A veces las cosas, simplemente, no son
lo que parecen. Pero duelen tanto como si fueran reales.
Violeta había dejado a Jorge al
cuidado de los chicos en casa de Ainoa. Al principio había pensado
no decírselo a nadie más que a Jorge; pero luego había decidido
que Dani merecía una explicación. Total, sólo iba a pedir una
explicación.
Ahora cogía aire e intentaba ponerse
dura, tenía un enorme nudo en la garganta. Habían quedado en el
parque, y estaba a unos pasos de allí.
Cuando llegó, cómo no, él ya estaba
allí; sentado en un banco, de espaldas a ella. En seguida se dio
cuenta de su presencia, Violeta pensó que por su agitada
respiración; pero era imposible: no estaban lo suficiente cerca.
Había llegado la hora, y ya no había
vuelta atrás. Tenían que hablar. Cuanto echaba de menos una mano
amiga, como la de Jorge o Lara (su mejor amiga en el antiguo
instituto), que le sirviera de apoyo.
Rubén se levantó y se acercó a ella.
Fue a darle un beso; pero ella se apartó haciéndole “la cobra”
y puso la mano en medio.
-Hey, espera. Me debes una explicación.
-lo detuvo ella.
-¿Una explicación de qué? Creí que
ya habíamos dejado claro que sólo me iba por un tiempo.
-No te hagas el tonto, Rubén. Sé lo
que has hecho.
-¿De qué me estás hablando, Violeta?
No te entiendo... ¿qué te pasa, te encuentras mal?
-Te vi con esa chica, de tu edad y tan
guapa, cuando fui al pueblo a visitar a Jorge. No soy tonta, Rubén.
Debiste saber que algún día me iba a enterar.
Podría ser que si que hubiera sido
ella la chica del otro día y se refiriera a su hermana. Pero, de
todas formas, nunca había visto en Violeta a una chica tan celosa,
¿se iba a poner así sólo por haberle visto hablando con su
hermana? No lo creía.
-Pero... ¿de qué me hablas, Violeta?
¡Anda ya! Sabes perfectamente que sólo tengo ojos para ti. No te
pongas celosa, que me haya ido no significa que haya buscado de otra
compañía. Y de todas formas, tampoco he estado tanto tiempo fuera.
-¡No te hagas el idiota, Rubén,
¿quieres?! ¡Ya sé lo que has hecho y el daño ya estás hecho,
joder! ¡Lo único que haces así es agravarlo más, ¿no podías
pedirme simplemente perdón e intentar enmendarlo y ya está?! ¡Yo
siempre confié en ti, ¿sabes?!
-Pe... Pe... Pero... Violeta, yo... yo
no he hecho nada.
-¡No me digas mentiras, sé lo que he
visto, cabrón!
El nudo en su estómago era cada vez
más fuerte ¿cómo era posible que encima se atreviera a mentirle?
Luchaba por no llorar, y gritarle era la mejor manera que encontraba
para evitarlo. Seguramente en breve todo el parque los estaría
mirando.
-A ver, Violeta... -intentó
tranquilizarla- Te juro... te juro que yo no he hecho nada.
Seguramente me vieras con mi hermana.
-¡Si fuera tu hermana no hubieras
empezado con largas y me lo hubieras dicho directamente! ¡Además,
tú nunca me has dicho que tuvieras hermana!
Rubén se quedó completamente parado,
bloqueado en sus pensamientos. Era verdad que nunca le había dicho
que tenía hermana, ¿y para qué decírselo, si probablemente no la
conocería nunca y eso sólo conseguiría ahondar más en las heridas
de su corazón? No tenía necesidad de saber por todas las desgracias
que había pasado o todas las personas que le habían dejado de lado,
era aún una niña pequeña, y pretendía protegerla. Pero en el
estado en que Violeta se encontraba no atendería a razones.
A Violeta su silencio le dolió aún
más. Eso significaría que había ganado, que llevaba razón y le
había dejado callado, y por una vez lo único que no quería era
llevar razón.
-¡Gilipollas, pervertido, cabrón! ¡No
sé cómo demonios has podido hacerme esto! ¡Yo de verdad que te
quería, pero al parecer lo nuestro sólo ha sido un juego para ti!
-aguantó el aire un momento en sus pulmones- ¡Te odio!
Dicho esto, le dio la espalda y se fue
casi corriendo, a grandes zancadas, hacia el otro lado. No podría
soportar más quedarse dentro las lágrimas, y no podría soportar ni
un sólo segundo más delante de él. Además, si al final lloraba y
él la abrazaba, le sería imposible no perder y quedarse con él.
Rubén la miraba alejarse con el
corazón luchando por no romperse en mil pedazos. De repente su mundo
se desmoronaba. ¿Qué había hecho él para merecer esto? Decidió
no correr hacia ella, Violeta no lo escucharía; podía llegar a ser
muy cabezota y aún más en ese estado de ánimo. Además, necesitaba
a alguien que la tranquilizara, y esta vez no podría ser él el que
lo hiciera. A parte, él también necesitaba un tiempo para pensar y
poner en orden las ideas en su cabeza; pero él no tendría a nadie
en el que apoyarse. La única persona de la que realmente dependía y
en la que confiaba, se alejaba a grandes pasos de él, odiándole. Y
tampoco podía pedir ayuda a los amigos que quedaban con él: nunca
habían visto con buenos ojos su relación, y el único que aún
siendo así lo apoyaría, se encontraba en esos momentos en América.
Se sentía completamente solo.
***
Ya no puede aguantar más
y le caen las lágrimas como goterones rodando por las mejillas. Va
con la cabeza gacha para que no se le note y piensa en que tiene
suerte de no echarse rímel. Un pensamiento tonto para la situación.
No lo piensa demasiado y va hacia la casa de Ainoa, donde su actual
novio y su mejor amigo la estarán esperando.
Llama a la puerta y le
abre la madre de Ainoa, que estaba a punto de irse. Ya la había
visto alguna que otra vez. Le da las gracias sin levantar la mirada
del suelo y entra corriendo en la casa. Ella le dice que están a la
izquierda, en el salón, y se va sin prestarle demasiada atención.
En cuanto entra, levanta
la mirada y todos se quedan mirándola, se arrepiente de haber acudido
allí. Preferiría poder hablar con Dani o Jorge a solas. Ellos dos
son los primeros en levantarse y acercarse a ella. Daniel la coge de
las manos y le da un beso en la mejilla, que está completamente
mojada.
-¿Qué te pasa, Violeta?
¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado? -le pregunta suavemente.
Entonces recuerda que aún
no le había dicho nada, había decidido contárselo cuando volviera
de hablar con él. Mierda. No conseguía parar de llorar para
explicárselo, Dani no sabía que hacer y Jorge la miraba preocupado,
mordiéndose el labio inferior. Daniel decidió quitarse de en medio
para dejarle tranquilizarla a él, que la conocía mejor; para su
desgracia, ya que él tampoco sabía qué hacer ni como reaccionar.
Agus se adelantó a los
dos, poniéndose delante de ella y haciendo que alzase la vista y lo
mirara cogiéndola de la barbilla. Le secó las mejillas con suavidad
con la manga de su sudadera.
-Hey, ¿qué sucede,
preciosa? -le preguntó con una suave, preciosa y tranquilizadora voz-
¿Por qué lloras? Las niñas bonitas no deberían llorar.
-Creía que eras gay.
-intentó bromear ella con la voz rota.
Él dejó escapar una
media sonrisa.
-Ya, lo soy; pero sé
reconocer una cosa bonita cuando la veo. -consiguió hacer que
Violeta se sonrojara por debajo de las lágrimas, que seguían
acudiendo a borbotones a sus ojos y regaban sus mejillas- Además, no
soporto ver a las chicas bonitas llorar porque me recuerdan
demasiado a Estrella y a Ainoa.
Ahora les tocó a ellas
el turno de sonrojarse, desde detrás de él. Agustín era...
demasiado directo, y sincero. Quizás era eso lo que tanto le venía
bien a Justin de él, que siempre le dijera las cosas sin rodeos y
con certeza. Agus volvió a intentar secarle las lágrimas, con una
clara cara de preocupación, y se alejó un poco de ella. Realmente
no la conocía; pero le había caído bien, y los amigos de Justin
eran sus amigos.
-Anda, Violeta, ven aquí
y siéntate; deja que podamos ayudarte. -le dijo Ainoa.
Dani se acercó a ella y
la cogió de la mano, llevándola hasta el sofá. Estrella les cedió
su sitio para ir a sentarse al lado de Justin y Agus y que así los
tres pudieran sentarse juntos y Dani se sentó y la cogió a ella de
la cintura; para que se sentara sobre sus piernas. Jorge se sentó al
lado de él y la cogió de la mano para reconfortarla. La verdad era
que no le agradaba lo directo que era Dani con ella, Rubén siempre
había ido mucho más... despacio. Pero si su amiga se encontraba
bien con él, no era quién para inmiscuirse. El problema era que ni
ella misma lo sabía, y ahora descubrirían qué le había dicho
ese... idiota de Rubén. Y pensar que él mismo lo había creído su
amigo...
Violeta miró a su al
rededor. Nadie se atrevía a mediar palabra. Estrella ya no portaba
su radiante sonrisa que iba siempre con ella y que le recordaba tanto
a su nombre. Eliot estaba... ¡Serio! ¡Eliot serio! Y Justin
claramente preocupado. Creía que sólo los había visto así el día
que tuvieron la pelea con Sam. ¿Y ella se merecía preocuparlos así
y estropearles la fiesta por una vez que Agustín los podía visitar
por una gilipollez de un idiota como Rubén? No lo creía. Y tampoco
sabía cómo se tomaría todo aquello Daniel... Aunque, pensándolo
mejor, él ya sabía el daño que le había hecho; no conseguiría
que se enfadara mucho más con él.
-¿Qué te pasa, Violeta?
-rompió el hielo Estrella- Sabes que siempre estamos aquí para
ayudarte...
-No dudes en pedirnos
cualquier cosa. -añadió firmemente Eliot.
-Estamos contigo. -la
apoyó Justin.
Era reconfortante que
todos la trataran así; pero no conseguía hacer fluir a las
palabras. Apretó la mano a Jorge para que él empezara.
-Ha quedado con Rubén
para hablar de lo que pasó con él, esta mañana. -todos apretaron la
mandíbula. No parecía que fuera a ser una historia muy bonita ni de
fácil solución- Y al parecer no ha salido demasiado bien...
Ella negó con la cabeza
compulsivamente.
-Para nada... -gimió-
Encima de todo ha tenido la enorme cara de mentirme y hasta se ha
inventado la aparición de una inexistente hermana...
Agustín se sentó debajo
de Justin para que éste le explicara en voz baja la situación y así
poder ayudar un poco con el problema. Pasaron un rato hablando sobre
el tema, intentando sobretodo que Violeta se tranquilizara. Entonces
Agustin se levantó.
-Escúchame bien, Violeta.
-le dijo agahándose para estar a la altura de sus ojos y cogiéndole
de la barbilla de nuevo- Para hacer daño a una persona tan hermosa
como tú hay que estar muy mal de la cabeza; así que ese tío no te
merece, ni como amigo ni como nada ¿me entiendes? Debe de ser un
caso perdido para atreverse a hacer daño a una criaturita como tú.
Dicho esto se incorporó
y la miró, entonces comenzó a hablar Eliot, que parecía intentar
reprimir un pequeño enfado.
-No, a ver, es que para
dejar plantada a una tía como tú hay que ser gi-li-po-llas, con
todas las letras. Engañarte con otra teniéndote ya a ti, vaya asco.
Y más ese viejales ¡que se va a creer él que va a encontrar a
alguien como tú, y más a esa edad! Hay distintas clases de idiotas,
en fin... pero creo que habría que inventar una tan sólo para él.
Ainoa no pudo evitar
sentir un pellizco de dolor en el fondo de su corazón. Como si Eliot
alguna vez le fuera a decir a ella cosas así... Pero tenía razón,
Violeta estaba mal y había que animarla, estaba siendo muy mono por
su parte intentar hacer algo así. Y después estaba que ella era
tan guapa... y tan lista... Intentó quitarse esos pensamientos de la
cabeza, en esos momentos su prioridad era Violeta.
La chica sonrió.
-Gracias, chicos... No
sabéis cuánto os agradezco esto...
Daniel sólo era capaz de
apretar la mandíbula y pasarle fuerzas por medio de su abrazo, ya
que si hablaba podría explotar.
-No hay de qué, te lo
mereces. -dijeron Agustín, Eliot y Ainoa a la vez.
-Sí, y mientras ese ya
puede estar pudriéndose en los mismos infiernos. -dijo Jus mirando a
Dani, mientras lo imitaba y adivinaba los pensamientos de su amigo-
Por maricón. -añadió por agregarle gracia.
Todos empezaron a reír.
-¡Anda, pues eso tendría
sentido! -exclamó Eliot- ¿Tú estás segura de que no te estaba
engañando con un tío? Porque a lo mejor su problema era que le daba
vergüenza aceptar su verdadera sexualidad. -todos empezaron a reír
aún más fuerte de nuevo- Eso sí que explicaría que pudiera desear
dejarte por otra persona.
Violeta ya no podía
controlarse entre las lágrimas y la risa. Imaginarse a Rubén
desnudo flirteando con otro tío había sido... demasiado.
-¡Anda, chicos, parad
ya! ¡Que no me aguanto! -se quejó.
Ellos se rieron y dejaron
de bromear.
Al rato, Violeta por fin
consiguió terminar de llorar; Estrella le tendió un pañuelo y Dani
le secó las lágrimas de la cara con él. En ese momento sonó el
timbre. Justin fue a abrir y se quedó parado con quién encontró.
***
Rubén se había sentado
en un banco con la cabeza entre las manos y había estado pensando. Al
final había decidido que debía de ser él quien hablara con ella,
que cuanto antes le explicara mejor, y que ella le debía escuchar.
Después de todo el tiempo que habían pasado juntos y de todo lo que
se habían ayudado, debía dejarle una última oportunidad.
El problema era que no
sabía a dónde había ido; a su casa no, eso era obvio, no querría
que sus padres la vieran así. Pero ¿a dónde habría ido entonces?
A casa de sus amigos. ¿Y dónde vivían sus amigos? Ni idea. Era
molesto que se hubieran mudado allí.
Preguntando a unos y a
otros, fue siguiendo su rastro; y ahora, estaba allí, en la casa en
donde, según le habían dicho, había entrado ella.
Llamó a la puerta y le
abrió un chico al que creyó reconocer. Entonces se acordó: era uno
de los simpáticos muchachos del grupo, había dado con la pista.
Entonces se percató de lo parado que este se había quedado al
verle; en ese caso debía de saber ya la noticia, y por lo tanto
Violeta se encontraría allí. Tanto mejor, no tendría que buscar
más. “Hola”, se aventuró a decir el chico por fin. Él le
saludó de vuelta.
-¿Está Violeta? -fue
directo al grano él.
-Puede; pero aún que sea
así no creo que ella quiera hablar contigo.
-O es posible que sí.
Por favor, llámala.
-No está de humor.
-Por favor, no me iré
hasta que le preguntes a ella y te diga que me vaya. Déjame esta
oportunidad.
Justin se mordió el
labio. En principio el hombre le había caído bien, y no parecía
mala gente; pero según lo que contaba Violeta... Aunque, ¿y si esta
se había equivocado? A lo mejor ella quería aclarar las cosas con
él...
-De acuerdo, está bien.
Pero quédese aquí, ¿me entiende? No entre. -contestó a sabiendas
de que a la mínima opción intentaría entrar y buscar a la chica
por él mismo.
-De acuerdo. Aquí
estaré. Pero llámala... por favor...
Él asintió y volvió al
salón. Los chicos le miraron, y él dirigió su mirada a la
muchacha, que estaba acurrucada en los brazos de Daniel.
-Violeta... Es Rubén,
quiere hablar contigo. ¿Qué le digo?
Ella se puso tensa.
-No... no... no... No
quiero verle. -dijo, aunque una parte de ella sabía que era mentira, prefería quedarse allí entre los brazos de Daniel y olvidarse por
un momento de la realidad.
Justin miró a Agus y
Eliot, que asintieron y se levantaron. Daniel hizo ademán de hacer
lo mismo; pero Eliot lo detuvo cogiéndolo por los hombros
impidiéndole levantarse del sofá.
-Tú quedate aquí. -le
aconsejó, para después irse.
Él asintió; pero no las
tenía todas consigo. Las chicas y Justin salieron detrás de los
muchachos, para mirar por si pasaba algo. Si Rubén intentaba algo...
en fin, sabían que los chicos eran muy burros y no lo dejarían
entrar.
Agustín asomó por la
puerta, con Eliot observando por detrás. Que el muchacho fuera un
año mayor le permitía que Eliot le cediera la voz cantante en
muchos casos.
-Lárguese, Violeta no
quiere hablar más con usted.
Rubén tragó saliva
mientras se le caía el alma al suelo.
-Pero... Por favor...
Tengo que verla...
-Pero ella no quiere
verle a usted. Por favor, lárguese si no quiere que llame a la
policía. O tendremos que echarlo nosotros.
Rubén suspiró, miró
al suelo rascándose la frente y volvió su mirada a ellos.
-Pero... vosotros no lo
entendéis... Y es importante, tengo que verla.
-Claro que lo entendemos.
-respondió Eliot- Usted la abandonó, le puso los cuernos y la ha
dejado tirada; y ahora nosotros estamos ayudándola. Y encima de todo
ha sido tan cabrón como para llegar mintiéndole. Por favor,
lárguese.
-Ya ha perdido su
oportunidad. -añadió Justin, al que no se le veía desde fuera.
Rubén se llenó
de desesperación e intentó abrirse paso entre ellos. Estrella miró
a Ainoa preocupada y le hizo un gesto con la cabeza. Ella dirigió la
mirada hacia las escaleras, que estaban al final de la pequeña
entrada.
-¡Robin, hijo puta!
-gritó ésta, llamando la atención de su hermano, que se encontraba
arriba.
El chico bajó corriendo
las escaleras saltándolas de dos en dos al ver que allí había
movida y miró a su hermana. Esta no necesitó más de dos frases
para explicarle toda la situación y que su hermano la entendiera.
Robin apartó a los muchachos y se asomó a la puerta.
-Lárguese de mi casa.
-se encaró con Rubén- Nadie le ha invitado aquí.
La verdad era que el
chico imponía: brazos grandes, hombros anchos y musculatura.
Cualquier otro habría dejado la discusión estar; pero Rubén estaba
demasiado desesperado por ver a Violeta.
-Por favor, tú no lo
entiendes. Tienes que dejarme entrar a verla.
-A ver, ¿tienes una
invitación para entrar aquí? No, ¿verdad? ¿Ella ha pedido que
quiera verte? No, ¿verdad? Pues lárgate ya, viejales, que nadie te
ha pedido venir aquí, y búscate a alguien de tu tamaño.
Rubén intentó pasar por
el hueco que dejaba el brazo de Robin, que estaba apoyado en el marco
de la puerta. Él fue más ágil y no lo dejó pasar, además de
empujarle haciéndole retroceder unos pasos. Rubén empezaba a
enfadarse. Malditos críos, que se interponían sin saber nada...
-A ver, niñato, déjame
entrar o pídele a ella que salga para que podamos resolver nuestros
problemas a solas ¿quieres? Creo que ni tú ni yo tenemos todo el
día, y tus amigos también querrán tener la fiesta en paz. Sólo os
pido un momento.
-¿Qué le parece si
mejor llamo a la policía y le acuso por salir con una menor,
acosarla y por intento de allanamiento de morada?
Rubén sabía
perfectamente que tenía las de perder en ese enfrentamiento, y no le
quedó otra que rendirse.
-Niñato asqueroso...
-murmuró mientras empezaba a darse la vuelta. Entonces algo lo hizo
detenerse al mirar al interior de la casa.
Jorge había salido del
salón y lo miraba, un tanto dolido por el comportamiento del hombre.
-Jorge... -lo llamó él.
El chico apartó la mirada- Jorge, por favor, ayúdame. Me conoces,
sabes que nunca le haría daño, tú sabes que la quiero. -el chico,
muy a su pesar, negó con la cabeza- ¡Sabes que la quiero, joder!
Ayúdame, por favor... George... Te lo suplico, ayúdanos.
Él negó con la cabeza
de nuevo.
-Lo siento mucho, pero
no. -dijo en voz baja; aunque Rubén lo entendio.
El hombre, sin más
alternativa, suspiró y, con la cabeza gacha, se marchó.
Jorge abrazó a Violeta,
que había salido con él y Dani a la entrada, para reconfortarla.
Cerraron la puerta. Cuando se hubieron relajado un poco, Agus, como
si no hubiera pasado nada, le dirigió una amplia sonrisa a Robin.
-¡Hey, Robin! Cuánto
tiempo sin verte.
-De verdad. Y anda qué
me avisas de que vienes... -se quejó éste.
Agustín sonrió y le
abrazó. Agustín abrazaba a todo el mundo, era sorprendente cómo le
gustaba dar abrazos. Con tal de despejarles un poco y animarles,
Robin empezó a bromear metiéndose sobretodo con su hermana, y
Estrella no podía evitar sonrojarse de vez en cuando. Le parecía
taaaan gracioso y adorable. No en balde era Robin, su amor platónico
desde que entró en el instituto. Justin y Agus, los dos únicos que
lo sabían, la miraban y le hacían tonterías cuando los demás no
lo sabían. Realmente, ella sólo se lo había contado a Justin; pero
contar a Justin algo sin que Agus se enterara era... difícil. No
había secretos entre ellos, ya fueran suyos o de los demás; lo cual
Justin avisaba, con tal de que no le contaran nada que no le pudiera
contar a Agus, ya que en esos temas Justin y Agus eran como una sola
persona. Sólo... que Agustín se entrometía y le gustaba picar y
Justin lo dejaba más estar; pero era lo que había. Aún así,
tampoco solían meterse mucho con ella, lo cual la chica agradecía.
Estaban de nuevo sentados
en los sofás. Violeta estaba un poco en su mundo, pero intentaba
centrarse en la conversación porque al menos ellos le hacían reír.
Le había caído bien el hermano de Ainoa. Era como uno más en la
pandilla, aunque se notaba que no estaba al tanto de muchas cosas y a
Ainoa le molestaba un poco que se inmiscuyera durante demasiado rato
en sus asuntos. Al fin y al cabo, era su hermano mayor.
Volvieron a llamar a la
puerta. ¡¿Otra vez?! Menos mal que el timbre no tiene límite de
llamadas... Pensó
Ainoa, a la que le tocaba levantarse esta vez. En seguida llegó
Borja saludando a todos. Violeta se acordaba de haberlo visto cuando
conoció a Dani. Él le saludó contento.
-Ey,
Borja, ¿qué haces tú por aquí?
-Me
han mandado tus padres. Dicen que tienes que volver a casa para
cuidar a los niños; porque ellos se tienen que ir a y yo que sé qué
manda'o con mis padres. -le informó él.
En
seguida a Dani se le cambió la cara.
-¡Venga
ya! No pienso irme. Estoy ocupado.
-¿Haciendo
qué? ¿Saliendo con tus amigos como casi siempre?
-Um...
Hoy ha venido Agus, y dentro de poco tiene que irse.
-Uff,
venga Dani... Que nos tenemos que ir.
-¡Que
no me da la gana, joder! Diles que lo hagan ellos, que para eso son
sus padres.
-Serán
sus padres; pero están ocupados. Tienen que irse a una cosa del
trabajo o algo. Venga, Dani, no seas así.
-Pues
si tan to los defiendes cuídalos tú.
-Venga...
¡No puedes dejarme solo! Lucas Martín y Carolina sólo te hacen
caso a ti, y Sandra casi que también...
-Pues
bueno, ya te obedecerán. O a tu edad ya cuidaba de vosotros cuatro.
-¡Dani!
¡Jo, no seas así!
Al
ver que Daniel negaba y no se movía, salió de la casa en busca de
su tío.
-Dani...
-replicó Robin señalándole la puerta. Él volvió a negar. Los
demás no dijeron nada, en cuanto a cabezonería nadie le ganaba, y
estaba enfadado porque le mandaran cuidar a sus hermanos cuando salía
con sus amigos. “No hay derecho” o “no es justo” diría él.
No
mucho después, llamaron a la puerta de nuevo, esta vez fue Robin.
Era Lucas Martín padre, el padre de Daniel. Éste llamó a su hijo,
que volvió a rehusar hacerle caso.
-Robin...
-le pidió Lucas haciendo un gesto con la cabeza.
Él
asintió, fue al salón y cogió a Dani, que por mucho que se
resistía no pudo evitarlo, en volandas colocándolo encima de su
hombro. Lo llevó a la salida dejándolo al lado de su padre y los
demás lo siguieron. Estaba siendo una tarde muy movidita para ser
una tarde en casa.
-Daniel,
ve con tu primo a cuidar a los críos, haz el favor.
-¡Que
no me da la gana, joder, vosotros sois sus padres, ¿no?! ¿Por qué
coño tengo que cuidar a los dos enanos yo! ¡Que los cuide Borja, si
tanto empeño tiene!
-Venga
Dani... -intentó convencerle su primo poniendo cara de niño bueno-
Que será divertido... Podemos poner una película y pasar una tarde
de primos como en los viejos tiempos.
-Uy,
sí, qué diversión. -ironizó él. Se volvió a encarar con su
padre- Que no, que yo me quedo aquí. No voy a pasar mi tarde con los
amigos cuidando a unos enanos cuando yo no he tenido la culpa de que
hayan nacido. Cuidarlos vosotros, que al menos yo he sido lo
suficientemente listo para no ser padre tan pronto. -el mismo golpe
bajo de siempre.
A
Violeta no le parecía nada bien que tratara así a sus padres, y
mucho menos delante del pequeño Borja, que podía aprender de él.
Con lo bueno y educado que parecía siempre... Pero no le quedaban
fuerzas ni ganas para decir nada. A su lado, Jorge, estaba
horrorizado.
-Daniel.
A la casa. Ahora. -ordenó firme su padre.
-¡Si,
hombre! Que no...
-Daniel
Segovia. Tira.
Al
segundo apellido la cosa se pondría peor, y él lo sabía. Empezó a
ponerse rojo y se dio la vuelta, no muy convenvcido.
-Si
quieres puedes llevarte a unos de tus amigos, como siempre. -apaciguó
su madre.
-¿De
verdad?
-Sí,
claro. Habérselo pensado antes de insultarnos. -replicó su padre-
Dani, tira para la casa.
-¡Venga
ya! ¡No me seas hijo puta, papá!
-Un
poco de respeto a tu abuela. Daniel Segovia -abrió la boca para
pronunciar el otro apellido.
-Pufff...
Que sí, que sí, que ya voy. Adiós, chicos. -se despidió de sus
amigos sin apenas mirarlos-Adiós, Violeta, espero que te vaya bien.
Estaba
completamente rojo de ira, se acercó a su primo, lo cogió por la
chaqueta con brusquedad y se alejó de allí. Después lo soltó,
intentó traqnuilizarse y le pasó el brazo por encima del hombro con
cariño. Sabía que Borja no tenía la culpa y que, además, había
sido condenado al mismo castigo que él.
***
Agustín
les dio un abrazo a los dos padres, a los que decía que también
había echado de menos, y estos les preguntaron que tal le iba a su
hijo. Al parecer, la comunicación con ellos no le iba muy bien.
-Tres
10, un pequeño 9 con algo, 5 en lengua y 3 en una lámina de dibujo;
por lo demás todo bien. -respondió Eliot.
-Bueno,
chicos, Jorge y yo nos vamos ya; han sido demasiadas experiencias
fuertes para un sólo día.
Estrella
se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo antes de que se fuera.
-Ánimo,
Violeta. -le dijo al oído. Después, algo dubitativa, se acercó
Ainoa y la abrazó también.
Agustín
ir dio un fuerte abrazo, que le hacía sentirse más pequeña de lo
que era arrollada por sus fuertes brazos y con su gran estatura, y a
la vez sentía protección.
-Sonríe,
guapetona, que tiemble de vergüenza el mundo al ver tu sonrisa. -le
dijo éste al oído.
Justin
y Eliot se despidieron de ella con la mano y una sonrisa de ánimo y
se fue con Jorge de vuelta a su casa.
-Yo
y Agustín también nos vamos, chicos, que queremos pasar un rato
juntos y mañana yo tengo que ir al instituto mientras él estudia.
-¿Qué
hora es, Justin? -le preguntó Eliot. Él se la dijo- Pues yo también
me tengo que ir ya, que Esperanza tiene que ir a estudiar a la
biblioteca y tengo que ver si mis padres necesitan ayuda, últimamente
los dos pequeñajos están muy revoltosos y a mis padres le entra
mucho trabajo.
-Hay
que ver qué chico más apañado eres, Eliot. Ojalá a Dani sele
pegara algo. -lo piropeó Lucas Martín.
-Pues
la verdad es que sí... -confirmó su madre.
-Tampoco
es para tanto... -se sonrojó él.
Al
final Estrella fue la única que se quedó con Ainoa y Robin en casa
de estos.
***
Violeta,
nada más llegar a su casa, subió a su habitación con Jorge
pisándole los talones.
-¿Cómo
estás? -le preguntó su amigo en cuando cerró la puerta.
Por
toda respuesta, Violeta se tiró a la cama y empezó a llorar de
verdad, sin ataduras, no como antes que sólo soltaba lágrimas.
Jorge suspiró, lo que suponía.
-Es
que... Es que... Por una parte no quiero volver a Rubén en mi vida
porque es un cabrón... Pero por otra parte sé que esto no es verdad
y que sólo quiero estar en sus brazos. Y hoy Daniel me ha
decepcionado mucho con lo de sus padres. Y no puedo seguir fingiendo;
porque yo en realidad todavía quiero a Rubén, porque soy
gilipollas, joder, y soy tan imbécil que sigo queriendo a alguien
que me ha hecho esto y que me ha hecho tanto daño... No me aguanto.
Él
se sentó a su lado con las piernas grzadas, le puso la cabeza sobre
ellas y le acarició reconfortablemente.
-Tranquila,
Violeta, yo estaré aquí contigo.
Cuando
se tranquilizó un poco y le preguntó por Dani, Jorge le dijo que la
verdad es que no le gustaba nada para ella. Que seguramente le
hubiera caído bien si no estuvieran juntos (quitando el suceso con
sus padres) pero que no le gustaba así cómo para ella.
Y
en el fondo él también estaba dolido. Dolido porque lo habían
decepcionado, él también había pensado que Rubén era su amigo.
***
¿Os
imagináis lo que es ver a un hombre mayor, amable, simpático y
cariñoso con todo el muco, destrozado tirado en el suelo con la cara
sobre su sofá y agarrado a una foto con cada mano sin parar de
llorar? No tendríais que imaginar tanto si estuvierais en la casa de
Rubén en ese momento... Y cada vez que levantaba la mirada, sus ojos
se juntaban con los de Violeta en alguna de sus innumerables fotos y
rompía a llorar más fuerte aún de nuevo. Igual que cualquier
enamorado al que dejan sin tener razón alguna y echándole las
culpas de un gran error que él no ha hecho. Aún no lo habían
dejado formalmente, pero sabía que esas palabras llegarían de boca
de Violeta dentro de poco.