domingo, 13 de octubre de 2013

Silencio







<<Muchas veces, el silencio responde más que cualquier respuesta>>


Pasea la mirada observando la clase en silencio. Es la última en salir.
No ha sido como esperaba.
Hubiera imaginado la cosa mil veces peor. No ha habido bromas de ningún tipo sobre ella o cualquiera de sus comportamientos o facetas. Nada. Simplemente, le han sonreído. Por primera vez, se siente aceptada.

Cuando sale del aula, el delegado, un chico bajo y muy delgado, con unos rasgos extremadamente marcados, le sonríe ampliamente y la saluda con la cabeza.

-Gracias por esperar, Félix.

-No hay de qué.

Después de dedicarle una maravillosa sonrisa, se da la vuelta, directa hacia las escaleras.
Al bajar el primer escalón, gritan su nombre.
Se da la vuelta sobresaltada, pensaba que estaba sola.
Daniel está allí, sonriendo. Acaba de salir del baño de los chicos.
Se seca las manos empapadas de agua en el pantalón y se coloca frente a ella en su mismo escalón. Es un poco más alto que ella.

-¿Qué tal tu primer día? - le pregunta animado.

-Muy bien, gracias.

-¿Has conocido a todos los de tu curso ya? - ambos siguen bajando los escalones.

-A algunos, me los ha presentado Samanta.

-Es una chica muy agradable.

-¿La conoces?

-Salí con ella – dice él algo incómodo.

Violeta no sabe qué cara poner, ni qué decir. No esperaba una respuesta así.

-Es muy... guapa, también – dice finalmente.

-Sí, sí.

El resto de camino, van en silencio.
Daniel acompaña a Violeta hasta la puerta principal del instituto.
La chica nota las miradas de todos clavados en ellos dos. Los oye cuchichear. ¿Por qué? ¿Qué ven raro?

Logra ver a su padre, aparcado en la acera de enfrente.
Se despide muy secamente de Daniel y sale corriendo fuera del edificio.

***

-¿Sabes lo que me apetecería ahora mismo?

Justin lo mira de refilón.

-Un dulce.

-Está bien, vamos a una pastelería. Yo invito – contesta seriamente el chico.

-¿De verdad? Gracias.

No sigue hablando.
Agustín sabe que está molesto por algo, pero no se atreve a preguntar.
Lleva ya varios días raro, y él sabe que tiene que ver con Peter.
No le gusta ese chico. Sabe cómo es Justin, sabe que intentará ayudarlo aunque él no lo merezca o simplemente no lo quiera. Le hará daño, y lo sabe.
Le preocupa demasiado.

-¿Te pasa algo? - le pregunta, mirando hacia un precioso y enorme jardín que hay al lado del parque.

-Me preguntaba porqué has venido aquí de repente. Debe de pasar algo...

-Simplemente te echaba de menos.

Justin mira a Agustín unos segundos, luego gruñe levemente.

-No me mientas.

-¿Cómo puedes saber que miento? - le dice él intentando convencerlo.

-Te conozco lo suficiente como para saber que cuándo mientes hay algo extraño en tu tono de voz y en tus ojos.

Agustín suspira. Se estira la camiseta de "RAMONES", y mira hacia atrás, comprobando que nadie puede oírlos.

-Vine para estar contigo, nada más.
No obtiene respuesta.
Justin empieza a ponerlo de los nervios. Está demasiado irritado como para poder hablar con él como lo suelen hacer siempre, así que, sin previo aviso, le coge la mochila y se la cuelga él mismo en la espalda.

-Pesa bastante. No quiero que te dañes la espalda – se justifica.

-¿Y por eso has decidido que te apetecía gastarte un dineral en un masaje después de venir a verme?

-Estás un poco borde hoy, ¿no?

Justin no le contesta, pero pone mala cara. Todo está demasiado tenso.
Agustín le devuelve la mochila, entre a regañadientes y aliviado, ya que de verad pesa mucho.
El joven lo coje del brazo y lo lleva hasta una calle en la que no hay nadie.

-¿Qué te pasa, Justin? Explícamelo, ya – le dice cuando están totalmente solos.

El chico suspira, sacude su brazo hasta que Agustín lo suelta y da un paso hacia atrás.

-No creo que te interese. Además, tengo muchísimos deberes que hacer y un examen dentro de unos días, así que esta visita tan repentina no me viene nada bien. Nos vemos otro día – le dice intentando sonar amable.

La expresión descompuesta de su novio no podría ser más expresiva.

-Lo siento – añade Justin antes de alejarse de él y bajar la calle.

***

Se sienta en un banco del parque y, durante unos segundos mira el suelo de tierra mojada bajo sus pies.

De repente, unas convers negras interrumpen su vista. Sube la mirada hasta el chico rubio que tiene delante. Lleva la capucha puesta, pero al estar más bajo que él, puede ver sus perfectas facciones y esos prufundos ojos...

Ninguno saluda al otro.

-Vamos a otro lado – dice muy secamente el chico rubio.

Jorge lo sigue de cerca hasta un callejón muy parecido al cual lo llevaron a rastras unas horas antes.

-Te llamas Jorge, ¿verdad? - le pregunta quitándose la capucha.

El chico se distrae con sus ojos clavados en él.

-Sí. Perdona que yo no sepa el tuyo...

El chico se sorprende. Jorge está muy seguro de que toda la ciudad sabe su nombre menos él.

-Me llamo Andrés – dice finalmente – Te estarás preguntando porqué te he traído aquí, solo.

-Un poco.

-Bueno, pues quería hablarte sobre varias cosas, todas distintas unas de otras – Jorge asiente con la cabeza, muy concentrado e interesado – La primera es que tengo que avisarte de que como cuentes algo de lo que pasó después del instituto acabarás llevándote lo mismo que el chico al que te presentamos, y si cuentas que quedaste conmigo pasará lo mismo, solo que lo haré yo solo.

-Comprendo.

-Bueno, por otra parte... quería preugntarte si estás libre.

Jorge tragó saliva y se mantuvo en silencio. 

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