo su hermano- Y si no tienes nada que hacer ayuda a mamá.
Para todos era el principio un lío tanto cambio entre "Martín "y "Lucas" al principio de conocer a la familia.


Justin estaba andando tranquilamente por la calle con las manos en los bolsillos, quería ir a la casa de alguno de sus amigos a distraerse, se aburría. Notó una presencia detrás de sí y miró por el rabillo del ojo. Vio a Peter acercándosele. Un nudo se formó en la garganta e intentó hacer como si no lo hubiera visto y tuviera prisa, no tenía ganas de meterse en líos y, con ese chico, nunca se sabía. Pero se había vuelto lo suficiente como para que Peter lo notara.
-Espera. -lo llamó él, su tono no parecía amenazador; pero Justin no se fiaba demasiado. Se quedó quieto y esperó- Hola, Justin.
-Hola.
-Tranquilo, no pasa nada. -le aseguró al ver que estaba nervioso- Es sólo que quería comentarte...
-Peter, deja a Justin en paz. -se oyó la voz de Eliot, que estaba en la acera de enfrente con Daniel.
El segundo chico asintió y miró a Justin amenazador. Era verdad que Peter si quería podría ganarles en una pelea cuerpo a cuerpo y tenía más colegas que lo ayudaran y a los que no les importaba meterse en líos; pero eso a ellos no los condicionaba, aunque fueran solos, siempre les defendían.
-Vale, vale, chicos... No seáis así, que tampoco le estaba haciendo nada.
-No pasa nada, chicos... -les dijo el afligido con un hilillo de voz que le salió.
-Bueno, ale. Adiós.
Peter se fue por donde había venido y los chicos se acercaron a Justin, sonrieron, le saludaron con unas palmaditas en la espalda y lo invitaron a caminar con ellos. Pensaban pasar cerca de las casas de las chicas, a ver si las veían. ¿Qué querría Peter...? pensaba Justin.

Más tarde, una chica se les acercó corriendo con una sonrisa. Ainoa abrazó a Justin y le sonrió.
-Hola, Justin.
Le devolvió la sonrisa.
-Hola, Ainoa.
La chica se volvió a los otros dos muchachos.
-Hola, chicos. -se saludaron sonriendo con un saludo de manos.
Estrella llegó después de su amiga. Sonreía risueña, como siempre.
-Anda que me esperas. -se quejó. Ella le sonrió.
-Es que tenia ganas de ver a los chicos. -Se escusó.
-Ya, y yo.
Justin revolvió el pelo cariñosamente a Estrella.
-Hola, Estrella. -le saludó.
-Buenas, Justin. Hola, chicos. -
Ellos le tendieron las manos y ella se las chocó.
Justin se puso entre las dos chicas y les pasó los brazos por encima de los hombros.
-Bueno,chicas, ¿y qué os contáis?
-Oye, ¿estás muy contento tú hoy, no? -todos sabían que Justin era cariñoso y hablaba más cuando estaba contento. Él se encogió de hombros y sonrió.
-¿Qué cotilleos me traéis? -volvió a preguntar. Ellos se rieron- ¿Qué? Es bueno saber cosas de la gente que te rodea, no vaya a ser que de repente te salgan con algo raro que tú no te esperes; así sabes mejor cómo tratarles. -se inventó su escusa. Ellos sonrieron- ¿Qué? Si es verdad...
-Que si, que si, que no inventes. -le dijo Eliot. Él sonrió.
-Pues no. -le dijo Ainoa- La verdad es que no hay nada.
-¿Y a tu hermano Robin? ¿Cómo le va? -se interesó.


En otra ciudad de ese mismo país, un chico suspiró mirando la foto de un muchacho moreno, alto y de tez clara que sonreía.