domingo, 29 de septiembre de 2013

Esa sonrisa


 

 A veces, una simple sonrisa, te cambia el día, te hace ver tu mundo de una forma diferente, te convierte en alguien mejor.

Es muy posible que esté un tiempo sin amigos en clase, pero no le importa. Quiere concentrarse en no volver a ser el centro de las burlas de todos, ya recibió su lección.
Además, sigue doliéndole la cabeza.
Una chica se sienta en la mesa de delante, la mira extrañada y luego le sonríe. Ella le devuelve la sonrisa.
La clase está menos organizada que en su anterior instituto, pero le gusta más. Tiene los típicos colores en las paredes que todos los centros de la región.

-¿Eres nueva? - le pregunta un chico con pinta de ser el graciosillo de la clase. Lástima que esté sentado a su lado, no le gusta la gente así.

Ella asiente, en silencio.

-Soy Emilio, encantado – le dice, tendiéndole la mano. Ella lo observa unos segundos. Tiene una mirada realmente atrayente, una forma especial de mirarla. Acepta su saludo y le aprieta la mano - ¿Cómo te llamas?

Parece correcto a pesar de todo.

-Violeta.

-Un bonito nombre para una bonita cara – dice la chica que le ha sonreído antes.

No se había dado cuenta de que los estaba observando. Le vuelve a sonreír, bastante agradecida. Quizá necesitaba un cumplido que viniese de una chica, que podría acabar en amistad.

-Soy Sam, de Samanta – dice ella sonriendo de nuevo. Una sonrisa preciosa, dicho ya de paso. Se levanta y se acerca a ella. Violeta no tiene más remedio que imitarla. Se dan dos besos en las mejillas – Encantada, Violeta.

-Igualmente.

-Si puedo hacerte una pregunta... - dice Emilio, intentando volver a ser el centro de atención – si no te molesta... - ella niega sonriente con la cabeza - ¿Por qué te cambiaste tan de repente de instituto?

-Bueno, no ha pasado tanto tiempo desde que empezó el curso – comenta Sam – Podría estar de vacaciones...

-Pero ya nos ha dado tiempo a conocernos todos – se explica el chico, que al observar la mueca de descontento de Violeta hacia su comentario, se corrige -, pero encajarás, no te preocupes.

Ella se sienta en su sitio con una gracia ciertamente admirada. Nada que no haya perdido tiempo ensayando para no quedar demasiado mal.

-En realidad estaba en otro instituto antes de venir a este – aclara – Me cambié por... razones personales.

Emilio sonríe. Vaya, su sonrisa intimida un poco, al contrario que su mirada. Eso la desconcierta.
Sam lo observa distraída.

-Eso te aporta cierto misterio – dice el chico, aún sonriendo – será interesante.


***

-¿Te gusta Jose?

-¿Jose? - pregunta Jorge desconcertado.

El chico rubio le sonríe. Es muy guapo. Lleva el cabello despeinado, pero en cambio, parece estar cada pelo en un sitio muy concreto, todo demasiado perfecto. Tiene unos grandes ojos sin llegar a ser saltones con los que mira nervioso a su al rededor buscando o esperando algo o a alguien.
No puede evitar tenerle miedo. Lo tiene atrapado contra la pared.

-¡Sí! - empieza a cabrearse - ¡Mi amigo Jose!

-¿Con el que te peleabas en el recreo y el que te hizo ese moratón en el ojo?

-Ese mismo.

El chico rubio, del que no conoce el nombre, sino su mote, da un paso para atrás, dejándole por fin ver lo que hay y quién hay a su al rededor.

Allí está Jose.

Le han dado una buena paliza. Pobre.
Supone que no podrá decir nada a propósito. Aunque si tiene suerte, podrá llegar a casa, cambiarse la camisa rasgada y la cara de tierra del patio. Jorge lo mira con pena, intenta proporcionarle algo de apoyo con la mirada.

-¿Te gusta Jose? - le repite el chico rubio.

-Ya tengo novio, gracias – dice Jorge muy serio, que empieza a entender lo que pretenden.

En realidad, sabía que no iba a pasar nada bueno desde que le lo agarraron del brazo al salir del instituto y lo llevaron casi en volandas hasta aquél callejón.
Le preocupa la forma en que lo mira ese tal Jose. Parece querer decirle algo, pero no logra saber qué.

-¡No le gustas a nadie, Jose! - se burla otro de los amigos del chico rubio.

-Que pena...

-¡Parece que alguien ha perdido una apuesta! - se burlan los demás chicos.

Las miradas están concentradas en Jose, a quien están sacando del callejón a empujones. ¿Qué habrá apostado? Traga saliva, nervioso, le horrorizaría que lo obligasen a verlo.

Jorge se da cuenta entonces de que el chico rubio y perfecto lo está mirando fijamente.
Nadie lo nota, nadie ve cómo se acerca a él y le susurra algo al oído.

-¡Ya te puedes ir! - le grita uno de ellos a Jorge, señalándole la salida del callejón.
El chico evita mirarlo a los ojos, pero sus palabras se han quedado clavadas en él. Se repiten una y otra vez.
Sale corriendo de allí.
Aquellos chicos le sacan la mayoría uno o dos cabezas, son jugadores de baloncesto.

Anda preocupado pensando lo que podrán hacerle al pobre Jose. Está casi seguro de que lo provocaron para meterlo en aquella pelea.
Pero algo sobrepasa a todas las emociones: el chico con cuerpo de modelo de bañadores y cara de cantante famoso, el chico por el que todas babean, le ha pedido quedar para más tarde.
NECESITA saber lo que quiere.

***

-¿Se puede?

-Pasa, tranquila.

-Buenos días, señor. Quería avisarle de que el jefe en persona de la empresa americana está aquí.

-Ah, ¡perfecto! - dice algo más animado – Gracias, Ana.

-De nada, señor.

La secretaria sale del pasillo.
Rubén se levanta y da un paseo de unos segundos por el despacho para alisarse la camisa y apretarse la corbata.
Lleva esperando mucho tiempo para esto.
Si todo va como está planificado, posiblemente su empresa acabe expandiéndose a Estados Unidos.
Ha trabajado tantísimo, ha dejado a Violeta, se ha esforzado tanto... está tan cansado.
Algo dentro de sí mismo le dice que justamente por esa sola razón no conseguirá lo que se propuso hace unos meses.
Es la hora. Se mira los puños de la camisa una vez más, se arregla el pelo con las manos y un poco de gomina y sale al pasillo.

En seguida, su ayudante y un traductor lo empiezan a seguir.
El joven de gafas de pasta, chaleco gris y camisa blanca, un chico de unos veinte años que contrató básicamente por ser el sobrino de un amigo, le tiende un café con leche y sin azúcar.

-Gracias – dice antes de dar un sorbo -. Procura tomar nota de todo lo que pase, esto será interesante.




miércoles, 18 de septiembre de 2013

Estima


Quiérete y respétate a ti primero; porque si no lo haces tú, nadie va a apreciarte.


Nada más llegar al instituto, sonriente, se encuentra a Peter, fumando. Tiene un cigarrillo en la mano, puede ver la caja de tabaco en su bolsillo. En su otra mano, tiene el mechero. Está solo, y no tiene muy buena cara. Se acerca a él.
-Pero... bueno, Peter ¿qué te ha pasado? ¿No decías ayer que ibas a dejarlo?
-Lo que dijera ayer ya forma parte del pasado, Justin.
-Pero... Creía que estabas preocupado... ¿por qué fumas?
-El tabaco es el único que me comprende.
-Eso no es verdad, Peter... Aquí estoy yo, si quieres puedes contármelo... sea lo que sea lo que te pase.
-Ajá, “puedo”; pero no “quiero”.
-¿Y qué te he hecho yo para eso?
-Tú nada. Por ahora.
-Pet... ¿Qué ha pasado desde ayer a hoy?
-Mucho, demasiado. Ahora déjame, no tengo ganas de hablar ¿vale? Y sobre lo que te dije ayer... Olvídate de eso.
Justin notó que Peter empezaba a impacientarse y ponerse nervioso. El muchacho miró por el rabillo del ojo a la misma dirección que él. Se acercaban los populares.
-Creía que no te importaba la popularidad. O al menos eso mismo me dijiste ayer.
-Ya, y yo también lo creía.
-¿Entonces...? ¿Qué...?
-Déjame. Ya te he devuelto el favor. Ahora vete.
Una mano cogió a Justin del hombro desde la espalda y lo empujó para atrás.
-¿Qué te pasa, Peter? ¿Te está molestando este pequeñín?
-Bah, déjalo.
El nuevo muchacho, que iba acompañado de todos los demás populares, se fijó en el paquete de cigarrillos.
-¿No decías que ibas a dejar de fumar? Creía que te preocupaba que acabaras igual que tu primo... ¿Te ha podido, eh? -dijo con una sonrisa pícara.
-Sí, mi adicción puede más que todos mis miedos. Y, como el tabaco, no hay nada, amigos.
-¿Qué no? Están la María, la Coca, la heroína...
Él sonrió.
-Bueno, sí, esos también.
-Eres sorprenderte. Tu primo encerrado en la UCI por eso y tú... Total, él era un debilucho, no creo que te pase a ti lo mismo; pero... Creía que tenías miedo a que te pasara lo mismo.
-Total, a lo mejor tengo más suerte que Jake y yo me muero directamente.
El muchacho alzó las cejas.
-¿Lo dirás de coña, verdad?
-¡Pues claro, hombre! No soy tan gilipollas.
A Justin le parecía que había algo de seriedad en lo que había dicho. Pero, por una vez, estaba enfadado, y pasó de largo dirigiéndose hasta la clase.

***

Violeta había conseguido por fin convencer a sus padres. Hubiera preferido que la acompañara Rubén; pero no. En lugar de eso la acompañaría su padre. No tenía ganas de vestirse ni de nada. Desayunó despacio y subió a su habitación a cambiarse.
-¡VIOLETA! -la llamó su madre.
-¡Sí, mamá, ya voy...! Todavía hay tiempo...
-¡Han venido tus amigos a recogerte!
¡¿Qué?! Pensó ella. Se asomó a las escaleras. Dani le saludó con una hermosa sonrisa. A su lado estaba Eliot.
-Eh... Esperad un momento.
Terminó de arreglarse a todo correr y se colgó la mochila al hombro. Se despidió de sus padres y salió con los muchachos.
-¿Cómo es que habéis venido?
-Ya te lo dijimos, estaría bien que viniéramos a recogerte todos los días.
-Ya... Pero, no sé por qué, no me lo creía del todo.
-Pues ahora lo ves. Nosotros no somos así, no defraudamos a la gente ¿eh? Cumplimos nuestras promesas.
-Bueno... Eso... No era una promesa.
-Es igual.
Ella sonrió. El que llevaba hablando todo el tiempo era Dani, Eliot le dejaba a él ser el centro de atención mientras miraba a ambos lados de la calle, distraído.
-Así que, si te parece bien, de hoy en adelante te acompañaremos todos los días a tu instituto.
-Ah, ah. -le corrigió ella- A vuestro instituto. -los dos la miraron frunciendo el ceño- ¿Aún no os lo he dicho? ¡Me cambian de instituto!
-¡Guay! ¡Eso es genial! -sonrió Daniel.
-¡Ya ves! -afirmó Eliot.
Pero Violeta seguía preocupada. Le preocupaba si de verdad los chicos de ese instituto serían mejores o... serían tan malos como los del anterior. Pasaron a recoger a Ainoa y Estrella, que también aplaudieron la idea del cambio de instituto de Violeta. Cuando pasaron por la casa de Justin, la madre del joven les dijo que éste ya había salido; así que se dirigieron al instituto. Al llegar a su planta se separaron. Las chicas se fueron a su clase, Eliot a la suya y Dani se quedó con Violeta.
-¿Te importa que nos acerquemos a ver cómo está Justin antes de que te lleve hasta tu clase? No es muy normal que haya venido hasta aquí el solo en vez de esperarnos...
-Claro, claro.
-Bien, ven.
Entraron en la clase de Justin, bordearon sillas, pupitres y gente y llegaron hasta él. Estaba sentado, solo como de costumbre, con la cabeza apoyada en ambas manos y mirando un libro que había en la mesa.
-Ey, ¿qué te pasa Justin? -le dijo Dani a modo de saludo dándole una palmada en el hombro.
-No me pasa nada. -contestó él, enfrascado en lo que estudiaba. Violeta echó un ojo. Latín.
-Sé que sí, no es normal que te vayas tú solo de casa. ¿Qué te pasa?
-N-A-D-A. NA-DA. ¿Vale?
-Sí que te pasa.
-No.
-Dímelo.
-Mira, intento estudiar, ¿vale? ¡Déjame en paz!
-Te pasa algo. Sabes que puedes confiar en mí.
-¡Que no me pasa nada, coño!
Dani lo tiró de la silla echándola para atrás al tiempo que le decía “sabes que sí”.
-¡Daniel! ¡Me cago en tos tus muertos! -se quejó él desde el suelo.
Daniel le tendió la mano para ayudarle, él se la rechazó, se levantó, colocó la silla y se volvió a sentar.
-Tengo un examen de latín ¿vale? No me sé una puñetera mierda y ya sabes lo nervioso que me pongo yo con los exámenes.
-Bueno, eso ya me lo creo más; pero no el hecho de que hables tan mal hoy. Además, normalmente cuando vienes antes para estudiar, sueles llamar antes para avisar.
-Bueno, pues hoy se me olvidó ¿vale?
Daniel frunció el ceño, y se sentó a su lado para preguntarle si se había peleado con A sin que Violeta lo escuchara. Él volvió a negar. Así que Dani se dirigió a salir de la clase cuando se encontró con que la profesora de Justin ya había entrado y lo miraba con los brazos cruzados.
-Espero que pueda explicarme usted, señorito, por qué razón ha tirado al suelo a su compañero.
Dani se quedó de piedra, y Justin se le adelantó.
-No... ¡no pasa nada, profesora! De verdad, no ha sido nada.
-Yo les he estado viendo y no ha sido nada, profesora. -lo defendió Violeta.
-¡Dani es su mejor amigo! -se entrometió Marga- Nunca le haría daño.
-Está bien... Pero que no te vuelva a ver yo a ti armando follones por ahí ¿eh?
Dani asintió.
-Y en verdad no es mi mejor amigo, es sólo un buen amigo.
Violeta miró a Dani, sin comprender demasiado bien.
-Eliot es mi mejor amigo desde que eramos pequeños. El suyo es un chiquillo que se llama Agustín.
-Oye, que de chiquillo no tiene nada. Te saca un año y es mucho más grande y listo que tú.
Violeta lo miró extrañada de que hablara así de otro amigo.
-¿Qué? Ya que no puedo chulear de mí mismo tendré que chulear de alguien, ¿no?
-Bueno, ¿encima de que vengo antes para que podáis terminar el examen me vais a retrasar? -les llamó la atención la profesora.
Justin se despidió de ellos y se quejó de que no le hubieran dejado aprovechar para estudiar.

***

-¿Justin tiene la autoestima baja? -le preguntó Violeta a Dani cuando hubieron salido.
-Justin no es capaz de estar nunca seguro de sí mismo. Y hay varias partes de sí mismo que ni él mismo acepta... Siempre se apoya en nosotros, su amigo Agus o su pareja. Pero siempre se preocupa más de los problemas de los demás con tal de distraerse y no tener que pensar, supongo yo, en lo que a él mismo le pasa o lo que piensa sobre él para no tener que deprimirse... ni enfrentarse a sus problemas.
-Ams... Es muy triste.
-Mira... Eso es lo que yo creo; pero nadie lo sabe.
-Um... ¿Y su familia, en ellos no se apoya?
-Ems... Tiene un hermano de once años, que está casi a punto de cumplir doce, con el que se distrae mucho. Le alegra y ayuda estar con él; pero... No se le da muy bien hablar de sus problemas con sus padres que digamos, y su hermano es demasiado pequeño como para agobiarlo.
-Uf...
-Ya... Al menos, gracias a su pareja, se ha crecido mucho y le ha subido la autoestima bastante. Supongo que eso de que te digan todo el tiempo que eres una persona perfecta y todas las buenas cualidades que tienes debe de sentar bien.
-Mejor... No sabía que Justin tuviera pareja.
-Supongo que hay muchas cosas de nosotros que aún no sabes. Nos acabas de conocer.
-¿Alguno más de vosotros salís con alguien? -preguntó por curiosidad.
-No. Pero según Justin a todos menos a Eliot nos gusta alguien.
-Justin sabe todo sobre vosotros ¿no?
-Justin sabe de todo sobre todo el mundo. Lleva toda su vida observando, y ahora le toca aprender a actuar. Ahí está tu clase. -se la señaló.
-Gracias.

***

-¡Ey! ¿Qué te pasa, marica? -le preguntó Samuel.
-No me llames así. -replicó Jorge.
-Ey, yo te llamo como me dé la gana ¿te queda claro? -Jorge agachó la cabeza- Además, ¿no es lo que eres?
-Sí; pero yo tampoco te llamo a ti “heterosexual”.
-Puf.. Como si eso fuera malo.
-Ni lo mío tampoco.
-¿Que no? Lo que tú tienes es una enfermedad mental.
-Bueno, pues no te metas con los enfermos. ¿O es que a alguien con cáncer también le llamarías “cancerígeno” o algo así?
-Pues por qué no.
-Uf... Que imbécil eres...
-¡¿QUÉ?! ¡¿TÚ te vas a meter CONMIGO?!
Todo el grupo echó a correr detrás de él. Por suerte, Jorge tuvo reflejos y empezó a correr antes. Vio a la profesora abrir la puerta y se coló delante de ella antes de que los muchachos lo pillaran.

***

Jus encontró a Ainoa sentada sola en el recreo. Había terminado un examen antes que Estrella y no había buscado a los chicos al salir de clase. Dani y Eliot estaban enseñando el instituto a Violeta. Jus notó que se encontraba mal e intentó olvidar su enfado, por ella. Se sentó a su lado.
-Hola, Jus... -saludó ella.
-Hola, Ainoa. ¿Te pasa algo? -ella negó con la cabeza- Um... y oye, ¿te has lanzado a decirle algo a “el”? -le dio un codazo mientras sonreía pícaro.
-No, no me he lanzado a decirle nada a “el” -contestó ella mirándolo con mala leche.
Justin sonrió. Le encantaba chincharla. Ainoa pensaba que Jus había tenido una muy buena idea al llamar “el” a Eliot, nadie se daría cuenta que era, en realidad, una acortación de su nombre.
-De todas formas... No creo que alguien tan perfecto como él quisiera salir con alguien tan... como yo.
Justin parpadeó y la miró a los ojos.
-¿Y qué tienes tú de malo?
-Mírame... Como si no hubiera muchas chicas mejores que yo que estarían locas por estar con él...
El chico la entendió de golpe.
-Mira, Aino... No es que yo sepa mucho de chicas, pero sé reconocer una cosa hermosa cuando la veo. Y tú lo eres.
-Gracias... Pero no lo creo.
-¿Qué no? Pues te aseguro yo que lo eres. Además, de todas formas eso no debería importarte ¿no? No creo que Eliot vaya a salir con alguien por su físico, si no por su personalidad. Y la tuya es maravillosa.
-No lo creo... Y, de todas formas, ¿cómo puedo estar tan segura de eso? ¿Alguna vez ha salido con alguien?
-Bueno, vale, puede que no lo sepas. Pero yo lo conozco bien y te lo aseguro. Estoy tan seguro de ello como puedo confirmar que Agus es igual.
-¿Y cómo lo confirmas con Agus?
-Pues, bueno... está conmigo ¿no?
Ainoa se quedó parada. No le gustaba escuchar hablar a su amigo así de si mismo. Jus lo sabía, y lo había utilizado contra la chica.
-Pero... Jus, tú eres muy guapo.
-Ya, claro, ¿y ahora también me dirás que soy el más guapo de todo el instituto, no? -replicó con sarcasmo.
-Hombre... no... Pero eres guapo, y eres una grandísima persona. Yo creo que, si fueras hetero, hasta podrías sustituir a Eliot.
Los dos sonrieron.
-Pues igual que tú, que eres preciosa y no te lo crees.
-En fin... habrá que creerte. ¿Tú eres el tío, no? -ironizó ella.
Justin le respondió con una sonrisa.
-¡Ey, chicos! ¿De qué habláis?
Estrella saltó para ponerse entre los dos, cayendo en las piernas de ambos. Consiguió hacer reír a Ainoa. Estrella siempre contagiaba alegría.

***

Justin recibió una llamada nada más entrar en su habitación. Bufó. Dejó la mochila y sacó el móvil a ver quién era. Contestó.
-¡Buenas tardes, cielo! ¿Qué tal el día?
-Hola, Agus.
-Ups... ¿Qué te pasa? Pareces enfadado... ¿quién ha sido capaz de enfadarte, a TI?
-Mira, Agus, hoy no tengo ganas de hablar ¿eh? Ya te llamaré...
-¡¿Qué tú no tienes ganas de hablar?! Muy gordo debe de haber sido... ¿quién ha sido el payaso? Cuéntamelo, cariño, ¿qué te pasa?
-Mira, que no tengo ganas de hablar. Te cuelgo.
-Como cuelgues, corto contigo. -le amenazó él.
-No se puede ir dando amenazas por la vida.
-No; pero supongo que funciona. ¿A que sí?
Justin suspiró y se dejó caer en la cama.
-¿Qué quieres?
-Hablar contigo. Cuéntamelo todo, Jus. Dime qué te ha pasado. Ya sabes que quizás yo pueda ayudarte.
-Peter. Pedro González, eso es lo que me ha pasado.
-UFF... Ese tío es gilipollas, Justin, no lo escuches. No le hagas NI CASO; porque no se lo merece.
-No es nada, Agus, ya está olvidado. Sólo que estoy cansado.
-¿Cansado de qué?
-Del insti.
-Sabes que no.
-En parte sí.
-¿Y la otra parte?
-Estoy cansado de tener que preocuparme por los problemas de los demás y tener que solucionarlos o sentirme mal yo.
-Pues no lo hagas.
-Supongo que va con mi naturaleza.
-Posible. ¿Y a quién le pasa algo? No será a Peter... ¿verdad? -en su tono había un pequeño tinte de amenaza.
-Sí... -respondió él, esperándose lo peor.
-Pero... ¡Justin! ¡¿Eres tonto?! A ese tío ni caso, que es imbécil. Le pase lo que le pase.
-Todo el mundo tiene derecho a cambiar, Agus...
-Pues no creo que lo haga. ¿O es que él está haciendo algo para que eso pase?
-Pues la verdad es que no...
-No quiero que te acerques más a él, Jus.
-¿Y tú quién eres para prohibírmelo, mi padre?
-No, soy tu novio.
-Pues entonces déjame hacer con mi vida lo que quiera y ocúpate tú de la tuya.
-No puedo. Porque tú eres mi vida.
Los sobrecogió un silencio un tanto incómodo. Al otro lado de la línea, Agus se mordía el labio inferior esperando una respuesta.
-Bueno, pues es igual. Además, no me pasará nada por acercarme a él, Agus, no me hará daño.
-Sí que lo hará. Sobretodo porque tú te coges muy a pecho las malas palabras y luego vas y te las crees. Y eso te hace daño, Justin, lo sabes. Te echará la autoestima por los suelos.
-Bueno, pues aquí estarás tú para volver a recordarme lo muy especial que soy ¿no?
-Hombre, pues claro. Y eso haré siempre.
Justin sonrió.
-Bueno... y ahora en serio que tengo que dejarte, cari, me llaman para comer. Adiós, Agus, te quiero.
-Adiós, cielo. Te llamo luego.
-Gracias por todo.
-Gracias por ser así.

***

Llamó a su madre, sentado en la acera. No tenía muchas esperanzas de que le respondiera.
-¿Sí?
-Soy yo.
-Ah, hola, Pedro. ¿Qué te pasa ahora?
-Me han puesto un parte y... he perdido el autobús. ¿Puedes venir a recogerme?
-No. Y hoy a casa no vuelves. Primero lo de tu primo y ahora... ahora esto. ¿Ya te han expulsado?
-Quince días. A la próxima me echan del insti.
-Tú verás. Te tengo que dejar.
-Pero... mamá... ¡No puedes dejarme fuera otra vez!
-¿Ah, no? Pues ya verás cómo lo hago. Adiós.
La mujer le colgó. Peter suspiró y se dejó caer la cabeza en la mano. Quería llorar, quería dejar que el dolor se fuera con sus lágrimas, quería expulsarlo todo y relajarse, llorar. Pero no podía, y no iba a hacerlo. Era incapaz. Estaba harto de sufrir tanto, harto de que importara una mierda a su madre. Harto de que importara una mierda a todos. Volvió a reconstruir el caparazón de piedra en torno a su corazón, que era lo único que le protegía. Volvió a decidir que, si Pedro sólo sufría, prefería mil veces ser el capullo de Peter. Volvió a elegir la popularidad y los porros, que era lo único que no le dejaba de lado, que le llenaba por dentro. Cogió el móvil y llamó.
-¿Sí?
-Hola, Maia.
-Ah, eres tú. ¿No te he dicho un millón de veces ya que no quiero cuentas contigo? Joder, a ver si descubren que con quien hablo es contigo, pardillo...
-¿Dónde estás?
-En el baño, esperando a que mi amiga salga.
-Vosotras y vuestra estúpida costumbre...
-Uf, cállate. ¿Qué demonios quieres?
-Me han echado del insti y mamá no me deja entrar en casa. Me preguntaba si podrías traerme algo de comer.
-¿Yo? ¿Y que me vean en algún sitio público contigo? Ni loca.
-Tía estás en primero de la ESO. No puedes ser tan popular.
-Hombre, si fuera como tú, no. ¿Por qué no te compras tú algo?
-No tengo dinero.
-Ya, te lo habrás gastado en porros.
-No. Y de todas formas, eso no importa.
-La verdad es que no, son tus pulmones. Me preocupan mucho más los pulmones de Jake. -le echó en cara.
-¿En serio que te preocupa más tu primastro que tu hermano?
-Pues claro. Si el hermano eres tú... Mira, te dejo, apáñatelas como quieras.
Su hermana le colgó. Volvió a llamar.
-¿Diga?
-Soy Peter.
-¡Tío, eres tonto! Que estoy en el cole... como me quiten el móvil por tu culpa...
-¿Y entonces que haces con él encendido?
-No importa. Habla rápido, ¿qué quieres?
-Mamá ha vuelto a echarme de casa. Y tengo hambre.
-Mira, ayer te lancé una bolsa de frutos secos porque estabas cerca y me dabas pena; pero no pienso ir a buscarte. ¿Por qué te ha echado?
-Pues por no tener que volver a verme la cara, supongo.
-No me extraña. Ojalá yo también pudiera echarte de vez en cuando...
-En fin, adiós.
Su hermanastro estaba en sexto de primaria. Se llevaba muy bien con su hermana; pero negaba que él fuera su hermano. Aprovechó lo bueno de la popularidad: tener muchos contactos. Tras pocas llamadas encontró lo que buscaba. Alba le dijo que sus padres todavía no habían vuelto y que podía quedarse a comer si luego se salían a echarse unos porros. Trato hecho. Llamó de nuevo a su madre.
-No tengo tiempo, Pedro. ¿Qué quieres?
-Decirte que me voy a casa de una a comer, que luego me voy a echarme unos porros con los tíos y que duermo en la casa de una.
-Haz lo que te de la gana. Pero déjame, que estoy trabajando.
Colgó. Lo que había pensado.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Distacia





Distanciar,  llevar a alguien o a algo más lejos; ahuyentar, hacer huir; apartar, rehuir, evitar. 
Se puede llamar de muchas formas, pero acaba doliendo igual.





- Algún día...


- ¿¡Cómo, algún día!? - Violeta coge aire antes de soltarle el discurso de su vida - ¡No puedes insinuar siquiera irte y dejarme sola solo porque te entra a ti en gana! ¡Eso se llama ROMPER UNA RELACIÓN! ¡No puedo creerlo, Rubén! ¡¿Me dejas sola?! ¡Pues muy bien, ya puedes irte a pastar, pero no pienso ir detrás tuya! - dice antes de colgar.

La rabia hace que le palpite la cabeza. Pero poco después se siente muy mal.
Segundos después el teléfono vuelve a sonar.

- Violeta... entiendo que estés enfadada – dice atropelladamente el joven -, pero si me dejas hablar, puedo...

- No Rubén... Lo siento. Yo... - tarda un momento en contestar – no quiero que te vayas, no lo entiendo. ¿Es que ya... - empieza a perder su tono de voz normal por uno roto y triste – ya no me quieres?

- ¡Claro que te quiero, no sé cómo puedes pensar eso! - dice él. Pero al ver que no resulta demasiado convincente debido a que le ha anunciado su partida hace unos minutos, decide corregirse – Estoy enamorado de ti, Violeta – termina por concluir.

No se escucha nada al otro lado de la línea.
¿Le habrá chocado mucho, molestado? Se pasa una mano por el cabello despeinado.
Está nervioso. Ella no dice ni comenta nada. Empieza a pensar que le ha colgado.

- Tú... - empieza a decir ella.

- Yo...

- ¿Estás enamorado de mí? - dice ella, sorprendida.

- Eso parece.

- ¿Es broma? - dice ella molesta de golpe.
- Perdona, ¿qué? - Rubén también empieza a cabrearse.

- ¿Y por qué quieres cortar conmigo, entonces?
Rubén mantiene la compostura. Cortar... ¿con Violeta? Nunca.

- No quiero cortar contigo. Es solo alejarme un tiempo, para poder pensar...

-Ya, pues no lo entiendo.

-Violeta, eres la primera mujer (barra chica) por la que siento de verdad algo sincero. Me gustaría tanto pasar el resto de mi vida contigo que no puedo soñar con otra cosa – hace una pequeña pausa – Eres la chica de la que estoy enamorado, mi primer amor, prácticamente. Pero – siempre hay un pero – quiero comprobar que... que tú sientes lo mismo, que puedes aceptar que tengo casi veinte años más que tú, que trabajo y que por lo tanto mis horarios no se compaginan con los tuyos, pero sobre todo, que puedes aceptar lo que soy, que me quieres con el corazón, no por mi dinero, ni porque te parece divertido salir con alguien mayor. Quiero que seas mía.

-¿Tuya? - pregunta ella algo confusa.

-Mía – repite él.

Violeta se aclara la garganta.

-Te refieres a...

-¡No, no, no! - exclama él - ¡Por favor, ya hablamos de eso! Puedo esperar todo lo que tú quieras – Rubén se pasea por su enorme salón, admirando las fotos que tiene de ellos dos juntos – Solo quiero ver si después de una temporada separados, mis sentimientos hacia ti son los mismos que hoy, que eres algo con lo que quiero durar siempre.

-Rubén... yo...

-Sé que tu no puedes prometerme lo mismo. ¡Eres una adolescente aún! ¡Las hormonas te harán perder la cabeza, Dios! - suelta una pequeña risilla. Violeta se estremece, la adora. Y pensar que no la va a volver a escuchar – Si cuando llegue el momento, sigues soltera y estás dispuesta a seguir conmigo, todo volverá a ser igual, pero si no lo estás o no sientes lo mismo que yo por ti, te intentaré recuperar.

-¿Cómo?

-A mi manera.

Violeta sonríe.
Sí, conoce “su manera”.
Prepara sorpresas en las que consigue que todo el mundo colabore, haciendo una enorme obra de teatro, en la que ella se siente importante, pero sobretodo, amada. ¡Para algo le ha servido ser el jefe de una empresa de anuncios!
Alguien que se tome tantas molestias como Rubén para hacerla feliz no se encuentra en otra parte. Lo seguirá queriendo, y cada día con más fuerza, hasta que llegue el momento de darle el “sí”, y puedan ser el uno del otro para siempre.

-Violeta, ¿lo harás?

-Lo haré, Rubén. Te quiero.

***

-¿Sabes qué?

-¿Qué? - pregunta con suavidad Eliot – Dime.

-Creo que te gusta Violeta – dice Ainoa dándole un golpecito en el hombro.

-Sí, me cae muy bien. Y me compadezco por ella. No se lo ponen nada fácil en clase...

-Sí, ya lo vi. Pero también vi cómo la mirabas... - hay un tono pillín en su voz.

Eliot se gira hacia ella y le tira una sudadera con olor a limón a la cara.
La está ayudando a doblar su ropa seca.

-No te culpo – Ainoa se encoge de hombros – , es muy guapa.

-Bueno, pero no me tiene que gustar solo por su físico. Sería unos de los amigos de Peter si así fuera.

-Ah, ¿es que acaso estarías dispuesto a salir con una chica extremadamente fea?

-Depende, ¿cómo de fea?

Ainoa suelta una risilla nerviosa.

-Fea como yo.

Eliot la mira un segundo de refilón. Ella intenta no mirarlo para no perderse en sus ojos o en su boca cuando habla.

-Tú no eres fea – dice el chico con un tono de voz nervioso.

-Si no fuese fea estaría ahora mismo pasándolo bien con un tío guapo.

-¿Acaso no estás conmigo? - dice él, socarrón.

Ainoa ríe y dobla con sumo cuidado una camisa blanca semi transparente que es extremadamente frágil.
Ojalá pudiese estar de verdad con él, como algo más que dos amigos que doblan la ropa.

-Ah, sí, es verdad. Quizá tú me sirvas de bufón – dice, escondiendo su mirada enamorada cuando se gira hacia él con sus largas pestañas.

Eliot finge enfadarse y se sienta en la silla del escritorio de la chica a modo de escusa para no seguir doblando.

-En ese caso, no disfrutarás de este “cuerpazo” - dice señalándose a sí mismo .

Ojalá, ojalá pudiese disfrutar de Eliot.

***

-Te agradezco lo que hiciste – dice el chico sonriendo – fue muy amable por tu parte.

-Si bueno, te debía una, ¿no?

Justin asiente y se sienta en el banco más apartado del parque. Peter lo imita.
No puede evitar pensar en las numerosas parejas que han debido de darse el lote en aquel estropeado y viejo banco escondido detrás de un sauce llorón, de espaldas al camino y frente al pequeño estanque.

-Sí, y gracias, Pedro.

El chico hace una mueca.

-¿Te pasa algo? - le pregunta Justin algo sorprendido. ¿Le ha molestado que lo llame así? No entendería porqué, ya que él mismo le pidió que lo hiciera.

-No, no, nada – dice él llevándose una mano al estómago.

Justin aparta la vista del chico. Parece que algo no va bien. Peter está demasiado serio, y no entiende porqué lo ha llevado hasta aquel sitio, a solas.

-Justin, quería hablar contigo sobre una cosa que me preocupa.

-Dime – dice él admirando el paisaje. Hay que admitir que es un sitio que tiene cierto encanto y romanticismo.

-Últimamente, he estado pensando en todo lo que he hecho mal a lo largo de mi vida, o mejor dicho desde el instituto.

-Ajá.

-Y son muchas cosas... pero una de ellas destacó entre las demás – Justin lo mira interesado – Te hice daño, y tú nunca me devolviste la jugada, ¡incluso me has perdonado! Eso no lo hace cualquiera de las muchísimas personas que creo conocer.
Y eso me ha hecho pensar, que vales la pena, y que no eres un “pringado”, ni alguien estúpido, ni mucho menos. Eres alguien interesante. Y me gustaría... solo si tu quieres...

Ay, espera con todas sus fuerzas que no vaya a pedirle lo que cree que va a pedirle.

-Me gustaría ser tu amigo. Quiero decir, empezar desde cero contigo y con el resto de tu grupo. Estoy dispuesto a dejar atrás mi popularidad, si hace falta. No quiero pasar ni un segundo más junto a adolescentes borrachos o fumados. Quiero ser diferente, cambiar.

Justin le sonríe.

-Vaya, Pedro, eso ha sido muy bonito. Se nota que lo has estado pensando – solo puede llegar a decir.

-Sí, la verdad es que me ronda por la cabeza desde ayer.

-¿Por qué desde ayer?

El chico se tensa. De repente tiene mala cara.

-¿Recuerdas que ayer le di un paquete de cigarrillos a Jake?

-Sí, no dije nada, pero no me pareció una buena idea.

-Ya, bueno, la verdad es que deberías haberlo dicho, porque ahora está ingresado con un serio problema respiratorio.

Peter parece molesto pero triste al mismo tiempo al hablar. Tiene pinta de sufrir por su primo, está preocupado.
Por su parte, Justin no sabe qué hacer.

-¿De...de verdad? Lo siento... - Justin no puede evitar preguntar algo obvio - ¿Y cómo está?

-Pues si tienes en cuenta que no puede respirar...

Justin mete las manos en el gran bolsillo de su sudadera Obey.

-Lo siento, Peter – dice muy serio.

-Tengo miedo, Justin... Tengo miedo de que no pueda verlo otra vez más.

-Entonces tienes que ir al hospital a verlo, y pasar tiempo con él y apoyarlo – dice con ánimo Justin.

Peter lo mira muy seriamente. Luego vuelve la vista hacia el agua, verde y llena de pequeños renacuajos.

-No me dejarán volver a verlo. Se ha chivado de que he sido yo quien le proporcionaba el tabaco, y ahora, mi familia se niega a verme la cara.

-No puedo creerlo. Tu primo es un idiota.

-No, yo he sido un idiota por pensar que todo acabaría bien, Justin. ¿Sabes cuanto tiempo llevo fumando María y tabaco? ¿Sabes cuanto? Ya van casi cuatro años. Mi primo siguió mis pasos porque siempre he sido un ejemplo para él, pero sus pulmones no han podido soportarlo. Ahora yo estoy aquí, sentado en este asqueroso banco, deseando fumar pero viendo como la enfermedad podría acabar conmigo ahora mismo.