domingo, 3 de noviembre de 2013

Amigos





Muchas veces no nos damos cuenta de quién es tu verdadero amigo hasta que piensas en cómo lo perdiste.



Andaba lentamente por la calle, pensando en él mismo, en su conversación con la tía de Daniel y en lo que podría haber o no significado la charla por teléfono con Agustín.

Pasó junto de un chico con un cuerpo enorme y el pelo negro.

-Perdón – susurró al darle un suave golpe con la mochila sin querer.

-Mira por dónde vas, maricón – le gritó el chico. Aquello le sonó demasiado. Se giró rápidamente.

-¿Pedro?

-¡Te dije que no me llamases Pedro, imbécil!

-¿¡Te has tintado el pelo!? - exclamó Justin sin esconder su sorpresa. La verdad es que el cambio sorprendía, pero no podía negar que le quedaba muy bien. Hacía que los rasgos suaves de su cara pareciesen fuertes y más angulosos, y el tono oscuro de su pelo conseguía que su mirada pareciese más profunda.

-¿¡Alguien ha dicho que podías preguntarme algo!? - le gritó Peter.

Justin miró hacia ambos lados, estaban solos. Suspiró y dio un paso hacia él.

-Pedro, aún no me explicaste porqué cambiaste de opinión tan de repente.

-No tengo nada que explicarte – dijo nervioso mientras Justin daba un paso más - ¡No te acerques más!

Justin apretó los puños.

-¿Recuerdas lo que me dijiste en el parque?

-Claro que lo recuerdo – dijo Peter con un cambio repentino de tono de voz -, claro que me acuerdo...

-¿Y qué te ha pasado desde entonces? - le preguntó el chico intentando ser cariñoso.

Peter susurró un taco antes de levantar la mirada hacia los ojos de Justin, sosteniéndole la mirada.

-Que me di cuenta de que en realidad, me gusta ser así.

Justin sintió un escalofrío.

-¿Te gusta ser cruel con la gente?

-No puedo negar que no, pero es una manera bastante eficaz de descargar el enfado.

-¿No podrías simplemente contarle lo que te pasa a alguien?

-No soy de ese tipo de personas que cuando están mal necesitan contarle a alguien lo que les pasa. No soy así de débil.

-¿Eso te parece ser débil? - dijo tan contrariado el chico que no pudo evitar decirlo de una manera despectiva. Peter hizo una mueca – A mi lo que me parece débil es tener la fuerza suficiente como para cambiar y no tener la voluntad para hacerlo.

Peter apretó los puños y se tensó.

-Lo digo muy en serio, Pedro – siguió hablando Justin -, puedes descubrir realmente quién eres, no hace falta que te escondas bajo un comportamiento repelente.

-Es extraño que a los demás no les parezca tan repelente – intentó protegerse el chico muy enfadado pero incapaz de decir algo coherente.

-Puedo asegurarte que si le preguntas a cualquier persona que te conozca dirá que te odia, y en lo que se refiere a tus supuestos amigos, estoy bastante seguro de que te tienen miedo y que por eso te hacen caso.

-¿A qué viene esto? Pensaba que querías ayudarme.

-Me he cansado de intentar apoyarte y de demostrarte que estoy aquí para ayudarte sin ver un solo mísero cambio en ti que valga la pena – dijo Justin muy enfadado pero sin embargo con un tono muy tranquilo – He arriesgado a mis amigos y a mi pareja por ti, sinceramente pienso que puedes irte un poco a la mierda.

Peter lo miró en silencio, realmente sorprendido, mientras Justin se daba la vuelta y se alejaba enseñándole el dedo corazón de una manera muy poco elegante.

***

-¡¿Puedes creerte que he sacado un 9'9 ?! - le dijo enfadada y contrariada Samanta – Me parece increíble que no sea capaz de ponerme un diez. Estúpida vieja.

Violeta río, y se tapó la boca para que no se viese.
-Pero ¿sabes porqué te ha quitado esa milésima?

-¡Dice que me falta esfuerzo¡ ¡Esfuerzo, dice!

-Shh, no grites tanto, que te van a oír – río Violeta en voz baja.

-Bueno, al menos mi madre va a hablar con ella esta tarde, porque es que además la ha llamado, ¿sabes? - Violeta la miró extrañada – No sé por qué ni para qué. Cada vez estoy más convencida de que esa loca me tiene manía.

-Me tienes de tu parte, no te preocupes.

-Me alegro – dijo ella sonriéndole y abrazándola suavemente.

Siguieron caminando en silencio unos segundos por los pasillos para ir a la puerta. La multitud de alumnos que bajaba con ellas las obligaba a andar demasiado apretadas. Había un murmullo inaguantable proveniente de sus compañeros. Es en esos momentos, en los que Violeta echaba de menos el orden de su antiguo instituto privado.

-Escucha – le dijo Samanta al oído - ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Claro, dime – le respondió sonriente Violeta.

-¿Te molestaría que Daniel te pidiera salir? - dijo muy seria ella.

-Somos... amigos... ¿Por qué lo dices?

-Porque creo que le gustas mucho. 

Violeta carraspeó antes de hablar.

-No lo creo, y si me pidiese salir no sabría por qué, la verdad. 

-¿Ah no? - por fin salieron del edificio y fueron teniendo más espacio. Fuera hacia muy buen tiempo – Violeta – Samanta parecía algo triste y muy seria – No pienses mal de mí si te digo esto...

-Nunca podría pensar mal de ti.

-Algunas personas hablan mal de Daniel. 

-Pero ¿por qué? 

-Por lo que dije ayer, y añadiendo lo guapa que eres lo empeora mucho – dijo ella sonriendo tímidamente.

-No digas tonterías.

-Todos los chicos te miran el trasero cuando sales a la pizarra y las demás de la clase te tienen envidia.

Violeta sintió que se sonrojaba. Decidió que era mejor hablar de otra cosa que de su cuerpo.

-Sigo sin entender porqué hablan mal de Daniel. 

-Pues porque es muy borde con los que no conoce, ya lo sabes, y sencillamente, porque está muy bueno.

-Pues a mí me parece más guapo Eliot, o Justin.

-Justin es gay.

Violeta la miró sorprendida unos segundos. Qué directa.

-Aún así es muy guapo también. Su novio estará orgulloso - dijo aún titubeante. 

Samanta miró al suelo.

-Entonces, ¿no te gusta Daniel?

-Solo somos amigos... - intentó asegurarle Violeta.
-Pues a mí me parece que tú a él le gustas, en serio – dijo ella con voz lastímera – y eso me preocupa.

Violeta iba a preguntarle por qué cuando Daniel apareció delante de ambas.

-Hola, Violeta – la saludó dándole dos besos y un abrazo.

-Hola – dijo ella sonriendo.

-Hola Samanta – dijo él sonriendo a duras penas al mirarla.

La chica no le contestó. Le dio dos besos a Violeta y salió sola del instituto.

-Vaya, qué raro.

-Sí... - murmuró él observándola irse. Decidió cambiar de tema - ¿Te apetece ir a comer a algún lado?

-¡Claro! ¿A dónde?

-Depende de qué quieres comer – dijo el chico, que solo había pensado en una hamburguesería.

-Bueno, las hamburguesas no me gustan nada – lo avisó ella sonriendo a la vez que se encogía de hombros. Dani gritó en su interior – pero he visto esta mañana una bocadillería muy mona. La comida tiene muy buena pinta.

-¿Almuerzas habitualmente bocadillos? - le preguntó él divertido.

-No, pero tengo mucha hambre, y no llevo mucho dinero encima.

-Está bien. Tú guías entonces.

Violeta le sonrió y ambos salieron del instituto.
A pesar de que el resto de los alumnos no los empujaba, iban muy juntos.


***

-¿¡Tienes idea de lo que acabas de hacer!? - le preguntó muy enfadado a la pobre secretaria.

-Sí, lo siento mucho señor... - se disculpó por milésima vez.

-¡Sentirlo no va a cambiar nada! ¡¿Te das cuenta de que es posible que hayas arruinado este proyecto?! ¡He invertido mucho dinero, Lisa!

-De verdad, soy consciente. Lo siento muchísimo.

-Sabes que podría echarte, ¿verdad? - la joven asintió, con lágrimas en los ojos – De echo es lo que debería hacer.

-Lo veo justo señor, he sido una idiota.

-No has sido una idiota pero has tenido un fallo digno de un idiota, Lisa. Es posible que tenga que echar a personal para poder recuperar el dinero que acabo de perder – ella asintió, asustada –. Sin embargo – dijo él con una voz neutra – , os necesito a todos aquí. Así que no echaré, pero tendrás de hacerlo todo perfecto si no quieres ganar puntos.


-¡GRACIAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS, SEÑOR!

-De nada, Lisa. Vuelve al trabajo, por favor.

-De verdad, Gracias. Le prometo que no le defraudaré – dijo la secretaria antes de salir por la puerta del despacho.

Rubén se dejó caer con fuerza en el sillón giratorio de cuero negro. Tenerlo en su despacho había sido algo que había querido tener desde que era adolescente, sentía que le daba autoridad y le parecía divertido girarse dramáticamente en él al hablar con alguien.

Miró por millonésima vez la foto que tenía sobre el escritorio.
Violeta salía preciosa. Aquellos ojos parecían mirarlo y llamarlo continuamente.
Estaba seguro de que la quería a su lado para siempre.

***

Llevaba esperando unos segundos, cuando una voz ronca le habló al oído.

-¿Lo has pensado ya?

Jorge se giró y lo miró sin poder evitarlo de arriba a abajo.
La camiseta que llevaba hacía que se le marcasen los hombros y los músculos de las brazos.
Sintió un escalofrío. Aquel chico era tan sexy. Cada sonido de su voz conseguía sacarlo de la realidad.
Además, el nuevo corte de pelo le favorecía demasiado, parecía perfecto. Vio a un grupo de chicas mirarlo de una manera muy pervertida antes de seguir andando.

-¿Nuevo corte de pelo?

-Eso me han dicho.

Jorge sonrío. Se pasó una mano por el pelo.

-¿Te apetece comer algo? Invito yo.

-Está bien – aceptó felizmente el chico.

Andrés empezó a andar y él fue detrás de él.

-¿No te molesta que nos vean juntos?

-¿A mí? ¿Por qué iba a molestarme? Si intento salir contigo, esconderte del mundo no sería un punto positivo para mí.

-Ni agradable tampoco.

-Exactamente. Y lo último que quiero es hacerte daño.

Jorge suspira, le encanta Andrés, lo que le dice, su tono de voz, su físico, pero no lo conoce bien, y además quiere a Javi.

El chico señala una cafetería y ambos van hacia allí. Todos los clientes los miran extrañados cuando Andrés le coge la mano y lo lleva hacia una mesa junto a una ventana.

-¿Qué van a pedir? - la camarera mira con recelo al chico, que se pasa una mano por su perfecto pelo rubio.

-Lo que pida él.

Eso lo pilla desprevenido. Jorge se acomoda en la silla bajo la estresante mirada de la camarera y le pregunta que hay en el menú y los precios de cada comida. Acaba decidiéndose por una simple ensalada. Andrés lo mira fijamente unos segundos.

-Lo siento, es que me has pillado desprevenido, y no sabía qué pedir.

-No, no te preocupes. Me alegra que hayas pedido una ensalada, me será más fácil de comer.

-¿Por qué?

-Porque soy diabético.

-¿¡Qué!? ¿Y por qué no lo has dicho antes? ¡Podríamos haber pedido otra cosa!

-Tranquilo, ya me he inyectado la insulina y además puedo tomar verduras.

-¿Estás seguro? No quiero que te pase nada.

Andrés sonríe y lo mira fijamente a los ojos.

-Lo digo porque yo no sabría cómo ayudarte.

-Solo tendrías que llamar a una ambulancia. No es muy difícil y es muy lógico, ¿no te parece?

-Aún así me parece preocupante. ¿Seguro que estarás bien?

-Te lo prometo.

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