sábado, 3 de mayo de 2014

Sucesos extraños




A veces, las cosas inesperadas, son las que más importancia tienen; pero al pillarnos por sorpresa consiguen que no les demos importancia.

- ¿Sabes? A veces me pregunto porque decidiste quedarte tan solo - Justin levanta la mirada hacia él apretando un poco la mandíbula - Quiero decir, me pareces un tío muy... - buscó las palabras para definirlo con algo de esfuerzo - bueno y muy amigable, creo que tienes todas las dotes para poder caer bien a todo el mundo. Pero en vez de eso, estás... así, juntándote con unos pocos chicos al salir de clase pero completamente solo dentro de esta, hablando algunas veces con Marga.

 - No a todos nos gusta tanto ser el centro de atención como a ti ¿sabes? Hay gente para todo.

 - Hombre, ya. Que yo también he estado así, no te creas. Sólo digo... que creo que podrías probarlo, a lo mejor te gustaría. O sea, ¿por qué estar solo cuando puedes estar con gente y caer bien a todo el mundo?

 - No es tan fácil ¿sabes?

 - No has respondido a mi pregunta, yo dije "por qué" - dijo Peter como tantas veces le decía él mientras resolvían los problemas, mientras volvía a un nuevo ejercicio de Matemáticas. Después del éxito del anterior examen, a Peter le había gustado la idea de tenerlo como profesor particular de vez en cuando, por raro que pareciera.
Justin lo pensó un momento mientras miraba por la ventana, buscando en sus adentros. Realmente no tenía por qué responderle a algo así, tan de su vida íntima, igual que Pet tampoco lo hacía; pero por alguna razón quiso hacerlo.

 - Quizá porque... Quizá porque se está mucho más cómodo estando así. Quiero decir, es más sencillo quedarse como ya estás acostumbrado a buscar un cambio. Aunque no te niego que a veces me gustaría ser más... como tú.  - se lo pensó e hizo una pequeña mueca, tras la que se rectificó - Como tú pero sin las drogas, los cigarros, sin el alcohol y con buenas notas. 

Peter respondió a esa rectificación con una pequeña sonrisa pícara de medio lado. Justin, a veces, no podía evitar pensar que era muy sexi; pero aún así no se explicaba en qué pensaban todas aquellas chicas a las que se llevaba a la cama. Es decir, ¿no se daban cuenta de que sólo quería divertirse con ellas un rato, una noche? Y de ser así ¿no les importaba? Seguramente no.

 - Entiendo lo que dices.  - le contestó él. 

A Justin aquello le molestó, no pudo evitar apretar los dientes.

 - Tú no sabes lo que es estar solo.  - le reprochó. Él siempre había sido el centro de atención. Siempre había tenido todo lo que quería sin nada de esfuerzo. ¿Cómo podría entenderlo él?
Peter se rió por dentro, en silencio, sarcásticamente.

 - Y tú no sabes lo que dices.

Justin frunció el ceño, cuando Peter se levantó, dándole la espalda. Cogió un bolso de hombre, de cuero marrón, y se lo colgó al hombro.

 - ¿Qué te parece si nos vamos a dar una pequeña vuelta y así cogemos aire y nos espabilamos? No se tú, pero yo creo que con esta grandísima concentración no vamos ha hacer na'. Y para no hacer na' prefiero hacerlo dando una vuelta que aquí encerrado.

 - Sí, tienes razón. Salgamos un rato.  - aceptó Justin.
Cuando ya estaban en la entrada, liándose un cigarro, Peter se volvió al interior de la casa.

 - ¡Adiós mamá, adiós Óscar! ¡Vamos a salir!  - avisó.

 - ¿Volverás para cenar o no te preparo nada?  - preguntó su madre con otro grito desde dentro.
No sólo Justin se quedo un perplejo; si no que también Peter titubeó un poco.

 - Eh... ¡Ceno aquí!

En cuanto Pedro cerró la puerta detrás de ellos, Justin comenzó a preguntar.

 - ¿Cómo puede ser posible que tu madre te pregunte si vas a estar aquí para cenar o pasarás la noche fuera así como si nada? ¿Es que no le tienes que pedir permiso antes de irte por ahí?

 - A mi madre le da exactamente igual lo que yo haga. Para ella lo único importante de mis salidas es si podrá permitirse preparar un plato menos para cenar.

 - Eso es imposible.  - objetó Justin, completamente convencido.

 - Eso es imposible  - repitió Peter - : para sus pequeñajos. Pero ya hace tiempo que relegó de mí en su condición como madre. ¿Quieres uno?  - cambió de tema ofreciéndole un cigarrillo.
Justin se quedó un momento parado y después negó con la cabeza. Peter se rió.

 - Deberías de ver la cara que pones. Es casi para hacerte un cuadro.
Peter tomó una calada de su cigarro, provocando que Justin estornudara con su humo.

 - Uy, lo siento.  - se disculpó Peter, un tanto sorprendido, al estar acostumbrado a que la gente con la que iba estaba habituada al tabaco igual o más que él. Se acordó de algo que Justin le había comentado sobre por qué su padre no tocaba el tabaco; pero no lograba acordarse bien -  ¿Estás bien?

 - Sí, tranquilo. El asmático es mi hermano  - adivinó sus pensamientos. Se aclaró la garganta -  Pero creo que mejor caminaré por ese lado, el viento viene hacia aquí.

 - Sí, mejor.

 - ¿Óscar es tu padrastro? -intentó sacar tema.

 - Ajá.

 - ¿Llamas a tu padrastro por su nombre?

 - Piénsalo, ¿cómo llamarías tu al tío que se acuesta con tu madre y que ni siquiera intenta hacer el papel de padre a cambio?
Justin se puso mentalmente en la situación.

 - Puto pervertido de mierda.  - contestó sin pensarlo antes.
Peter sonrió.

 - Es una opción mejor. La usaría, pero me echarían de casa. No me atrevo a decirle a mi madre eso de "o mi padrastro o yo".
Siguieron caminando hablando de trivialidades. Cotilleos del instituto que le contaba Peter (para mayor encanto de Justin, "el rey de los cotilleos"), conversaciones sobre las clases.
El pueblo de Peter era bastante bonito, no estaría mal vivir allí, aunque echaría de menos tener todo tan cerca como lo tenía en la ciudad. Si no estuviera tan lejos de la civilización, sería perfecto. Estaba asentado sobre las montañas, de formas que las calles eran laderas cortadas, había tierra, plantas y piedras por todas partes y las casas eran en su mayoría unifamiliares. Había pocas carreteras, que pasaban sólo por el centro del pueblo y lo cruzaban de arriba a abajo y de lado a lado en lo que eran sus calles principales.
Peter no iba tan derecho y con ese aire de superioridad típico de él como en el instituto. Miraba a los lados, hablaba con él tranquilamente con las manos en los bolsillos, a veces hasta miraba al suelo, como acostumbraba a hacerlo Justin. En un momento en que Peter estaba hablando mirando a sus pies, Justin levantó la cabeza y vio a un chico que los miraba con un gesto hosco, podía leer un mal sentimiento en sus ojos; pero no sabía si era rabia, rencor, asco, repulsión o decepción. Una mezcla bastante extraña de sentimientos, y que parecía capaz de hacer estallar una bomba. Jus hizo ademán de darle a Peter un codazo para que éste levantara la mirada. En cuanto lo hizo, los dos chicos cruzaron una mirada y Justin pudo notar como la tensión aumentaba en el aire. Pocos segundos después de esa encarnizada batalla de miradas, el chico les volvió la cara y Peter miró al suelo tragando saliva, casi impulsado a hacerlo. En cuanto el chico, que iba en dirección contraria a ellos, paso por su lado, Peter tiró el cigarrillo al suelo (el cual aún estaba por la mitad) y lo aplastó a conciencia. Todo para que, medio minuto después, sacara otro exageradamente, casi con enfado, y volviera a encenderlo y ponerlo entre sus labios.
-¿Quién era ese? -preguntó Justin.
-¿Ese? Nadie, sólo un conocido.
Justin podría decirle que no creía que un "sólo conocido" le hiciera comportarse así; pero si algo había aprendido de las clases con Peter, era que este nunca respondía. Si a la primera no había funcionado, a la segunda sólo conseguiría que lo ignorara, y a la tercera enfadarle. No valía la pena. 

                                                                 ***
Rubén estaba un tanto decepcionado con Raúl porque este no había sabido decirle nada. Le dijo que intentara olvidarla y que, si esta realmente le quería o lo había hecho, ya volvería o le daría la oportunidad de explicárselo todo.
Según Raúl, alguien que realmente ha querido a alguien, no sale con otra persona a los dos días de cortar con él. Rubén se enfadó un tanto ante esta afirmación; pero lo peor era que sabía que tenía razón. Debería olvidarla.
Pero no se puede olvidar a alguien con quien has pasado tan buenos momentos.
Cerraba los ojos y recordaba a Violeta, su risa, su sonrisa, sus ojos, su... todo. Aún recordaba cuando había empezado a gustarle y pensaba que estaba loco. Y cuando, más tarde, terminó enamorándose de ella. Antes de que salieran, Rubén no podía evitar ponerse nervioso cada vez que hablaba con ella o la tenía cerca. Muchas veces, empezaba a temblarle la pierna, no podía evitar mirar al suelo o tartamudeaba un poco. Esto le hacía gracia a la chica, que se reía cada vez que le pasaba y que, cuando se enteró de que esto era porque le gustaba, pensó que era adorable. Rubén había hecho cualquier tipo de locura o tontería para llamar la atención de ella, con lo que después se sentía imbécil, pero todo aquello se quitaba cuando la veía sonreír después de hablar con él. Y es que, cada vez que hablaban cinco minutos, equivalían a un día entero de estar contento e hiperactivo para él.
Habían pasado tan buenos momentos...
Y de todo esto, ¿qué les quedaba?
Nada, tan sólo recuerdos fantásticos que ahora se tenía que esforzar por olvidar.
Soltó un suspiro y se dejó caer en el respaldo del sofá. Entonces, un papel voló hasta su regazo. Lo cogió y le dio la vuelta, era una de las fotos de Violeta que había estado mirando y ahora estaban sobre su escritorio. Era extraño, porque no recordaba haber dejado ninguna ventana abierta. Decidió dar una vuelta por la casa para averiguar de dónde venía la corriente; pero antes se quedó un momento sentado para observar la fotografía. Si no fuera porque no creía en esas cosas, Rubén habría pensado que se trataba de un aviso del destino.
                                                              ***
Jorge estaba en la casa de Andrés, el cual estaba mucho más recuperado de su pelea con Samuél y los demás imbéciles. Estaban jugando a la Play, sentados con las piernas cruzadas en el cuarto del chico, sonriendo. Siempre sonreían cuando disfrutaban de la compañía del otro. Hablaban y reían, se picaban entre sí y se gastaban bromas. Aunque ese día Jorge estaba un poco perdido en sus pensamientos, hacía una semana desde que estuvo en la casa de Violeta, y presentía que esta aún se encontraba mal; sólo que ahora estaba mal y sola. Realmente esperaba que sus nuevos amigos fueran amigos de verdad y que se dieran cuenta de cuando estaba mal.
En un momento dado, Andrés le dio un dulce y apasionado beso en los labios. Jorge no le correspondió demasiado, y Andrés lo atribuyó a que lo había pillado desprevenido, ya que lo había besado mientras él estaba perdido en sus pensamientos. Pero la verdad es que Jorge empezaba a sentirse mal, y, mientras Andrés lo besaba, una imagen de Javi había cruzado un instante por su mente, dejándole completamente parado. Ahora no conseguía quitarse su imagen de la cabeza, no entendía qué le pasaba.
Andrés le pasó una mano por la pierna con dulzura.

- ¿En qué piensas?
Jorge no le contestó, apenas lo escuchó. Se levantó corriendo y fue al baño, con ganas de vomitar. Pero no echó nada. Entonces se dio cuenta de que el sentimiento no era físico; si no producido por su conciencia, y la imagen de Javi estaba indeleble en su cabeza. No lo entendía, era realmente extraño. Hacía ya meses que no salía con él, y no le debía nada a Javi; aunque al principio hubieran pasado muy buenos momentos, al final había conseguido hacerle mucho daño, y había pasado de él mientras los demás lo atacaban. Ahora se había dado cuenta, había tardado, pero lo había acabado haciendo.
Recordó el mensaje que le había mandado Javier la noche anterior. Era una foto con los dos besándose y un mensaje de "las cosas buenas... Qué pronto se olvidan, ¿eh?". Lo había llamado y no había tardado en darse cuenta de que estaba borracho. Aunque era verdad lo que le había dicho a Violeta de que Javi lo había entendido y habían quedado como amigos, este se lo había dicho con gesto hosco, se había dado la vuelta y se había alejado de él. Ahora sabía que aún se sentía resentido por ello, como decía el dicho: <<los niños, los locos y los borrachos nunca mienten>>.
Había pensado en contárselo a Andrés para que le diera consejo; pero no estaba seguro de ello. Creía haber notado que Andrés era un tanto celoso, y Violeta ya tenía demasiados problemas como para ocuparse de los suyos también. Había decidido que se lo contaría todo a Lara en cuanto la viera, y eso sería al día siguiente. Por fin podría desahogarse con alguien.
                                                              ***
Habían ido a la discoteca toda la pandilla. Ainoa volvía de haber estado bailando con Violeta y Estrella con una bebida en la mano. Las había dejado en la pista y se había vuelto con los chicos, estaba bastante cansada. Vio a Eliot y a Dani a duras penas: un grupo de chicas tontas, muchas de ellas con escotes demasiado grandes, se arremolinaban ante ellos intentando llamar su atención, sobretodo la de Eliot. Él les sonreía, realmente era muy inocente y no terminaba de darse cuenta de que ellas cinco competían por liarse con él. A su lado, Dani, que ya les había dejado claro antes que tenía novia, se aguantaba la risa por no reírse en las narices de él.
<<Zorras>> pensó Ainoa. Vio la cara de Eliot cuando intentó acercarse a Justin sin para de mirarlos. Parecía feliz, sonreía, se reía y captaba toda su atención en aquellas chicas. ¡¿Cómo era posible que cualquier chica desconocida que pasara pudiera llamar más la atención de él que ella?! Las observó detenidamente. Claro, ella lo sabía, cómo no iba a ser así con aquellos cuerpos, tan delgaditas, con aquellas curvas de vértigo... Y parecían tan seguras de sí mismas <<como para no estarlo>>. Pensó. Todo lo contrario de ella.
Sus ojos comenzaron a arder. Pero no se lo podía permitir, no derramaría una sola lágrima allí, no así. No quería ser el centro de atención por ponerse a llorar en una discoteca, y tampoco sabría qué responder si le preguntaban. Salió a la calle y notó como sus mejillas se humedecían, poco a poco, de lágrima a lágrima silenciosa.
Sintió unos brazos rodearle los brazos y la cintura. Aún tenía la bebida en la mano. Giró la cabeza y vio a Justin. En seguida se arrepintió de hacerlo, no quería que su amigo la viera llorar. Giró de nuevo la cabeza, tratando de ocultarse en los subsuelos. Justin la obligó a girarse y la abrazó con fuerza, con cuidado de que no se le cayera la bebida. Le pasó la mano con delicadeza por el pelo y la espalda, acariciándola. 

-Tranquila... - le dijo -  Sé lo que se siente. - recordó cuando Agus salía con esos chicos antes que con él sin quererlo - Pero te prometo que ellas nunca serán la mitad de lo que tú eres para El. Yo lo sé.
Ainoa se separó de él despacio y se secó las lágrimas.

 - Justin... Quiero estar sola. Tú vuelve a la fiesta.
Él asintió.

 - Búscame para lo que necesites.
Ainoa se sentó en el bordillo de la acera, con el vaso en la mano, pensando pero sin pensar en realidad, con la mente en blanco. De vez en cuando, se tomaba un sorbo de la bebida casi automáticamente.
Sintió una presencia a su lado.
El chico se sentó con ella, con una sonrisa.

 - ¡Ey! ¿Qué haces? No te he visto con los otros y me he preguntado dónde estarías.
Giró la cabeza para mirarle, pero ya sabía quién era: reconocería esa voz en cualquier parte.

 - He salido a tomar el aire.

 - Venga, Aino, para una vez que salimos de fiesta no te vas a quedar sola aquí, ¿no?  - Le pasó un brazo por encima de los hombros y la atrajo junto a él - Te invito a un baile, ¿vamos? Sabes que te encanta.

 - No... Ahora mismo no tengo ganas, El. Pero gracias.

 - Está bien. Pues me quedo aquí contigo.

 - ¿En serio? ¿No quieres irte a la fiesta?

 - ¿Y dejarte aquí sola? No gracias. Contigo estoy bien. Para eso están los amigos, ¿no? Que los demás sean una panda de ingratos y te dejen aquí sola no es mi culpa  - bromeó - . Además, también es verdad que eso está muy lleno, al cabo del rato harta. Pero disfrutemos, ya que estamos aquí, ¿no? Venga, alegra esa cara  - le dijo volviendo a abrazarla de lado con una sonrisa -  Un brindis por nuestra amistad.
Chocó su vaso contra el de ella. Ainoa se obligó a sonreír y ambos bebieron al mismo tiempo.
Pero Ainoa sabía que nunca la vería como nada más que una amiga. Y, aunque podría sentirse la chica más afortunada y más feliz del mudo, ya que Eliot había dejado a cinco chicas babeantes sólo por estar con ella y no dejarla sola; este hecho le dolía tanto que no conseguía disfrutar de ello.

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