miércoles, 29 de mayo de 2013

Locos


 A veces no comprendes el valor de ese momento hasta que se convierte en un solo recuerdo


Sube al coche.
Su padre le sonríe.
  • Hola papá – dice mientras se sienta en el asiento de al lado.
  • Hola Violeta. ¿Qué tal el día?
  • Bien.
  • ¿Has hecho amigos, ya?
  • Sí, papá.
Su padre toma aire y arranca.
  • Sabes que es algo importante – dice él con un tono serio. No la cree.
  • Sí, lo sé.
  • No se llega a nada sin ayuda en este mundo, Violeta. Tienes que encontrar a alguien que sepa apoyarte.
  • Rubén lo hace.
  • Rubén... ¿y cuándo cortéis? ¿Quién va a apoyarte cuándo rompáis?
Eso la deja sin palabras. Por una parte empieza a preocuparse, ¿y si cortan? ¿Y si algo va mal entre ellos? Está lo suficientemente enamorada de él como para cometer alguna locura por él, ¿qué pasará si toda su historia termina?
  • Violeta...
  • Papá, te prometo que hoy he hecho amigos.
  • ¿De verdad? Preséntame solo a uno.
  • Pff... no puedo ya... todos se han ido...
La chica observa todos los alumnos que andan felices por la calle, hablando, todos vestidos con el uniforme que ella debería llevar pero que aún no tiene.
Está mirando a una pareja que va cogida de la mano mientras su padre frena para dejarlos pasar por el paso de peatones, cuando ve al chico moreno de la puerta cruzar después corriendo.
Le sonríe al niño que hay junto a él. Se gira hacia el coche para agradecerle a su padre que los haya dejado pasar y la ve.
De repente se tensa, no sabe porqué. Y su padre lo nota.
  • ¿Es uno de tus amigos?
  • ¿Qué? Eh... sí, sí. Es un amigo – se apresura a decir.
  • No lleva el uniforme...
  • Sí, es que también es nuevo.
  • Ah, qué bien, ¿no?
  • Sí...
De pronto y sin previo aviso, su padre baja la ventanilla y le sonríe.
  • Hola – lo saluda.
  • Hola – responde Daniel con educación aunque algo confundido.
  • Soy el padre de Violeta – se presente el hombre y señala a su hija, que se encoje en el asiento, avergonzada.
  • Ho-hola. Encantado.
  • Sí. Yo también. Acabamos de mudarnos. Me alegro de que su primer amigo sea educado.
  • ¡Papá! - le grita Violeta realmente sonrojada. Pero el hombre la ignora.
  • ¿Quieres que os llevemos?
  • Eh...- Daniel duda. La mochila de su primo pesa muchísimo, pero por otra parte no conoce de nada a aquel hombre.
  • Yo estoy muy cansado... - suplica su primo.
  • Bueno... está bien... - dice dudoso.
  • Subid.
Ambos entran en el coche.

***

  • Son las tres y media, Rubén.
  • Mierda. Es muy tarde.
  • No le pasará nada si no vas a recogerla un día, ¿sabes?
  • Lo sé. Pero no quiero que se sienta sola...
  • Eres demasiado sobreprotector. Acabarás hartándola.
Rubén bufa y se sienta en su asiento giratorio de cuero negro.
Lo gira hacia el enorme ventanal que tiene a modo de pared. Desde allí puede ver toda la ciudad.
Todo se le está acumulando encima y solo han pasado unos días desde que Violeta se mudó. No cree que pueda conseguir el intercambio hasta el año que viene y lo que gastaba normalmente en gasolina se ha duplicado en solo seis viajes.
Resopla y se masajea la sien.
  • Rubén, ha llegado el director de diseño.
  • Enseguida voy.
Su secretario vuelve a salir del despacho.
Rubén se levanta, alisa los pliegues de su traje y se dirige a la sala de reuniones.

***

  • ¡Mamá, ya hemos vuelto! - grita Daniel al entrar por la puerta.
  • ¡La comida está en la mesa! - grita ella desde el sofá.
Daniel y su primo entran en la cocina y se sientan para comer. Se mueren de hambre.
  • Esto está muy rico – dice el niño a Daniel.
  • Es comida precocinada...
  • Apenas lo has probado.
A decir verdad, lo único que ha hecho en los quince minutos que llevan comiendo ha sido mover el tenedor en el plato y beber agua.
  • ¿Es que no quieres comer?
  • No, no tengo hambre...
Pero el estómago le ruge.
Su primo sonríe, una sonrisa pillina de niño .
  • Sí que tienes... - dice antes de volver a su plato – una chica de mi curso acabó hospitalizada porque no comía.
  • Pero yo si como.
  • No se ve. Estás más delgado que antes. Mi madre me dijo que estaba preocupada por ti la última vez que te vio, que habías perdido peso que no te hacía falta perder.
  • No he perdido peso. No he vuelto a perder peso desde que pasó aquello y no pienso volver a hacerlo a no ser que lo necesite.
  • Entonces ¿por qué no comes? No quiero volver a verte mal...
Daniel mira a su primo, que sigue comiendo. Se le hace un nudo en la garganta y empieza a comer.
Si no comía, la única razón era que le indignaba tener que comer comida envasada solo porque su madre no sabía cocinar demasiado bien.

***

¿Ahora que hace? Tiene el número de un chico que no conoce absolutamente de nada en su lista de contactos que además creerá que ella y su padre están totalmente locos.
Siente vergüenza cada vez que recuerda la escena del coche. Su padre hablando sobre la familia y él asintiendo tímidamente sin saber qué hacer, cómo su padre le pidió que le diese su número de teléfono a su hija...
¿Qué puede hacer? ¿Lo llama para explicárselo todo? Sí, es una buena solución, así no podrá creer que es una chalada sin amigos.
Marca el número y escucha el tono de llamada del chico.
  • ¿Diga?
  • Ho-hola, soy... Violeta...

lunes, 20 de mayo de 2013

Comienzos

 

<<Sabemos que nuestra relación tendrá un comienzo; pero no dejemos que ponga un punto y final>>


 
Justin observó a uno de sus compañeros de clase, Peter, el mismo que sus amigos habían dicho que se había emborrachado el otro día. Siempre le había llamado la atención aquél personaje. Aunque su verdadero nombre era Pedro, en todo el instituto lo llamaban así. A él siempre le había extrañado su comportamiento: era popular, se juntaba con todos los chungos, drogatas, populares, y demás, fumaba, bebía, se drogaba... Pero ¿por qué? Justin no encontraba nada bueno en eso, ni pensaba que nadie pudiera hacerlo. Tendría que haber una explicación, y podría ser que aquél chico tuviera algún problema. Pero... no lo parecía. Aún así, intentaría asegurarse; porque no era capaz de tener a alguien sufriendo cerca y no ayudarle.
-¡Justin! ¡A la pizarra!
Él miró apresurádamente a la profesora de latín. No sabía si decía que mirara a la pizarra o que fuera a la pizarra; pero hizo ademán de levantarse. Todos se rieron.
-Que mires a la pizarra.
Se sentó y tragó saliva.
-Y bien, Justin... ¿nos podrías recordar de qué estábamos hablando?
Él echó un vistazo disimuladamente al libro de su compañero de alante, que se había apartado, también con disimulo, dejándolo mirar.
-De las conjugaciones verbales, señorita.
-Está bien... Pero que no te vuelva a llamar.
-Sí, señorita.
Siguió dando la clase.
-La próxima vez, -susurró su compañero- te las apañas tu solito. No vaya a ser que me pillen. Así que mantén los ojos puestos en la pizarra cuando estemos en clase, o al menos con esta bruja.
Él tragó saliva.
-Gracias.
El otro bufó.
-No hay de qué... -refunfuñó.
Debido a sus diferencias, nunca se habían llevado demasiado bien. Había gente que lo evitaba; pero, por suerte, se llevaba bien con muchos y muchas de la clase (aunque la mayoría no lo entendieran) y tenía a Daniel, Ainoa, Estrella y Eliot a apenas unas clases de allí. Los dos chicos siempre le protegían, y las muchachas eran muy comprensivas con él. Y pensar que sería un niño de lo más normal si no fuera por la pequeña diferencia de que... Su compañero de al lado le sacó de sus pensamientos empujándole la mesa.
-¡Eh! -le susurró- ¡Que te la vas a ganar y te vas a llevar un parte!
-Gracias.
***

Violeta echaba de menos a Jorge y todavía no conocía a casi nadie de su clase. Esperaba el momento de poder salir de allí y poder estar con Rubén. Si fuera por ella, estuviera con él siempre. Terminó el dibujo de un corazón que había hecho en su libreta. Suspiró. Ahora, ni las clases de Alternativa eran divertidas al no poder hablar con Jorge. Ojalá que pronto se hiciera nuevas amigas.

***

Cuando por fin sonó la alarma del recreo, Eliot y Daniel fueron a reencontrarse con sus amigos en donde estaban la clase de Justin y la de Ainoa y Estrella, como siempre. Mientras se acercaban, vieron a unos chungos y populares de su curso muy cerca de Justin, les causó mala espina y anduvieron rápido hasta allí.

***

-¡Tú por qué te pones a mirarme en las clases, ¿eh?! ¡Es que tengo monos en la cara o qué! ¿No estarías rajando de mí? -lo acusaba muy gallito Peter, con todos sus amigos observando detrás. Ese chaval era completamente insoportable; aunque el otro día, cuando no estaba con sus amigos, les había parecido algo menos insufrible.
-No... yo... Sólo miraba hacia allí; pero no era a ti... Te lo prometo...
-¡Ya, claro! ¡¿Te crees que soy tonto?! -espetó.
Eliot se le plantó delante al muchacho y le dio un empujón en el pecho. Justin se alivió. Su salvación.
-¡Ey! ¿Qué te pasa a ti? ¡Que con mi amigo tú no te metas, ¿eh?!
Peter los miró.
-¿Y vosotros qué sois, los defensores de los pobres o qué?
-Pues sí, ¿algún problema?
-Déjalo en paz, Peter. -intervino Daniel.
Él bufó.
-Bueno, vale. Pero sólo porque no quiero más problemas con el direc. Vámonos chicos.
Se fueron y ellos se acercaron a Justin.
-¿Qué ha pasado? -le preguntó Daniel. Eliot lo miraba interrogante.
-No... nada... -murmuró él avergonzado.
Daniel sonrió.
-Con que sí, ¿eh? Venga cuéntanoslo. -le dio una palmadita en el hombro.
-Y no pierdas detalle. -dijo Eliot.
Él sonrió por responder de alguna manera.
-Y... por cierto, ¿cuántos partes le quedan ya a ese para ser expulsado?
-Pues no lo sé... Tampoco me sé la vida de todo el mundo. -respondió Justin.
-¿Ah, no? -bromearon los dos.
-Bueno... Sólo partes. -sonrió.

***

Violeta sacó el móvil en el recreo, a escondidas de los profesores. Lo encendió y se metió en el WhatsApp. Abrió un chat con Rubén, esperaba que pudiera responderle.
-Hola, príncipe.
-¿Que tal, princesa? ¿Cómo es que estás hablándome, no estabas en el instituto? ¿No te habrá pasado algo?
-No, nada, nada, cariño. Sólo quería hablar contigo.
-Ah, menos mal.
-Te hecho de menos.
-Y yo a ti, a cada instante que estamos separados. Sólo pienso en ti.
-Te quiero.
-Te amo. Pero tendrías que apagar ya, cielo. Te pueden quitar el móvil...
-Jo... ¡Pero si estoy en el recreo!
-Pero yo no. Te tengo que dejar, Violeta. Hasta luego.
Ella lo apaga y suspira. Daría cualquier cosa porque sus amigas o Jorge estuvieran allí. Seguir estando en su antiguo instituto... Aunque se alegraba mucho de que Rubén viviera también por allí y así pudiera verlo más.

***

A penúltima hora, no vino el profesor que debería darles clase a Daniel y Eliot, y armaron un gran alboroto. Además, Estrella y Ainoa, que tampoco tenían maestro, se colaron en su clase en cuanto el de guardia hubo pasado lista y se hubo ido. Allí casi todos se llevaban bien, habían algunos amigos de Peter que a ellos no terminaban de caerles; pero nada más. Eliot, Dani, Ainoa y Estre estaban muy integrados en sus grupos. Uno puso la música a todo volumen y algunos empezaron a bailar y a tontear. Dani se subió a una mesa a petición de las chias y empezó a bailar, un chico se ocupó de levantarle la camiseta para que se le vieran los abdominales, y Eliot gritó:
-¡¿A que se os cae la baba a to'as, eh?!
-No tanto como contigo, guapo. -bromeó otro niño imitando a una niña de la clase.
Todos sonrieron.

***

Justin estaba sentado en el patio cuando Margarita, una chica de su clase, se acercó y se sentó a su lado.
-¿Qué haces? ¿Por qué no puedes hacer gimnasia?
-El otro día me hice daño en el tobillo mientras corría.
-Aps... Lo siento.
-No importa, no es nada. ¿Y tú?
Ella se sonrojó un poco.
-Tengo la regla... -le confesó en un murmullo. Muchas chicas le tenían confianza y hablaban con él de sus temas íntimos y amorosos, porque causaba mucha seguridad. Él sonrió.
-¡Pero no te sonrojes, mujer! Si ninguna de vosotras debería de tener vergüenza por eso. ¿No ves que gracias a que vosotras lo sufrís todos nosotros hemos nacido? Sin vosotras no existiría la raza humana. Os debemos mucho por vuestro pequeño sufrimiento. -le guiñó el ojo.
-Claro, osea que para que vosotros viváis y os reproduzcáis nosotras lo tenemos que pasar mal, ¿no es eso? -bromeó ella. Justin sonrió.
-Hombre... Pues si te lo quieres tomar así... -Ella sonrió- Los dos géneros tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, ¿no?

-¿Ah, sí? ¿Y vosotros? ¿Qué tenéis de malo? ¿Qué es lo que vosotros tenéis que soportar por el bien de la comunidad?
-Pues... -pensó un rato- ahora mismo no se me ocurre nada; pero seguro que algo habrá.
Se rió.
-¿Cómo le va a tu amigo Agustín? -se interesó.
-Pues por ahora bien, que yo sepa.
-¿Si?
-Sí. Está muy bien. Estudiando y eso. -sonreía.
-Me alegro.
-¿Y tú? ¿Qué te cuentas? -recogió las piernas y se puso en “posición de escucha”.
-Pues... No sé... Oye ¿no deberíamos de estar atendiendo para saber hacerlo cuando estemos bien?
-Pues sí... Pero es que no hay ganas... -se quejó- Me aburre mucho. En fin...
Sacó una libreta de su mochila y Margarita vio como empezaba a dibujar. Sonrió. Él se giró un poco para que no lo viera. Cuando terminó, se lo enseñó, y la chica se rió.
-¿Qué? -bromeó él- ¿Habrá que coger bien la posición de los ejercicios, no? Pero ya que lo hacemos, pues lo hacemos bien, que quede bonito.
-Claro, claro... -se aguantaba la risa- Me gusta tu dibujo, está muy bien.
-Gracias. -actuó como si se sintiera alagado.

***

Cuando Daniel salió del instituto, se despidió de sus amigos y tuvo que dirigirse al instituto de la calle de enfrente; tenía que recoger a su primo Borja, que estaba en primero, porque sus padres no podían ir a por él y se quedaría con ellos a comer. Mientras se iba acercando, se alegraba de no tener que estudiar allí: era un edificio grande y todo gris que se le asemejaba a una cárcel. Esperaba que no fueran como los criminales de la cárcel la gente de allí, por el bien de su primo. Y también por el de su hermano si el repetía; porque, si eso pasaba, intentaría convencer por todos los medios a sus padres para que lo metieran allí, con tal de no tener que coincidir con él. Era muy pesado, ya lo era cuando estaban en el mismo edificio al estar Lucas Martín en párvulos mientras que él estaba en primaria, y no quería que lo metiera en líos. Aunque, claro estaba, si se metía en líos con alguien aún in estar en el mismo instituto, iría él a defenderle y a meterse con todo aquél que quisiera molestarle.
Cuando llegó, había una masa enorme de gente a la salida del instituto. Unos hablando, otros fumando, los de aquí besándose, los de más allá peleándose,... Lo normal. Buscó a su primo con la mirada y se acercó a él, que esperaba impaciente.
-¿Qué tal, Borja?
-Pues aquí estamos, Dani.
Él cogió la mochila del muchacho y se la colgó al hombro, su tía le había avisado de que se había pegado un buen golpe hacía poco y le hacía daño llevarla.
-Gracias.
-No hay de qué.
Daniel echó un vistazo a toda la gente, a ver si encontraba a alguna cara conocida. Casi al otro lado de la muchedumbre, se topó con la cara de una muchacha de grandes ojos azules con un precioso pelo castaño con mechas oscuros. Hubo un momento en el que no consiguió apartar la mirada, unas milésimas de segundo.
-¿Quién es esa? ¿La conoces? -preguntó a Borja.
-¿Quién?
-Aquella.
-¿Esa?
-Sí.
-No sé... Pero creo que está en tercero.
-Um...
-¿Por qué?
-Curiosidad.
-¿Te gusta.
-El dejó escapar un resoplido.
-Sí, vaya... -dijo sarcástico.
-¿Entonces?
-¿Es que uno no puede tener curiosidad por una chica sin que quiera tener nada con ella? Me había parecido que ya la había visto antes. Anda, vamos.
Entonces la chica lo miró.

***

Cuando Violeta vio a ese galante chico moreno de ojos marrones que la miraba se quedó un poco sorprendida. Esperaba que mirara a otra persona, ella estaba con Rubén y no quería problemas. En seguida el chico se fue acompañado de un enano de primero. Ella se quedó con su imagen en la mente. No sabía por qué; pero había algo en él que había conseguido llamarle de alguna manera su atención.

sábado, 18 de mayo de 2013

La bella durmiente






 <<Buenos días princesa, he soñado toda la noche contigo, íbamos al cine y llevabas aquél vestido rosa que me gusta tanto. Pienso en tí, princesa, pienso siempre en tí. Y ahora...>>



Se estira y se recoge el pelo en una coleta.
En seguida, el teléfono suena. Sabe quién es de sobra.
  • Violeta.
  • Rubén.
La chica sonríe. Se ha acordado.
  • ¿Cómo estás? ¿Te has despertado bien?
  • Estoy bien...
  • ¿Seguro?
  • Ajá...
  • Sabes perfectamente que noto cuando estás mal – dice él con tono pesado. Ella no contesta – Violeta...
  • Te echo de menos... - dice ella con tristeza.
  • Y yo también, Violeta.
  • Quiero verte.
  • No sabes las ganas que tengo yo de estar contigo.
  • Y yo... - ambos aguantan unos segundos de silencio, escuchando la respiración del otro a cada lado de la línea – Tengo que vestirme para ir al instituto.
  • Claro, cielo. Buena suerte.
  • Gracias.
Ambos cuelgan al mismo tiempo.
Violeta se viste lentamente. Unos vaqueros, una camisa ajustada verde y un jersey largo. Unas botas con pelo por dentro que abrigan bastante.
Se suelta el pelo y lo deja desordenado sobre los hombros.
Sale de la habitación, coge su mochila y se la cuelga bastante baja a la espalda.
No le da tiempo a desayunar siquiera.
Abre la puerta y sale al exterior. Una brisa helada le enfría la cara hasta que se le acerca alguien desde un lado y la besa.
Ella lo empuja con todas sus fuerzas.
  • ¿Pero qué...? - aquel chico está riendo - ¿¡Rubén!? ¿Qué haces aquí?
  • Estuve a punto de decírtelo por teléfono, pero prefería guardar la sorpresa.
  • ¿Cómo has llegado aquí?
  • Me he mudado aquí, conseguí un piso hace bastante tiempo, para los dos, fue una suerte que os mudarais a la misma ciudad que yo había elegido.
Ella sonríe. Siempre elige todo bien. Lo besa.
  • Vamos, te llevaré al instituto.
  • Gracias.

***


  • ¿Jorge? ¡Jorge! ¿Qué haces aún en la cama?
  • Mamá... - se queja él mientras vuelve a taparse con el edredón.
  • ¿Estás enfermo?
  • Mmm... déjame....
  • No tienes fiebre. ¡A qué esperas para vestirte!
  • No quiero ir a clase... - dice bostezando bajo las sábanas.
  • ¿Por qué?
  • Porque estoy solo...
  • ¡Déjate de tonterías y vístete! - casi le grita su madre antes de salir de la minúscula habitación y dejarlo solo.
Jorge se destapa y resopla.
La echará de menos, la echará mucho de menos.

***

  • ¿Cómo se lo tomó Jorge?
  • Mal, muy mal.
  • ¿Qué hizo?
  • Me gritó, se enfadó conmigo y se fue.
  • Siempre fue un dramático...
  • Siempre será mi mejor amigo.
Rubén sonríe.
  • Eso está muy bien.
Violeta resopla con todas sus fuerzas.
  • Espero al menos que no lo pase demasiado mal...
  • ¿Cómo le va con su novio?
  • Están bien. Volverá el próximo viernes de París.
  • Ah, París – dice Rubén imitando un acento Francés.
Violeta ríe y lo besa en la mejilla.
  • Si quieres, puedes seguir viéndolo.
  • Está muy lejos... Tardos doce horas en autobús.
  • Sí, es verdad – Rubén sonríe a pesar de todo. Violeta lo mira sin entender.
  • Este es el instituto – dice señalando un alto edificio gris que parece más una cárcel que otra cosa.
  • Es...
  • ...horrible...
Rubén se fija en un hombre gordo y serio que hay junto a la puerta. Desde ahí puede ver una placa en su pecho en la que pone escrito << Director>>.
  • Mira, ahí está tu jefe.
  • Ese es el director.
  • Por eso lo digo.
Violeta sonríe y Rubén la imita. Se besan.
  • Gracias por hacer esto por mí.
  • Gracias por aparecer en mi vida.

***

Al terminar las clases, se abre paso entre los demás alumnos.
Las clases han sido todo miradas ofensivas. La controlaban y la juzgaban por todo. Aunque no se esperaba más después de ver a los alumnos y las instalaciones del centro.
Al salir, busca a Rubén por todas partes, pero no lo encuentra.
Suspira y anda por la calle.
  • Señorita – oye que la llaman – señorita... - Violeta se gira hacia el anciano y él sonríe - ¿Me permite que le pida un favor?
Ella ríe, algo confusa, pero al ver que el hombre habla en serio, se torna seria y no sabe qué decir.
  • Esto... yo...
  • Le importaría aceptar esta rosa, en honor a su belleza...
  • ¿Cómo?
El hombre le tiende una enorme rosa roja y ella la coge con cuidado, pero se pincha sin quererlo en un dedo.
  • ¡Oh, lo siento! ¡No sabe cómo lo siento!
  • No pasa nada... es solo una herida...
  • No señorita, alguien como usted no debería pincharse, podría caer en un sueño profundo...
  • En un ¿qué?
  • Las princesas no deben pincharse.
  • Las...
  • Venga conmigo, señorita, la llevaré a su castillo.
  • A mi ¿qué?
  • Sígame.
El hombre le coge una mano y la lleva hasta una cafetería cercana.
  • Pero yo...
Una camarera se le acerca y deja sobre la mesa una taza de café con un dibujo en la espuma. Un corazón.
Violeta sonríe. Ya sabe lo que pasa.
  • Perdona – le dice a la joven - ¿podrías decirme dónde está Rubén?
  • Lo siento, señorita, no conozco a ningún Rubén.
  • ¿No conoce a ningún príncipe?
  • No, señorita.
  • Gracias.
  • De nada. Y el café está ya pagado – dice antes de hacer una reverencia y volver al interior de la cafetería.
Después de beber el café y dejar una propina a la camarera, Violeta vuelve a casa.
La historia de la princesa se le está haciendo un lío en la cabeza, no ha visto a Rubén. Es todo muy raro...
Cuando llega, lo primero que hace es encerrarse en su cuarto y tumbarse en la cama, necesita descansar a pesar de acabar de tomarse un café.
En cuanto cierra los ojos, alguien la besa.
Rubén.
  • Buenos días, princesa.


sábado, 11 de mayo de 2013

Daniel Segovia.

 <<Nuestra vida es así porque de esta manera hemos llegado. Nunca os quejéis de vuestro pasado si os gusta vuestro presente; porque si un sólo ápice cambiara, ya no seríais vosotros mismos>>



Dani andaba tranquilo por la calle, con las manos en los bolsillos. Era viernes, y su madre lo había mandado a comprar el pan en cuanto había vuelto del instituto. Al parecer, habían vuelto ambos algo tarde del trabajo. Ese día, había quedado en ir con sus amigos a la discoteca; la hermana de Estrella los llevaría, como siempre. Estaba contento: había sacado un ocho en su examen de biología esa mañana. Intentaría que ni sus padres ni los enanos de sus hermanos le amargaran el día.


***


Llegó la hora a la que habían quedado y se despidió de sus padres desde la puerta. Salió a la calle. Minutos después, lo recogieron en un coche gris plateado. Dentro ya estaban sus amigas Ainoa y Estrella y los dos que siempre los llevaban, Mónica, la hermana de Estrella, y Damián, su novio. Ambos eran ya mayores de edad, y habían decidido tomarse un respiro no yendo ese año a la universidad; así que entrarían el año siguiente y mientras hacían pequeños trabajos que les servirían en sus currículums. Daniel se subió. Rezó porque Damián y Mónica no se pusieran con sus tonterías hasta que no se bajaran del coche. Pocas calles más tarde, recogieron a Eliot, su mejor amigo desde siempre. Su último amigo de la pandilla, Justin, no había podido ir por no tener permiso de sus padres, y los que estaban en otros institutos tenían muchos exámenes. Ellos tenían toda esa semana por fin libre.
Normalmente, solían ir solos a las fiestas y a las discotecas; pero habían querido ir a probar una nueva que ahora habían abierto, y que estaba más lejos. Por eso, sus padres se quedaban más tranquilos, porque creían que Mónica los vigilaba. Era verdad que los acompañaba y que los ayudaba; pero no era para tanto. Si no se le acercaban, ella no los molestaba: estaba demasiado ocupada atendiendo a los mimos y a las tonterías de su novio. Estrella y Ainoa siempre decían que eran muy monos cuando estaban los dos juntos, Eliot pasaba. Justin era más de la opinión de las dos chicas, y Daniel, mientras que no se pusieran a tontear en el coche cuando alguno de los dos estaba conduciendo, le daba igual.


***


Apenas dos horas más tarde, Lucas Rafael, el padre de Daniel, escuchó unos golpes en la puerta. Se preocupó, era demasiado temprano.
-¡Ya voy yo, cariño!
-Vale, Lucas.
Cuando abrió, se topó con la cara agobiada de su hijo que sujetaba, junto con Eliot, a un muchacho ebrio de, más o menos, su edad.
-¿Pero qué...?
-Sh. -le calló Daniel hablando más bajo- Que vas a alertar a todos los vecinos y a despertar a los niños, no grites.
-¿Quién es éste, Daniel? ¿No será por casualidad uno de tus amigos?
-No, papá, no es mi amigo. ¡Y si apenas lo conozco! Es un chico de la clase, padre, que se nos acercó y nos pidió quedarse con nosotros porque estaba solo. Así que lo dejamos; pero no nos dimos cuenta de que se emborrachaba demasiado. Nosotros en cambio no bebimos casi nada, papá, si ya lo sabes. Te lo prometo.
Él gruñó y miró al coche. Se asustó al ver a Estrella, que tenía dieciséis años al igual que Daniel, estaba sentada al asiento del copiloto. Ella se percató.
-Tranquilo, tranquilo, que yo no conduzco. -le dijo rápidamente- Que esa es mi hermana.
-¿Y has traído tú el coche hasta aquí?
-No, que va. Ha sido Mónica, te lo prometo. ¿Ves? Está aquí atrás, lo que pasa es que no quería perderse ni un mísero segundo de estar con su novio mientras su hijo y Eliot salían.
Mónica se asomó entre los dos asientos delanteros con una sonrisa.
-Anda y calla, hermanita.
Rafael vio al novio con una sonrisa pícara por detrás.
-Ay... Moniquita, vayamos a ver que voy a tener que hablar con tus padres.
Ella soltó una carcajada.
-¡Que va! Si ellos ya lo saben. Además, si Damián en realidad es muy bueno, ¿a que sí, Estrellita?
-¡Sí, sí! -exclamó ella en tono sarcástico.
Su hermana le revolvió el pelo y ella sonrió.
-Bueno, -miro al ebrio que tenía delante- ¿y qué hacéis ahora todos vosotros aquí?
-No, pues nada, -le dijo Mónica- que estos se han quedado con ese borracho y no podíamos dejarlo así sólo allí. Como no sabíamos a dónde llevarlo porque no sabemos ni dónde vive ni tampoco tenemos su número, pues te lo hemos traído a ver si podías ayudarnos; que eres el que vive más cerca.
-Um...
-De todas formas... -le dijo Daniel- ya quedaba poco para que nos fuéramos; estábamos cansados y mañana tendríamos que levantarnos temprano para empezar a hacer un trabajo...
La verdad, era que ese día habían jugado un partido de baloncesto, habían tenido educación física y luego habían estado en la discoteca. Y para colmo sabían que habían quedado para ir a correr al día siguiente. Por eso tenían pensado volver mucho más temprano que siempre.
-Sí... -dijo Mónica- Por eso íbamos a tener que salir de todas formas más temprano para traerlos y luego a volver a irnos; si es que sois unos enanos. -intentó picarlos; pero ellos la ignoraron.
Carolina, la madre de Daniel, apareció por la puerta.
-Pero... ¿qué es lo que pasa, cariño? -preguntó.
Cuando llegó, se quedó mirando al muchacho borracho y parpadeó. Eliot se encogió de hombros por toda respuesta y Daniel suspiró.
-Es un amigo de su clase... -le explicó Rafael- que se lo han traído porque estaba borracho y no han sabido qué hacer con él.
-Am...
-De todas formas, vosotros ya deberíais estar más acostumbrados. Que de adolescentes erais mucho más marchosos, y ya se sabe.
-Daniel...
-¿Qué? Es verdad. Por esa es la razón de que yo esté ahora aquí, ¿no? Porque os iba a ambos mucho la juerga.
-Cállate... -le regañó Eliot. Ya estaba harto de que su amigo se quejara de algo que, le gustara o no, le había dado la vida. Y seguía pensando que tampoco debía estar tan mal tener a unos padres adolescentes. A él le gustaría tener a unos padres más jóvenes, como los suyos, para que lo comprendieran mejor. Y aún así ya se llevaba bastante bien con los suyos.
-Vale... ¿Qué hacemos? -cambió de tema.
-Será mejor que lo lleves tú al medico, cariño. -le dijo Caro a su marido.
Él refunfuñó. Ya tendría que salir en mitad de la noche para llevar a un chico al que ni siquiera conocía. Pero su mujer tenía razón.
-¿Qué es lo que pasa, mami? -escucharon la voz de su hermano pequeño.
-Nada, Lucas. Duérmete.
-¿Pero es que no los habéis acostado todavía? -preguntó Daniel.
-Se nos ha hecho tarde.
-¿Qué es lo que pasa, mamá? ¿Ya ha llegado Daniel?
-¡¡Que no! ¡Que te calles y te duermas! -le respondió él.
-Anda, hola, Daniel. ¿Está por ahí Eliot?
El amigo se rió. Le caía muy bien el hermano pequeño de Daniel, y lo conocía como si fuera su propio hermano. Escucharon que el chico se levantaba y andaba hacia allí. La madre puso mala cara, no quería que su hijo viera al muchacho borracho allí en su puerta. Mientras, Lucas, ya se había puesto la chaqueta.
-Que no pasa nada, Lucas, vete a dormir.
Pero como escucharon que venía, alejaron al chaval y lo dejaron apoyado en una pared al cuidado de Ainoa, que salió del coche. Volvieron a la puerta y Lucas Martín bajó de las escaleras.
-Anda, hola, Martín. -le sonrió Eliot.
-¡Hola, Eliot! -le contestó él con una sonrisa.
Se acercó a él y lo abrazó, Eliot se rió.
-Bonito pijama. -le dijo con una sonrisa.
Él se sonrojó.
-Gra... gracias.
-¿Y es que llevas tu gorra hasta para dormir? -le preguntó quitándosela y colocándosela encima de la que él mismo llevaba. Él sonrió.
-De vez en cuando. -le dijo- Cuando se me olvida.
-Anda y quítatela. -le dijo con una sonrisa la madre.
-¿A dónde te vas, papá? ¿Es que te vas a estas horas a alguna parte?
-No, Lucas, no pasa nada. Me voy a acostar, igual que tú tendrías que estar haciendo.
Daniel ya empezaba ha impacientarse de que su hermano no se fuera.
-¿No tenías que irte a dormir, Martín? -le dijo.
-Uy... que ya voy, que ya voy...
-Venga, anda, y haz caso a tu hermano. -le dijo su padre.
-Sí, papá...
Entonces se asomó la hermana frotándose los ojos del sueño.
-¿Pero qué pasa, papás? -les preguntó con un bostezo.
-Hola, Carolina. -la saludó Eliot. Ella le respondió con una mano.
-¿Os queréis ir ya? Venga, Caro, que luego no te duermes. Lucas, a tu cuarto. -les ordenó directamente Daniel.
Ellos lo ignoraron.
-Lucas, Caro, ahora. Que no tengamos que decíroslo más veces.
Martín subió corriendo las escaleras y cogió de la mano a su hermana para llevársela.
-Buenas noches mamá, buenas noches papá.
-Buenas noches Lucas.
-Daniel, Eliot. -se despidió.
-Buenas noches, Martín.
-'Enas noches, papis. -les dijo la pequeña.
-Buenas noches, cariño.
-¡Que durmáis bien, pequeñines! -dijeron las chicas y Damián desde fuera.
-Buenas noches, chicas.
Por fin se fueron y Daniel miró a su padre. Él se puso bien la bufanda.
-Ahora llevemos al hospital a ése compañerito tuyo.
-Nosotros nos iremos a casa ya. -le dijo Ainoa.
-Pues anda y quita, hermanita. -le pidió Mónica a Estrella pasando entre los asientos a su sitio. Ella salió y su hermana se sentó en el asiento del piloto. Acto seguido, su novio lo hizo en el de copiloto- Vamos, Eliot.
El chico asintió.
-Buenas noches, señores. Buenas noches, Daniel.

***


Ya montados en el coche, con ellos sentados delante (Daniel lo acompañó para ayudar a controlar al muchacho) empezaron a hablar.
-Así que aún te molesta que fuéramos jóvenes.
-Papá, ya sabes que me ha molestado siempre.
-Sí, lo sé. Y por eso mismo digo “aún”. Pero, sigo sin entenderlo, ¿por qué te molesta tanto? Aún así siempre te hemos cuidado genial. -él bufó.
-Claro, genial cuando que me dejabais en casa de los abuelos cada dos por tres; así es que apenas me teníais que cuidar.
-Sí que lo hacíamos, Daniel. Y además, ¡tan sólo eramos niños! Pero si teníamos más o menos tu edad. Queríamos vivir de vez en cuando un poquito la vida e ir de juerga por ahí, como lo haces tú. Y además teníamos que estudiar. ¿Qué más querías? Y para entonces eras un mozuelo, si apenas ni te acordarás.
-Pues sí que me acuerdo.
-Además, no deberías de odiar tanto algo que te ha dado la vida. Recuerda que, si no, tú ahora mismo no estarías vivo.
-Em... No me cambies de tema. Que no estamos hablando de eso.
-¡Pues claro que sí estábamos hablando de eso! ¿De qué otra cosa íbamos a hablar?: Sabes que si tu madre y yo en ese momento no lo hubiéramos hecho, tú no hubieras podido nacer; por mucho que lo hubiéramos hecho luego más tarde. Así que no te quejes.
-Bueno, papá, cambiemos de tema. Que estás conduciendo y no es bueno discutir, haber si nos chocamos o algo.
Daniel aprovechaba casi cada oportunidad para recordarles que no le gustaba que hubieran sido sus padres tan jóvenes, y siempre se olvidaba de que no hubiera podido nacer de otra manera. Casi todo lo que le pasara, lo achacaba a eso. Y como también tenía razón a que habían sido menos responsables y maduros a la hora de criarle, no podían contradecirle. Pero, por mucho de lo que otros en su lugar pensaran, Rafael y Carolina no pensaban que aquello hubiera sido ningún error. Querían mucho a su hijo, y les gustaba su vida tal y como era, no les importaba que aquellos primeros años hubieran tenido que renunciar muchas veces a salir con sus amigos o a, simplemente, ser como los demás. Ahora tenían la mejor vida y la más feliz que habían podido desear, exceptuando los pequeños arrebatos de su hijo.
Tras un rato hablando, a Dani se le escapó comentar lo que algunos chicos habían comentado antes sobre ellos. Decían que eran muy guays y les gustaría tener unos padres como ellos. Rafael se sorprendió.
-¿Ah, sí? ¿Eso dicen?
-Pues sí... Sobretodo Eliot, que os conoce bien, y eso que a él le caen súper bien sus padres; pero él también dice que vosotros dos moláis mucho... Si es que en realidad hasta sois guays y to'; aunque sea sólo muy de vez en cuando.
Su padre soltó una carcajada.
-Gracias, chico.
-De nada, papá. -le sonrió.
-Bueno, ¿Y en tu grupo, que tal? ¿Cómo les va? ¿Hay por ahí ya alguna pareja o algo así?
-Ah, ah. -negó él- Todavía siguen buscando. Bueno, está Justin; pero ya está.
-¿Y tú? ¿Hay por allí alguna mozuela que te haga tilín tilín?
-Jo'er, papá, pero qué raro hablas. -sonrió él- ¿Que si hay alguna tía que esté buena y con la que quiera salir? Pues no, no la hay. O al menos no por ahora.


***


Justin esperaba a sus amigos cuando los vio aparecer, sonrió ante la cara de adormilado que traía Daniel, con sus ojeras enmarcadas.
-Hay que ver tíos pero qué lentos sois.
-No te quejes que tú al menos no has tenido que estar por ahí casi toda la noche dejando a un tío al que apenas conocías en el hospital.
Él sonrió.
-Se había quedado dormido y ha tenido que vestirse corriendo y desayunar en cuanto yo he llegado. -le explicó Eliot. Justin se rió.
-No te quejes que no has tenido que llevar al chavea ese.
Empezaron a andar hacia el sitio donde empezarían a correr.
-Jo'er, chaveas; pero que empanadera me traéis.
-Es que tú no estuviste en la disco anoche.
-Pues no haber ido. Bueno, venga, y ahora contad: ¿quién era el chavea ése y qué le pasó?
-Pero qué cotilla eres.
Él chasqueó la lengua y se encogió de hombros.
-Desde siempre. Si es que yo creo que esto ya es de naturaleza. Bueno, y ahora: contad.
Como sabían que a Justin le gustaba mucho escuchar y que les pediría que se lo contaran todo; lo hicieron con todos los detalles que pudieron. O, bueno, más bien Eliot lo contó hasta que no pudo seguir contando más porque él ya no estaba al haberse ido a su casa y dejó a Dani empezar a hablar.
Fueron a correr y, más tarde, irían a la casa de otro amigo a estudiar; ya que estaba dando el mismo tema en su instituto y había algunos apartados que unos no entendían y los otros sí.

viernes, 10 de mayo de 2013

Vidas unidas ♪♥

Personajes.




Daniel.

Está en cuarto de ESO, estudiando en ciencias. Le gusta tocar la guitarra y jugar al baloncesto; pero no es para nada un genio en ninguna de estas cosas. Lo que más le importa en el mundo son sus amigos.
Algo tímido y desconfiado; aunque en cuanto coge confianza es amistoso y gracioso. Si no lo conoces, puede parecer borde. Listo y responsable, se puede confiar en él. Suele resultar un chico muy especial, de gran corazón.
Su pelo es color negro azabache, y su tez morena. Tiene unos profundos ojos marrones.
A veces tiene problemas con su familia; para él, típicos de la edad.






Lucas Martín y Carolina.

Son hermanos de Daniel.
Lucas tiene diez años, su pelo es rubio y sus ojos claros. Se parece mucho a su hermano en cuanto a los gestos y algunas poses. Le encanta la música, que es su mayor hobby y cualidad, casi siempre lleva gorra. Daniel es su mayor ídolo, y siempre dice que de mayor quiere ser como él (aunque músico); pero éste no piensa tan bien de él. Para Daniel es su enano incordioso personal; pero en realidad lo quiere mucho, aunque no lo demuestre.
Carolina tiene cuatro años. Es graciosa y simpática, sobretodo cariñosa. Lucas la cuida mucho, y Daniel también; pero sólo por obligación. El hermano mayor odia tener que ser el niñero de los dos pequeños.

Lucas Rafael y Carolina.

 Padres de Daniel. Tuvieron a éste muy jóvenes, lo cuál Dani detesta. Por ello, no supieron como cuidarlo bien y muchas veces no saben qué hacer con él. Lo tuvieron de adolescentes, por lo que siguen siendo padres jóvenes.
Al padre le llaman por sus dos nombres por igual, igual que a su hijo; pero nunca con los dos juntos.




Eliot.

El mejor amigo de Daniel, lleva la voz cantante del grupo de amigos. Es gracioso, simpático, amistoso... Se puede confiar en él, y siempre parece saber cómo ayudar a la gente. Se le da muy bien ponerse en el lugar de otros. Tiene muy bien marcado su propio estilo, y sabe lo que quiere. No cambiará su forma de ser por las opiniones de los demás. Cuando se lo propone, es muy romántico.






Justin.

El tercer muchacho del grupo. Él, Daniel y Eliot llevan juntos casi desde la guardería. Justin prefiere escuchar que hablar; pero cuando lo hace puede dejarte pensando en su frase todo el día. Está haciendo el cuarto de arte. Es el típico chico al que toda chica pediría ayuda para ligar con alguien. Se lleva bien con casi todo el mundo, si a él no le cae bien alguien, tiene algo malo. Suele atinar con sus predicciones.






Ainoa.

Es una de las dos chicas que tienen la suerte de poder estar en el grupo de Dani. Ella, Estrella y los tres chicos, forman su grupo dentro del instituto; ya que el resto de sus amigos y amigas no están allí.
Ainoa es muy guapa; pero no es la típica que presume de su belleza para tener novios sin parar. Cuando salga con alguien, quiere que sea su amor verdadero. Es muy lista y observadora, se da cuenta de todo. Estudia humanidades.






Estrella.

Es la mejor amiga de Ainoa desde siempre. Tiene una hermana mayor de 18 años que, junto con su novio, les ayudan y les llevan a todas partes.
Lo que más le gusta es reír. Es una chica graciosa, risueña e inocente. Lo mejor de ella: su sonrisa, brillante como su nombre. Al igual que los otros, es muy responsable; pero, como todos, adoran las fiestas, las discotecas y salir de marcha. Estudia humanidades y aún sueña que existe un príncipe azul, al contrario que Ainoa.







Violeta.

Es de tercero. Es muy trabajadora cuando se lo propone, aunque está bastante loca. Es muy formal delante de sus padres. Es castaña con mechas oscuras y los ojos grandes y azules. Está saliendo con Rubén.
Por el momento, está enamorada de su novio y no le interesa ningún otro chico ni siquiera para ser amigos.
Su mejor amigo es gay.








Rubén.

Tiene quince años más que Violeta, pero está enamorado también, aunque eso no le quita tener amigas.
Tiene 30 años. Es una MUY buena persona y no traicionaría a Violeta, para él su vida se basa en ella.
Está ahorrando para comprar un piso para Violeta y para él cuando ella termine el instituto.
Es castaño y tiene una MAGNÍFICA sonrisa. No se lleva bien con los padres de Violeta, que quieren que corten.











---------------------(a partir de aquí, vamos añadiendo a los personajes a la vez que transcurre la historia)--------------------------





Peter.

¿?
















 Agustín.

 Es moreno, alto y musculoso. Su pelo es negro, entre lacio y ondulado. Tiene los ojos marrones e intensos y una sonrisa brillante.















Jorge

Tiene el pelo castaño y los ojos marrones. Es alto y delgado.






















Robin

Hermano mayor de Ainoa. Veinte años. Está estudiando segundo de carrera. Es muy simpático y se lleva bien con los del grupo. Responsable, cuida mucho de su hermana. Se moriría si a ésta le pasara algo. No lleva tatuajes ni pendiente, siempre le han dicho que es un poco santurrón. El único tatuaje que lleva está en la parte de atrás del hombro, y muy pocos lo han visto. Quitando pocas cosas, podría ser un buen ejemplo a seguir.










 Jake

Primo de Peter.
Está en el curso de Violeta, y en su instituto. Es de los populares, fuma, bebe, se droga... Es muy creído y chulo.



 









  Samuel

Está en el instituto de Jorge.
Es el cabecilla de un grupo, y es muy gamberro y creído.















Antonio.

Es el hermano pequeño de Justin, tiene once años y es una versión pequeña de él, sobretodo físicamente. Les encanta pasar tiempo juntos, y es un gran apoyo para Justin aunque ni él mismo lo sepa.

 








Sam.

Es la nueva compañera de Violeta; pero por alguna razón no parece llevarse muy bien con el grupo...