<<Muchas veces, el silencio responde más que cualquier respuesta>>
Pasea la mirada
observando la clase en silencio. Es la última en salir.
No ha sido como
esperaba.
Hubiera
imaginado la cosa mil veces peor. No ha habido bromas de ningún tipo
sobre ella o cualquiera de sus comportamientos o facetas. Nada.
Simplemente, le han sonreído. Por primera vez, se siente aceptada.
Cuando sale del
aula, el delegado, un chico bajo y muy delgado, con unos rasgos
extremadamente marcados, le sonríe ampliamente y la saluda con la
cabeza.
-Gracias por
esperar, Félix.
-No hay de qué.
Después de
dedicarle una maravillosa sonrisa, se da la vuelta, directa hacia las
escaleras.
Al bajar el
primer escalón, gritan su nombre.
Se da la vuelta
sobresaltada, pensaba que estaba sola.
Daniel está
allí, sonriendo. Acaba de salir del baño de los chicos.
Se seca las
manos empapadas de agua en el pantalón y se coloca frente a ella en
su mismo escalón. Es un poco más alto que ella.
-¿Qué tal tu
primer día? - le pregunta animado.
-Muy bien,
gracias.
-¿Has conocido
a todos los de tu curso ya? - ambos siguen bajando los escalones.
-A algunos, me
los ha presentado Samanta.
-Es una chica
muy agradable.
-¿La conoces?
-Salí con ella
– dice él algo incómodo.
Violeta no sabe
qué cara poner, ni qué decir. No esperaba una respuesta así.
-Es muy...
guapa, también – dice finalmente.
-Sí, sí.
El resto de
camino, van en silencio.
Daniel acompaña
a Violeta hasta la puerta principal del instituto.
La chica nota
las miradas de todos clavados en ellos dos. Los oye cuchichear. ¿Por
qué? ¿Qué ven raro?
Logra ver a su
padre, aparcado en la acera de enfrente.
Se despide muy
secamente de Daniel y sale corriendo fuera del edificio.
***
-¿Sabes lo que
me apetecería ahora mismo?
Justin lo mira
de refilón.
-Un dulce.
-Está bien,
vamos a una pastelería. Yo invito – contesta seriamente el chico.
-¿De verdad?
Gracias.
No sigue
hablando.
Agustín sabe
que está molesto por algo, pero no se atreve a preguntar.
Lleva ya varios
días raro, y él sabe que tiene que ver con Peter.
No le gusta ese
chico. Sabe cómo es Justin, sabe que intentará ayudarlo aunque él
no lo merezca o simplemente no lo quiera. Le hará daño, y lo sabe.
Le preocupa
demasiado.
-¿Te pasa
algo? - le pregunta, mirando hacia un precioso y enorme jardín que
hay al lado del parque.
-Me preguntaba
porqué has venido aquí de repente. Debe de pasar algo...
-Simplemente te
echaba de menos.
Justin mira a
Agustín unos segundos, luego gruñe levemente.
-No me mientas.
-¿Cómo puedes
saber que miento? - le dice él intentando convencerlo.
-Te conozco lo
suficiente como para saber que cuándo mientes hay algo extraño en
tu tono de voz y en tus ojos.
Agustín
suspira. Se estira la camiseta de "RAMONES", y mira hacia
atrás, comprobando que nadie puede oírlos.
-Vine para
estar contigo, nada más.
No obtiene
respuesta.
Justin empieza
a ponerlo de los nervios. Está demasiado irritado como para poder
hablar con él como lo suelen hacer siempre, así que, sin previo
aviso, le coge la mochila y se la cuelga él mismo en la espalda.
-Pesa bastante.
No quiero que te dañes la espalda – se justifica.
-¿Y por eso
has decidido que te apetecía gastarte un dineral en un masaje
después de venir a verme?
-Estás un poco
borde hoy, ¿no?
Justin no le
contesta, pero pone mala cara. Todo está demasiado tenso.
Agustín le
devuelve la mochila, entre a regañadientes y aliviado, ya que de
verad pesa mucho.
El joven lo
coje del brazo y lo lleva hasta una calle en la que no hay nadie.
-¿Qué te
pasa, Justin? Explícamelo, ya – le dice cuando están totalmente
solos.
El chico
suspira, sacude su brazo hasta que Agustín lo suelta y da un paso
hacia atrás.
-No creo que te
interese. Además, tengo muchísimos deberes que hacer y un examen
dentro de unos días, así que esta visita tan repentina no me viene
nada bien. Nos vemos otro día – le dice intentando sonar amable.
La expresión
descompuesta de su novio no podría ser más expresiva.
-Lo siento –
añade Justin antes de alejarse de él y bajar la calle.
***
Se sienta en un
banco del parque y, durante unos segundos mira el suelo de tierra
mojada bajo sus pies.
De repente,
unas convers negras interrumpen su vista. Sube la mirada hasta el
chico rubio que tiene delante. Lleva la capucha puesta, pero al estar
más bajo que él, puede ver sus perfectas facciones y esos prufundos
ojos...
Ninguno saluda
al otro.
-Vamos a otro
lado – dice muy secamente el chico rubio.
Jorge lo sigue
de cerca hasta un callejón muy parecido al cual lo llevaron a
rastras unas horas antes.
-Te llamas
Jorge, ¿verdad? - le pregunta quitándose la capucha.
El chico se
distrae con sus ojos clavados en él.
-Sí. Perdona
que yo no sepa el tuyo...
El chico se
sorprende. Jorge está muy seguro de que toda la ciudad sabe su
nombre menos él.
-Me llamo
Andrés – dice finalmente – Te estarás preguntando porqué te he
traído aquí, solo.
-Un poco.
-Bueno, pues
quería hablarte sobre varias cosas, todas distintas unas de otras –
Jorge asiente con la cabeza, muy concentrado e interesado – La
primera es que tengo que avisarte de que como cuentes algo de lo que
pasó después del instituto acabarás llevándote lo mismo que el
chico al que te presentamos, y si cuentas que quedaste conmigo
pasará lo mismo, solo que lo haré yo solo.
-Comprendo.
-Bueno, por
otra parte... quería preugntarte si estás libre.
Jorge tragó
saliva y se mantuvo en silencio.
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