sábado, 25 de enero de 2014

Cambios inesperados.


<<En esta vida de cambios, lo más importante es ir adaptándose a cada nueva experiencia y aprendiendo de cada una de ellas; pero nunca, nunca, ir quedándose en el pasado.>>

 

Fue un beso bastante cálido y deseado, con el que Daniel llevaba soñando semanas. Fue mejor que el primero que le dio a Sam, se notaba que ambos tenían más experiencia; y además, a ella la quería de verdad. Mientras que una parte de Violeta deseaba no separarse nunca de él, otra le hacía sentir realmente mal y querer alejarse; acurrucarse y ser consolada entre los brazos de Rubén. Pero eso ya no podía ser, no; Rubén había resultado ser un imbécil que se aprovechaba de ella, y no el príncipe que ella creía, con el que había pensado en pasar el resto de su vida. Se separó de Dani y le dedicó una pequeña sonrisa. Los labios de él no podían dejar de sonreír, sus extremos se elevaban mientras sus ojos brillaban con alegría. Realmente la quería, aunque no sabía cómo ni por qué, aquella chica había llegado al fondo de su corazón.
La abrazó cálidamente, por un acto reflejo. Violeta se sintió protegida entre sus brazos. Después se separó lentamente, cogiéndola de las manos.
-Violeta, llámame antiguo; pero... -dejó caer una rodilla en el suelo frente a ella, para su sorpresa- ¿Quieres salir conmigo y ser mi princesa, la persona que más quiera por el resto de los días de mi vida?
-Vaya... Hombre, tanto tiempo no sé...
Él sonrió, Violeta notó la picardía en su cara, la misma que cuando gastaba bromas con Eliot. Dani se levantó, cogiéndola en volandas y dio una vuelta sobre sí mismo con ella sobre su hombro; lo cuál hizo que la chica se riera y se olvidara de Rubén por un momento. La dejó en el suelo y la miró a los ojos, quitándole un mechón de la cara. Violeta sintió un pequeño cosquilleo ante su tacto.
-En realidad... Eso fue sólo un “truco” que me enseñó Justin.
Violeta reprimió una risa.
-¿Justin?
-Ajá. -contestó él asintiendo- Ya podrás imaginar más o menos cómo empezó él a salir con su pareja.
Ella sonrió.
-Eso sería interesante, podrías contármelo.
-Em... Mejor, pregúntaselo a él.
-Me encantaría conocerla. -dijo ella mirando al cielo. Pasó la vista a Dani, que la contemplaba sin entender- A su pareja.
Él asintió. Estaba tan acostumbrado a hablar de Agus sólo con sus amigos que no se acostumbraba a que Violeta todavía no supiera la verdad. Y no quería mentirle, no quería que en su relación hubiera mentiras; pero no podía defraudar a Justin, y sin su permiso tenía prohibido decírselo. Ni a ella ni a nadie.
-Algún día te la presentará. Estoy seguro de que te caería bien.
-¿Ah, sí?
-Ajá. -le sonrió perdiendo la mirada en el mar azul de sus ojos. Se inclinó sobre ella y la besó, sus labios sintieron de nuevo un cosquilleo que atravesaba su cuerpo, su estómago se ató y su corazón dejó de latir por un momento; sumiéndose casi en el paraíso- Y ahora, ¿me permites invitarte a un paseo por el parque? -le preguntó tendiéndole la mano.
-Por supuesto. -respondió ella cogiéndose de su mano mientras sus labios se curvaban. Le encantaba su pequeño teatrillo de caballero romántico antiguo.

***

Violeta estaba sentada en la clase, hablando animosamente con Samanta. Sentía unas ganas tremendas de contarle a alguien lo de Dani entusiasmada; pero no podía hacerle eso a ella, sería como restregarle que su ex salía ahora con otra. Mientras que ella simplemente tenía... rollo con uno que al parecer tenía rollo con todo el santo instituto. O... el no tan santo. Desde el sábado, cada vez que se entristecía pensando en Rubén pensaba en él, para bloquearlo. Aunque por las noches sólo podía soñar con Rubén, por la mañana hacía como que no pasaba nada. Fingía estar bien, que nada podría estar mejor de que ella saliera con el buenachón de Dani. Hasta sus padres se alegrarían de que hubiera reemplazado al hombre por él, tenía su edad, era divertido, la ayudaba... y... tal.
En otras circunstancias se lo habría contado a Jorge o a Lara, intentando que el entusiasmo de ellos se le contagiara. Que pensaran que su amiga estaba completamente recuperada y con un chico muchísimo mejor, se pusieran felices y con ellos se pusiera feliz ella. Pero, al igual que Jorge, ella también prefería verlo a la cara para ver su reacción; así que esperaría a que la visitara. Igual que con Lara, aunque no sabía cuando podría volver a verla.

Por fin llegó la hora del recreo, y él ya estaba fuera esperándole. Sus amigos hablaban un poco más allá. Violeta se acercó a él con la merienda en la mano, y Dani le pasó el brazo por la cintura. “Te he echado de menos”, le dijo con la mirada. Se sonrieron y le dio un beso dulce en los labios. Después se juntaron con los chicos.

Sam se quedó mirando hacia el lugar con la boca abierta. Millones de sensaciones pasaron por su cabeza, de la rabia a los celos pasando por el odio, el dolor o la tristeza. Aquel había sido un pequeño detalle que ninguno de los dos había tenido en cuenta. Y podía ser que lo suyo con Dani ya hubiera sido hace mucho tiempo, que fuera parte del pasado; pero sabiendo que hasta hacía unos días se estaba metiendo con él por eso, quizá deberían haber tenido más cuidado al expresar sus sentimientos frente a la chica. Porque a ella aún le dolía. Y aún recordaba los besos de Dani cuando Peter o cualquier otro chico la besaban; quizás, y tan sólo quizás, si cortaran de raíz aquella tremenda locura fuera capaz de olvidarle. Pero ninguno de los dos había vuelto a hablar del tema desde entonces. Daniel era la persona a la que Sam más odiaba en el mundo por todo lo que le hizo, pero a veces, y tan sólo a veces, le volvían las ganas de llorar al acordarse de él. Como una cicatriz que no había terminado de cerrar, un asunto pendiente que quedaba sin zanjarse.

***

Eliot estaba sentado en un pequeño muro de hormigón del patio, entre los jardines y el campo de fútbol, sujetándose las manos, con los codos sobre las rodillas y las piernas colgando. Observaba a Dani y Violeta, que tenían las manos entrelazadas y sonreían juntos. Unos pasos más allá, las chicas se picaban entre ellas; y entre ellos Justin miraba las hojas de un árbol sumido en su mundo, probablemente pensando en Agustín. Sonrió mirando a la parejita y posó por un momento la mirada en Ainoa. El habitual calorcillo cariñoso comenzó en el fondo de su corazón. Se preguntó qué se sentiría estando con alguien como Dani con esa chica. Cómo sería estar enamorado. Él empezaba a sentirse mucho más animado y acogido de nuevo; pero observándoles desde fuera como hacía ahora se notaba aún más la diferencia. Dani y Violeta eran la parejita feliz ahora, mientras Justin se pasaba de vez en cuando el rato en su mundo y Agus no pasaba por allí para gastar sus habituales bromas. También se notaba mucho que todos habían madurado, sobretodo las chicas y Jus. Daniel había madurado hacía ya tiempo, entre crisis y crisis emocional. Y él se sentía ahora el niño pequeño del grupo, lo bueno era que cuando viniera Agus seguirían compartiendo el aire infantil y jugarresco, y que Violeta era aún más pequeña que él.
Siempre le había dado miedo crecer, que pasara el tiempo. Le asustaba, desde pequeño, la idea de que crecieran y se distanciaran sus caminos, que pararan de verse, que se rompiera el grupo. Ya había escuchado demasiadas veces a sus padres hablar sobre buenos amigos de los que no volvieron a saber y había visto a su hermana hundirse por una ruptura o una amiga perdida. No quería que eso les pasase a ellos, quería que sus familias permanecieran juntas por siempre; pero sabía que eso sería difícil. Mientras tanto, se dijo, disfrutaría del momento.
-¡Ey, Eliot! -lo llamó Ainoa- ¿Qué haces que no vienes aquí?
Él sonrió y bajó de un salto. Corrió hacia ellos y revolvió el pelo a la muchacha, que sonrió. La cogió por la cintura levantándola del suelo, de espaldas.
-Ay, que ya me echabas de menos. Si es que no puedes vivir sin mí, ¿eh? -bromeó. Ella sonrió.
Un pequeño cosquilleo recorría su columna mientras intentaba que no se le subieran los colores a las mejillas. Giró la cabeza para mirarlo a sus preciosos ojos y le dirigió una sonrisa un tanto irónica.
No sabes cuánto...

***

Justin entró en el restaurante. Estaba más lleno de lo que le gustaría; pero aún quedaban sitios libres. Se quedó de piedra cuando vio una cabellera negra tintada. No iba solo; pero tampoco con la compañía con la que solía. Se quedó mirándole, seguro que era Peter. Pasó la vista a sus acompañantes. Una mujer de mediana edad con el pelo a tirabuzones, un hombre formal y rígido que no se le parecía nada, una niña de unos doce o trece años y un pequeño de diez. Tan sólo la niña parecía tener algún rasgo en común con Peter; pero debían de ser su familia. Algo le sorprendió aún más: Peter... estaba... estudiando. Estudiaba mientras los otros comían, recordando de vez en cuando que tenía que llevarse un mordisco a la boca. El hombre miró a Justin y alzó una ceja, antes de que éste se diera cuenta. Peter inmediatamente lo miró.
Se sorprendió mucho cuando vio al muchacho que los miraba. ¿No debería estar completamente enfadado con él y haber dado media vuelta? Pero no, estaba embobado, mirándolos. ¿Qué le llamaría tanto la atención? Mierda. Recordó. Miró sus libros rápidamente encima de la mesa; pero ya no tenía ningún sentido guardarlos, y era consciente de que su familia lo miraba.
-Ey, Justin. -lo llamó antes de que al aludido le diera tiempo a huir.
Jus se paró en seco. ¿Qué hacía? No debía hablar con él, por mucho que quisiera ayudarse. ¿Y no estaba con su familia tan unida? -sabía que no, había detectado sus miradas frívolas y sin sentimiento mientras estaban allí sentados, como si a ninguno le gustara la compañía del otro. Sobretodo cuando miraban a Peter, que tenía la cabeza gacha y la mirada totalmente perdida en sus libros; en una postura que hasta podría dañarle el cuello- Pero sería muy maleducado por su parte no responderle... Y además, no perdía nada, ¿no?
Se giró y le sonrió.
-Ey, hola, Peter. -él forzó una sonrisa por respuesta. Sus familiares tenían la mirada fija en él, casi como buitres. ¿Sería por lo que pasó con su primo?
Por algún extraño motivo, sintió un impulso y se acercó a él.
-¿Qué haces, estudiando?
-Sí... Tenemos un examen mañana, ¿recuerdas?
-Ya... Pero es que tú... -no supo si terminar la frase.
-No hace falta que la termines, no creo que haya nadie en esta mesa que dude sobre eso. -hubo un pequeño silencio. Justin se inclinó un poco a mirar lo que estudiaba, y se fijo en un detalle que nunca había visto en él antes. Sobre la mesa, descansaban unas pequeñas gafas con las patas de un fino metal gris. Peter las recogió rápidamente y se las pasó a su hermano, que estaba sentado en el mismo banco que él, por debajo de la mesa- ¿Y tú, empollón, cómo es que estás aquí y no sumido entre tus libros?
-Mi hermano está en el comedor y mis padres trabajando; así que no tenía ganas de hacerme una comida para mí solo... -se dispuso a marcharse.
Peter bufó y bajó la mirada a sus libros, rascándose el cuello. Sabía que nunca podría resolver esos problemas él solo. Y tampoco quería pedir ayuda a los de su familia.
-Ey, Justin. -él se volvió- ¿Me ayudas?
El muchacho parpadeó. ¿En serio acababa de oír lo que acababa de oír? ¿Del orgulloso de Peter?
-¿Y eso?
-No lo entiendo. -contestó él quitándole importancia con un gesto.
-Claro, como no atiendes. -le culpó su madre.
-Peter atiende. -le defendió Justin sin saber por qué- A... veces; pero atiende.
El chico lo miró, como intentando averiguar por qué había hecho eso. Había cerrado la boca de un plumazo a su madre sin faltarle la educación, y se alegraba de ello.
-A ver... ¿qué es lo que no entiendes?
Peter le dejó un pequeño hueco en el banco y le señaló un problema. Justin se lo explicó, y a Peter le pareció mucho más sencillo. Sus familiares los miraban; pero con una mirada distinta. Los dos adultos con una gran curiosidad reflejada en sus ojos y las caras algo más relajadas, los pequeños con muecas y reparo en los ojos.
Jus terminó de explicar y Peter de hacer el ejercicio. Lo miró.
-Ey, Peter... Supongo... Supongo que yo podría ayudarte. -dijo señalando con un gesto el libro.
-Sí, supongo que podrías. Lo necesitaría.
-Creía que no te importaban las notas.
Él se encogió de hombros y suspiró.
-No cuando al final aprobaba... Este año... este año está siendo más difícil aprobar que hacer un poco la pelota a los profes y estudiar como para un cinco raspao. -Justin lo miró sin decir nada, hubo un pequeño silencio- Ey, ¿qué te parece? Esta tarde me ayudas a estudiarme el examen de mañana y te pago en función de la nota que saque.
Él asintió. El muchacho miró a su madre, que se encogió de hombros.
-Puedo permitirme pagar dos euros. -hizo una pausa significativa- Lo que no sé es si él puede permitirse perder ese tiempo en vano.
-A mí me parece bien. -intervino Justin- Ah, y por cierto, el examen no es mañana; es el miércoles. Lo cambiaron esta mañana. Quizás si atendieras... -A Peter le brillaron los ojos.
-¿En serio? ¡Toma! Espera... ¿a qué hora lo dijeron?
-Em... Pues creo que a primera.
-Ah, pues entonces yo no estaba. No es mi culpa. En... parte.
-Cierto.
-Una sola condición más: que mis amigos no sepan nada de esto. Ni nadie. Que no sepan ni que me has visto aquí ni que te he pedido ayuda.
Jus asintió.
-Está bien. Y que mis amigos no sepan que me hablo contigo. -notó la mirada interrogativa de sus padres- No es por nada; pero... no tienes muy buena fama.
-No me extraña. ¿Me ayudas con éste? -señaló el siguiente ejercicio.
-Voy a buscar algo de comida y ahora vuelvo.
-De acuerdo.
Después de estar un rato ayudando a Peter mientras comían y de que los dos se preguntaran repetidamente cómo habían llegado allí, Justin observó el resto de los rostros de la mesa mientras Peter estudiaba. Ellos habían estado hablando animosamente de los estudios, el trabajo...
-Ey, Peter, ¿sabes qué? Por más que os miro no puedo encontrar ninguna similitud entre vosotros.
Él se encogió de hombros.
-Dicen que me parezco más a mi padre.
La atención ahora se centraba en ellos. Justin miró al hombre.
-Pues a mí no me lo parece.
Pedro apretó la mandíbula.
-Eso es porque ése no es mi padre.
Se levantó de la mesa echando la silla hacia atrás y salió del local. Justin se arrepintió de haber hablado, quedaba claro que la había cagado. Pero los demás no parecían querer hacer nada por arreglarlo, a los pocos segundos retomaron la conversación, un poco más baja; pero esta vez sobre aquel asunto. Justin se levantó y siguió sus pasos.
Lo encontró sentado en la acera, con la cabeza entre las manos. Se sentó a su lado.
-Ey, Peter... Lo siento. Lo siento si la he cagado. Entonces, ¿quién era ese tipo?
-Es... Es... Es mi padrastro.
Jus tragó saliva. No parecía que su relación fuera muy bien con ese lado de la familia.
-¿Y con tu padre... qué pasó?
Peter miró al suelo, al lado contrario de Justin.
-Él... él nos abandonó. Hace unos años que no lo veo. Lo único que me quedó de él es mi hermana, y ella... ella... ella me odia.
Justin estuvo a punto de decirle que seguro que eso no era así, que su hermana no lo odiaba, que tendría a alguien que lo quería en este mundo. Pero supo que no serviría de nada; y, más aún, que Peter se enfadaría en cuanto se diera cuenta de que había contado algo de su vida personal y privada a alguien como él, alguien del exterior y, sobretodo, alguien que podría no ser de fiar y extender el rumor por todo el instituto; o empezar a verle más débil.
El muchacho se incorporó lo suficiente para poder sacar un paquete de tabaco de debajo de su chaqueta y comenzó a fumar; mientras miraba al asfalto o al horizonte sin hacer caso a su acompañante. Para él no había nadie allí, seguía sintiéndose completamente solo.

***

Llegó a su casa y se dejó caer sobre la cama. Sus padres y Antonio ya habían llegado a casa, y se habían preocupado un poco al no verle allí. Para desgracia, él había tenido el móvil descargado; pero no tardó mucho en regresar después de que ellos llegaran. Conectó el cable y esperó a que se cargara lo suficiente para poder encenderlo. Mientras esperaba, lo llamó su madre; así que dejó el móvil allí y fue a ayudarla a guardar las cosas de la compra, y más tarde ayudó a su hermano con los deberes y merendó. Cuando regresó a su habitación tenía tres llamadas perdidas. Recibió otra. En la pantalla salía escrito su nombre. Lo desconectó y contestó rápidamente.
-¡JUUUSTIIIIIIIIN, CARIIIII!
-¿Qué? -contestó éste sin poder reprimir una sonrisa de la energía que derramaba el chico.
-¡No te lo vas a creer! ¡¡Dentro de unos días tengo unos cuantos días de vacaciones!! Son sólo dos o tres; pero bueno. Mi hermano tiene trabajo; así que me quedaré allí en casa de mis padres. Tengo que estudiar; pero al menos así podré verte.
-¡¡GENIAL!! -respondió él sin dejar de sonreír, se le humedecieron los ojos de la alegría.
-Síiii.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos.
-Sí lo sé; porque es lo mismo que yo o incluso menos todavía.
-No lo creo.
Los dos sonrieron.
-Anda, no nos peleemos por eso. -zanjó Agus bromeando- No sabes las ganas que tengo de verte y de tocar tus labios... Es como si mis labios hubieran olvidado el sabor que tienen.
-Vaya, ¡pues espero que eso no sea porque has probado los de otros en todo este tiempo! -contestó él haciendo como que se ponía celosos; aunque no podía parar de sonreír. Agus se rió.
-Nunca podría. Te quiero mucho, Justin. Y dentro de nada podré tenerte de nuevo entre mis brazos y darte un achuchón de esos que tanto nos gustan.
Él sonrió. Ya antes de que salieran juntos, desde pequeños, Agus le había dado ese abrazo especial para animarle. El único problema, recordó con sorna, era cuando se pasaba con la broma de fuerte y tenía que escaparse si no quería terminar ahogado.
-Ojalá estos días de espera se pasen rápido.
-Ojalá.

sábado, 18 de enero de 2014

El beso





<<Si una mirada dice más de mil palabras, un beso dice millones>>

- ¿Y has hablado con ella entonces?

-No, aún no he podido, pero me muero de ganas... La echo tantísimo de menos, de verdad... Pero no sé cómo decírselo...

-Simplemente, díselo.

-¿Y si está saliendo con otra persona?

-No crees que te habría avisado? Hicisteis un trato, y Violeta no es ni tonta ni una insensible, te lo diría (y con razón) al menos para que no te siguieras oprimiendo.

-No me estoy oprimiendo. Solo, soy... precavido.

-No intentes engañarme, Rubén. Te conozco perfectamente, por algo somos familia.

Él miró hacia otro lado y  dejó que el suave calor que aportaba el sol le calentase las heladas mejillas.

Su acompañante siguió mirándolo unos segundos hasta cansarse y empezar a leer una revista que llevaba consigo.

-No puedo creer que no quieras aceptar que tengo razón - dijo seriamente sin mirarlo a los ojos.

-No he hecho tal cosa - dijo Rubén mientras entornaba los ojos. Había visto algo que le había recordado a Violeta. Un jersey, una chica llevaba el mismo jersey que ella.

Estiró el cuello para intentar verla mejor.

-Cuando me llamaste para disculparte no imaginaba que nuestra conversación sería así - siguió diciendo la joven.

...Y los mismos vaqueros. Y el pelo era el mismo. Pero la chica estaba de espaldas y se alejaba.

Se levantó de un salto y corrió hacia la desconocida en silencio, sin despedirse.

La chica se dirigía a la estación. La siguió hasta la puerta. ¿Y si era ella? ¿Por qué no lo había buscado si volvía a la ciudad? No se atrevió a dar el único paso que le faltaba para entrar en el edificio.

Se perdió entre la multitud, pero no había ningún tren. Espero unos segundos que se le hicieron eternos antes de entrar dentro.

-¡RUBÉN! - le gritó alguien en el oreja - ¡¿SE PUEDE SABER POR QUÉ ME HAS DEJADO SOLA?! ¡ESTÁ CLARO QUE NO SE PUEDE CONTAR CONTIGO, NO SE PUEDE NI TENER UNA CONVERSACIÓN! ¡NO TIENES NI IDEA DE LO MUCHO QUE ME HA COSTADO VENIR HASTA AQUÍ, DE CONVENCERME DE QUE DE VERDAD TE SENTÍAS CULPABLE POR LO QUE HICISTE, PERO NO, NO ERES MÁS QUE UN ESTÚPIDO, Y YO UNA INGENUA, NO VUELVAS A HABLARME EN TODA TU VIDA!

Cuando pudo por fin darse cuenta de quién era quiso correr tras ella también, pero no pudo, Violeta podía estar en el andén a unos metros de él, mientras que por otro lado, su hermana merecía con creces una disculpa.

-¡Espera! - intentó gritarle, pero una familia con enormes maletas lo empujó para poder entrar - ¡Espera! - intentó volver a gritarle, pero ya estaba demasiado lejos.

Sin pensarlo dos veces, corrió hasta llegar a agarrarla del brazo. La joven se giró con brusquedad y le pegó un puñetazo en la nariz. Su vista empezó a nublarse.

-¿POR QUÉ ME HAS PEGADO?

-Sabes que te mereces mucho más - dijo secamente ella antes de seguir andando.

Empezó a sentir rabia y dolor al mismo tiempo, nada que había vivido antes podía compararse a ese momento. 

-No te considero mi hermano, Rubén. 

La sangre le caía desde la nariz hasta la barbilla. Necesitaba agua. 
¿Desde cuándo había aprendido a pegar así? Nunca había tenido tanta fuerza, o al menos no lo había demostrado. Distraído, se limpió con la mano algo de sangre, sin éxito. 

La gente empezaba a fijarse en él, así que buscó desesperado un baño. El más cercano estaba en la estación. 

Volvió corriendo dentro y se encerró en el baño. 

-Que bestia - dijo para sí cuando se miró en el espejo. El cuello de la camisa se le había manchado. Suspiró. 

Se enjuagó la cara con agua y se secó con el poco papel que había en aquél minúsculo baño. 

Tenía la nariz hinchada y estaba bastante seguro de que terminaría morada. Su "hermanita" había dejado de depender de él, y había dejado de serlo también. 
Se sentía tan culpable. 

Alguien aporreó con fuerza la puerta con fuerza. 

-¡Date prisa! ¡El tren está a punto de llegar! 

Rápidamente, volvió a lavarse la cara y se puso la chaqueta antes de salir corriendo hacia el andén. El hombre que estaba esperando para entrar lo adelantó dándole un empujón. El tren iba a salir. 
La chica subía al tren, y sí, era ella, era Violeta, y sí, parecía a punto de llorar. 

Cuando el tren empezó a alejarse tanto que ya no lo veía, él seguía allí, de pie junto a la puerta, esperando a que volviese con ella dentro.
Ni siquiera lo había visto, no se había girado para comprobar si estaba ahí como en las películas que tanto había visto con ella. Todo lo que le había dicho antes, todo lo que le había prometido le cayó sobre los hombros con fuerza. 

La nariz le ardía. 

La echaba de menos, y necesitaba verla, comprobar que seguía bien y volver con ella, lo necesitaba con todas sus fuerzas. 

Se echó el pelo hacia atrás y volvió a casa. 

***

-¿Dani? 

-¿Violeta? ¿Estás bien? 

Su voz al teléfono sonaba destrozada. 

-¿Podemos vernos? 

-Claro, dime dónde estas y vamos a buscarte. 

-Prefiero a solas. 

Ainoa y Eliot pusieron mala cara. 

-Estoy en mi casa, pero mejor quedamos en otro sitio, necesito hablar contigo, de verdad... - continuó ella.

-Está bien, dónde tú quieras. 

Eliot fue a decir algo pero Justin le dio un codazo para hacerlo callar. 

-El parque que hay cerca del instituto, ¿te parece bien? 

-Claro. Nos vemos ahí en veinte minutos. 

-Hasta ahora. 

Ambos colgaron el teléfono.

Todos lo miraban contrariados. 

-¿Vas a ir?

-Necesita ayuda - dijo él levantándose. Todos asintieron - Lo siento, de verdad. Pero... no es culpa mía, quiero decir...

-No puedes evitarlo - lo corrigió Eliot - , no puedes evitar ir a verla, y está claro que no dejas de pensar en ella - soltó una sonrisa triste - estás enamorado, Daniel. 

El chico miró de uno en uno a sus amigos. Ninguno añadió nada más. 

-Pase lo que pase, y sienta lo que sienta por ella, haría lo mismo por vosotros.

Todos le sonrieron y él se dio la vuelta, preocupado. 



 Cuando llegó al parque, Violeta corrió a abrazarlo. 

-Muchas gracias por venir - le dijo con la cabeza apoyada en su pecho. 

Daniel la mantuvo entre sus brazos unos segundos más. 

-De nada. ¿Estás bien?

Ella negó con la cabeza. 

-Rubén está con otra - dijo sosteniéndole la mirada. 

Abrió la boca para decir algo sin saber realmente que contestar, decidió callarse en lugar de soltar una estupidez. Violeta suspiró mirando hacia otro lado. 

-Lo siento...

-Gracias. Yo también - dijo ella con la voz rota - No sé qué he podido hacer mal. 

-No es tu culpa, no digas eso. 

-¿De verdad? Para empezar lo único que quiero ahora es vengarme de él. Eso no puede ser bueno, y no quiero ser de esas. 

-Tú no eres así... 

Aunque le gustaría que lo fuese, que se vengase de Rubén con él. 

-¿De verdad lo crees? - le preguntó débilmente. El chico asintió - Gracias. 

-Es solo la verdad. ¿Y sabes qué? Se está perdiendo a la mejor chica que conozco. ¿Esa no es ya una buena venganza? 

Violeta río, sorprendida por el comentario. ¿Ella la mejor? ¿Y Ainoa y Estrella? Ellas sí eran dignas de admirar, siempre tan fuertes y amables. No era nada a su lado. 

-No te creo - dijo sonriendo. 

-Puedes preguntarle a quién quieras, yo no miento - le sonrió él. 

Violeta se tiró de las mangas de la sudadera, nerviosa. 

-¿Te apetece un batido? - le preguntó Daniel, notando la incomodidad que había entre los dos. Debería haberse callado. 

-Claro, vamos. Yo invito. 

-No, eres tú la que estás mal y soy yo el que te invitará a un batido. 

-Yo te he hecho venir aquí  solo para consolarme. 

-No me molesta en absoluto eso. 

Violeta miró hacia otro lado, y Daniel carraspeó. 

-De verdad, Daniel, solo... quiero hacerlo. 

-Está bien, pero que sea la última vez que una dama invita a un caballero. 

-¿Te consideras un caballero? ¡Qué egocéntrico! - bromeó ella. Ya parecía estar mucho mejor. 

-El egocentrismo forma parte de mi ser - replicó con ironía. Le pareció algo egocéntrico por su parte. 

Violeta río. Él no pudo evitar no hacerlo tampoco. El día empezaba a ir bien. Necesitaba pensar en algo que no fuese triste. Y aunque no podía evitar sentirse culpable por estar feliz ante el reciente engaño de Rubén, solo se sentía más cerca de la chica que nunca. 

Al entrar en la cafetería un calor extrañamente agradable les azotó la cara con suavidad. Se sentaron junto a una ventana. 

Pidieron un batido cada uno y siguieron hablando de lo que pensaban hacer en verano, de los exámenes que pronto tendrían, comentaron algo sobre Sam, y cuando Violeta recordó que debía llamar a su mejor amigo y salió fuera para tener más privacidad, Daniel fue a la barra y pagó en su lugar.

Salió a la calle también. 

-Sí... Gracias... Te prometo que iré cuando pueda volver a reunir el dinero para volver a ir... ¿De verdad lo harías? ¡Gracias! ... ¿QUÉ ME TIENES QUE CONTAR? ¡CUENTA, CUENTA! 

-Vaya, parece interesante - comentó Daniel acercándose. Violeta le sonrió. 

-Bueno, pues me lo cuentas en cuanto vengas, ¿de acuerdo? ...Vale, adiós, yo también te quiero. 

Colgó y se giró hacia él. 

-Espera un segundo que voy a apagar - le dijo. 

-No hace falta, ya lo he hecho yo. 

-¡Tonto! ¡Invitaba yo! - le dijo dándole un suave empujón. 

-Lo siento - dijo sonriendo. 

Estaban peligrosamente cerca. 

-Te debo un batido - dijo ella entre susurros. Pero Daniel lo escuchó perfectamente. 
Notaba como la sangre bombeaba en el corazón con fuerza, le pitaban los oídos.

-No me debes nada - le sonrió él.

Los separaban unos milímetros.

-¿Nada? - dijo ella molesta. De pronto triste. Dio un paso hacia atrás. El chico sintió sus ánimos venirse abajo.

-¿Pasa algo? 

-Daniel, lo siento... 

-¿El qué sientes? - la nueva conversación empezaba a molestarle.

-Si te he llamado - dijo ella tomando aire - era solo porque pretendía vengarme de Rubén. Pero no puedo hacerte esto, sé que te gusto, no quiero hacerte ningún daño. 

-¿A qué viene esto? - se enfadó Daniel.

-Por favor, no te enfades. Te lo digo justamente porque no quiero estar mal contigo.

-Esto no está bien. ¿Quién te ha dicho que me gustas?

-Nadie, lo he notado... - de pronto cayó en cuenta de algo - ¡Por favor no me digas que estoy equivocada! ¡Qué vergüenza! 

Daniel apretó los labios. ¿Y la vergüenza que estaba sintiendo él? 

-No sé qué decirte - dijo seriamente.

-¡Lo siento! ¡Soy una loca! ¡No hago más que imaginarme cosas! ¡Por favor olvida lo que te he dicho! ¿Sabes qué? Seguramente haya imaginado lo de Rubén, quizá no era él. Voy a llamarlo y ... - dijo ella mientras se alejaba. Solo quería salir de ahí. 

Daniel olvidó su enfado y lo transformó en miedo. No podía perder su oportunidad. La agarró del brazo. 

-Ni se te ocurra llamarlo. 

La miró a los ojos. 

-Yo... - empezó a decir - es verdad que me gustas... 

-¿De... de verdad? 

-Sí. Pero no podía decírtelo, solo habría conseguido alejarte, estabas con Rubén... y luego estaba Sam... - se tragó su enfado.

-¿Sam? - dijo ella confusa - ¿Es que también te gusta Sam? 

Daniel negó con la cabeza. 

-Le hice mucho daño, y no me lo puedo perdonar, fui cruel...

-Lo que hicieras hace años no va a cambiar la opinión que tengo de ti, Daniel. 

 Violeta dio un paso hacia él. 

-Lo que hice me define. 

-Yo no te considero alguien cruel. 

-Y me alegra muchísimo saberlo, de verdad - dijo el sonriendo. Le cojió una mano y ella se dejó hacer - Pero... esto no deja de ser malo. Tu aún quieres a Rubén... Y necesitas a alguien que de verdad pueda ayudarte, y yo no podría... yo no te merezco. 

-Estaría soñando si pudiese estar con alguien tan bueno como tú, de verdad - le aseguró ella. 

-Aún así, pienso que no estaría bien. Acabas de ser engañada y... 

Violeta sabía muy bien a qué se refería. Daniel no quería ser el típico "apoyo" para mejorar después de una ruptura, no quería ser utilizado. 

-No podría hacerte daño, Daniel - le dijo sonriendo. 

-Entonces... 

-Entonces, si me pides salir, saldré contigo encantada. 

Daniel sonrió y le apretó la mano. Ella se sonrojó. 

-¿Puedo besarte? - le preguntó él, pasando la mirada de sus labios a sus ojos. 

No obtuvo respuesta, ni un asentimiento, pero sí un beso. 






Feliz entrada de año, esperamos que os haya gustado y que sigamos juntos este año.