Muchas veces no nos damos
cuenta de quién es tu verdadero amigo hasta que piensas en cómo lo
perdiste.
Andaba
lentamente por la calle, pensando en él mismo, en su conversación
con la tía de Daniel y en lo que podría haber o no significado la
charla por teléfono con Agustín.
Pasó junto de
un chico con un cuerpo enorme y el pelo negro.
-Perdón –
susurró al darle un suave golpe con la mochila sin querer.
-Mira por dónde
vas, maricón – le gritó el chico. Aquello le sonó demasiado. Se
giró rápidamente.
-¿Pedro?
-¡Te dije que
no me llamases Pedro, imbécil!
-¿¡Te has
tintado el pelo!? - exclamó Justin sin esconder su sorpresa. La
verdad es que el cambio sorprendía, pero no podía negar que le
quedaba muy bien. Hacía que los rasgos suaves de su cara pareciesen
fuertes y más angulosos, y el tono oscuro de su pelo conseguía que
su mirada pareciese más profunda.
-¿¡Alguien ha
dicho que podías preguntarme algo!? - le gritó Peter.
Justin miró
hacia ambos lados, estaban solos. Suspiró y dio un paso hacia él.
-Pedro, aún no
me explicaste porqué cambiaste de opinión tan de repente.
-No tengo nada
que explicarte – dijo nervioso mientras Justin daba un paso más -
¡No te acerques más!
Justin apretó
los puños.
-¿Recuerdas lo
que me dijiste en el parque?
-Claro que lo
recuerdo – dijo Peter con un cambio repentino de tono de voz -,
claro que me acuerdo...
-¿Y qué te ha
pasado desde entonces? - le preguntó el chico intentando ser
cariñoso.
Peter susurró
un taco antes de levantar la mirada hacia los ojos de Justin,
sosteniéndole la mirada.
-Que me di
cuenta de que en realidad, me gusta ser así.
Justin sintió
un escalofrío.
-¿Te gusta ser
cruel con la gente?
-No puedo negar
que no, pero es una manera bastante eficaz de descargar el enfado.
-¿No podrías
simplemente contarle lo que te pasa a alguien?
-No soy de ese
tipo de personas que cuando están mal necesitan contarle a alguien
lo que les pasa. No soy así de débil.
-¿Eso te
parece ser débil? - dijo tan contrariado el chico que no pudo evitar
decirlo de una manera despectiva. Peter hizo una mueca – A mi lo
que me parece débil es tener la fuerza suficiente como para cambiar
y no tener la voluntad para hacerlo.
Peter apretó
los puños y se tensó.
-Lo digo muy en
serio, Pedro – siguió hablando Justin -, puedes descubrir
realmente quién eres, no hace falta que te escondas bajo un
comportamiento repelente.
-Es extraño
que a los demás no les parezca tan repelente – intentó protegerse
el chico muy enfadado pero incapaz de decir algo coherente.
-Puedo
asegurarte que si le preguntas a cualquier persona que te conozca
dirá que te odia, y en lo que se refiere a tus supuestos amigos,
estoy bastante seguro de que te tienen miedo y que por eso te hacen
caso.
-¿A qué viene
esto? Pensaba que querías ayudarme.
-Me he cansado
de intentar apoyarte y de demostrarte que estoy aquí para ayudarte
sin ver un solo mísero cambio en ti que valga la pena – dijo
Justin muy enfadado pero sin embargo con un tono muy tranquilo – He
arriesgado a mis amigos y a mi pareja por ti, sinceramente pienso que
puedes irte un poco a la mierda.
Peter lo miró
en silencio, realmente sorprendido, mientras Justin se daba la vuelta
y se alejaba enseñándole el dedo corazón de una manera muy poco
elegante.
***
-¡¿Puedes
creerte que he sacado un 9'9 ?! - le dijo enfadada y contrariada
Samanta – Me parece increíble que no sea capaz de ponerme un diez.
Estúpida vieja.
Violeta río, y
se tapó la boca para que no se viese.
-Pero ¿sabes
porqué te ha quitado esa milésima?
-¡Dice que me
falta esfuerzo¡ ¡Esfuerzo, dice!
-Shh, no grites
tanto, que te van a oír – río Violeta en voz baja.
-Bueno, al
menos mi madre va a hablar con ella esta tarde, porque es que además
la ha llamado, ¿sabes? - Violeta la miró extrañada – No sé por
qué ni para qué. Cada vez estoy más convencida de que esa loca me
tiene manía.
-Me tienes de
tu parte, no te preocupes.
-Me alegro –
dijo ella sonriéndole y abrazándola suavemente.
Siguieron
caminando en silencio unos segundos por los pasillos para ir a la
puerta. La multitud de alumnos que bajaba con ellas las obligaba a
andar demasiado apretadas. Había un murmullo inaguantable
proveniente de sus compañeros. Es en esos momentos, en los que
Violeta echaba de menos el orden de su antiguo instituto privado.
-Escucha – le
dijo Samanta al oído - ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro, dime –
le respondió sonriente Violeta.
-¿Te molestaría que Daniel te pidiera salir? - dijo muy seria ella.
-Somos...
amigos... ¿Por qué lo dices?
-Porque creo que le gustas mucho.
Violeta
carraspeó antes de hablar.
-No lo creo, y si me pidiese salir no sabría por qué, la verdad.
-¿Ah no? - por
fin salieron del edificio y fueron teniendo más espacio. Fuera hacia
muy buen tiempo – Violeta – Samanta parecía algo triste y muy
seria – No pienses mal de mí si te digo esto...
-Nunca podría
pensar mal de ti.
-Algunas personas hablan mal de Daniel.
-Pero ¿por qué?
-Por lo que dije ayer, y añadiendo lo guapa que eres lo empeora mucho – dijo ella sonriendo tímidamente.
-No digas
tonterías.
-Todos los
chicos te miran el trasero cuando sales a la pizarra y las demás de
la clase te tienen envidia.
Violeta sintió
que se sonrojaba. Decidió que era mejor hablar de otra cosa que de
su cuerpo.
-Sigo sin entender porqué hablan mal de Daniel.
-Pues porque es muy borde con los que no conoce, ya lo sabes, y sencillamente, porque está muy bueno.
-Pues a mí me
parece más guapo Eliot, o Justin.
-Justin es gay.
Violeta la miró
sorprendida unos segundos. Qué directa.
-Aún así es
muy guapo también. Su novio estará orgulloso - dijo aún titubeante.
Samanta miró
al suelo.
-Entonces, ¿no
te gusta Daniel?
-Solo somos
amigos... - intentó asegurarle Violeta.
-Pues a mí me
parece que tú a él le gustas, en serio – dijo ella con voz lastímera – y
eso me preocupa.
Violeta iba a
preguntarle por qué cuando Daniel apareció delante de ambas.
-Hola, Violeta
– la saludó dándole dos besos y un abrazo.
-Hola – dijo
ella sonriendo.
-Hola Samanta –
dijo él sonriendo a duras penas al mirarla.
La chica no le
contestó. Le dio dos besos a Violeta y salió sola del instituto.
-Vaya, qué
raro.
-Sí... -
murmuró él observándola irse. Decidió cambiar de tema - ¿Te
apetece ir a comer a algún lado?
-¡Claro! ¿A
dónde?
-Depende de qué
quieres comer – dijo el chico, que solo había pensado en una
hamburguesería.
-Bueno, las
hamburguesas no me gustan nada – lo avisó ella sonriendo a la vez
que se encogía de hombros. Dani gritó en su interior – pero he
visto esta mañana una bocadillería muy mona. La comida tiene muy
buena pinta.
-¿Almuerzas
habitualmente bocadillos? - le preguntó él divertido.
-No, pero tengo
mucha hambre, y no llevo mucho dinero encima.
-Está bien. Tú
guías entonces.
Violeta le
sonrió y ambos salieron del instituto.
A pesar de que
el resto de los alumnos no los empujaba, iban muy juntos.
***
-¿¡Tienes
idea de lo que acabas de hacer!? - le preguntó muy enfadado a la
pobre secretaria.
-Sí, lo siento
mucho señor... - se disculpó por milésima vez.
-¡Sentirlo no
va a cambiar nada! ¡¿Te das cuenta de que es posible que hayas
arruinado este proyecto?! ¡He invertido mucho dinero, Lisa!
-De verdad, soy
consciente. Lo siento muchísimo.
-Sabes que
podría echarte, ¿verdad? - la joven asintió, con lágrimas en los
ojos – De echo es lo que debería hacer.
-Lo veo justo
señor, he sido una idiota.
-No has sido
una idiota pero has tenido un fallo digno de un idiota, Lisa. Es
posible que tenga que echar a personal para poder recuperar el dinero
que acabo de perder – ella asintió, asustada –. Sin embargo –
dijo él con una voz neutra – , os necesito a todos aquí. Así que
no echaré, pero tendrás de hacerlo todo perfecto si no quieres
ganar puntos.
-¡GRACIAS,
MUCHÍSIMAS GRACIAS, SEÑOR!
-De nada, Lisa.
Vuelve al trabajo, por favor.
-De verdad,
Gracias. Le prometo que no le defraudaré – dijo la secretaria
antes de salir por la puerta del despacho.
Rubén se dejó
caer con fuerza en el sillón giratorio de cuero negro. Tenerlo en su
despacho había sido algo que había querido tener desde que era
adolescente, sentía que le daba autoridad y le parecía divertido
girarse dramáticamente en él al hablar con alguien.
Miró por
millonésima vez la foto que tenía sobre el escritorio.
Violeta salía
preciosa. Aquellos ojos parecían mirarlo y llamarlo continuamente.
Estaba seguro
de que la quería a su lado para siempre.
***
Llevaba
esperando unos segundos, cuando una voz ronca le habló al oído.
-¿Lo has
pensado ya?
Jorge se giró
y lo miró sin poder evitarlo de arriba a abajo.
La camiseta que
llevaba hacía que se le marcasen los hombros y los músculos de las
brazos.
Sintió un
escalofrío. Aquel chico era tan sexy. Cada sonido de su voz
conseguía sacarlo de la realidad.
Además, el
nuevo corte de pelo le favorecía demasiado, parecía perfecto. Vio a
un grupo de chicas mirarlo de una manera muy pervertida antes de
seguir andando.
-¿Nuevo corte
de pelo?
-Eso me han
dicho.
Jorge sonrío.
Se pasó una mano por el pelo.
-¿Te apetece
comer algo? Invito yo.
-Está bien –
aceptó felizmente el chico.
Andrés empezó
a andar y él fue detrás de él.
-¿No te
molesta que nos vean juntos?
-¿A mí? ¿Por
qué iba a molestarme? Si intento salir contigo, esconderte del mundo
no sería un punto positivo para mí.
-Ni agradable
tampoco.
-Exactamente. Y
lo último que quiero es hacerte daño.
Jorge suspira,
le encanta Andrés, lo que le dice, su tono de voz, su físico, pero
no lo conoce bien, y además quiere a Javi.
El chico señala
una cafetería y ambos van hacia allí. Todos los clientes los miran
extrañados cuando Andrés le coge la mano y lo lleva hacia una mesa
junto a una ventana.
-¿Qué van a
pedir? - la camarera mira con recelo al chico, que se pasa una mano
por su perfecto pelo rubio.
-Lo que pida
él.
Eso lo pilla
desprevenido. Jorge se acomoda en la silla bajo la estresante mirada
de la camarera y le pregunta que hay en el menú y los precios de
cada comida. Acaba decidiéndose por una simple ensalada. Andrés lo
mira fijamente unos segundos.
-Lo siento, es
que me has pillado desprevenido, y no sabía qué pedir.
-No, no te
preocupes. Me alegra que hayas pedido una ensalada, me será más
fácil de comer.
-¿Por qué?
-Porque soy
diabético.
-¿¡Qué!? ¿Y
por qué no lo has dicho antes? ¡Podríamos haber pedido otra cosa!
-Tranquilo, ya
me he inyectado la insulina y además puedo tomar verduras.
-¿Estás
seguro? No quiero que te pase nada.
Andrés sonríe
y lo mira fijamente a los ojos.
-Lo digo porque
yo no sabría cómo ayudarte.
-Solo tendrías
que llamar a una ambulancia. No es muy difícil y es muy lógico, ¿no
te parece?
-Aún así me
parece preocupante. ¿Seguro que estarás bien?
-Te lo prometo.
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