sábado, 29 de marzo de 2014

Oculto.

Hablar con alguien y estar pensando en algo que no puedes contarle ocurre algo así como todos los días.

 

 

Dani se despertó. Recordó todo lo que había pasado y se sintió mal por su primo; pero no pediría perdón a su estúpida amiguita. Ella también se había pasado, y mucho. Nadie tenía derecho a meterse con él, y mucho menos con sus amigos.
Sus padres aún no habían vuelto. Se levantó del sofá y fue a buscar a Lucas Martín. El niño estaba de rodillas escribiendo en una mesa muy baja con una gorra roja en la cabeza y moviendo la cabeza al son de una melodía en su cabeza. Seguramente estaría escribiendo una canción o algún rap.
Le quitó los cascos que, aunque apagados, el chico se ponía para no escuchar nada y aislarse del mudo exterior.
-Ey, Lucas Martín, ve a ponerte un abrigo, anda, que nos vamos.
-Vale -dijo él sin muchas ganas-, ¿puedo llevarme esto para seguir escribiendo?
-Como quieras.
-Vale, ¿vamos a ver a Eliot? Quiero enseñárselo.
A Dani aquello le dolió un poco, ¿en serio quería enseñárselo a Eliot antes sin que ni siquiera lo hubiera visto antes él?
-Claro, como quieras.
-¿Y a dónde vamos entonces?
-A ver a Borja.
-Estará enfadado.
-Lo sé. ¿Puedo ver yo también eso, Martin? -le preguntó cambiando de tema.
-Em... No. Por haberte portado tan mal con Borja. -respondió el niño escondiéndolo tras su espalda y yéndose de allí.
Daniel suspiró. Se dirigió al dormitorio de su hermana. Allí estaba ella, de espaldas a la puerta jugando con un peluche. Se quitó los zapatos y entró sin hacer ruido. La cogió por sorpresa, levantándola del suelo y haciéndole una pedorreta en la barriga. La niña se rió.
-¿Tienes ganas de ir a ver a Sandra, pequeñina?
-¡Síiii! -exclamó ella.
-Pues corre y ve a ponerte los zapatos. -le ordenó dejándola de nuevo en el suelo.

***

Rubén se despertó por un pitido de su móvil. Lo cogió. Era Raúl. El hombre estaba preocupado porque aún no le había contado qué le pasaba. Decidió resumírselo todo para que lo entendiera. Raúl había sido siempre una brillante mente pensante, quizás a él se le ocurriera alguna idea. Quizás sabía cómo hacer para que la chica a la que amaba, la cual le odiaba, salía con otro chico y no quería volver a saber de él, volviera con él. No tenía muchas esperanzas, nunca había creído demasiado en los milagros. Pero había que intentarlo, y confiaba mucho en Raúl.

***

Habían vuelto de tomar aquel helado, la verdad era que Violeta no se sentía mucho mejor, y Jorge no sabía qué más hacer. Ese día, la chica había quedado con Dani; pero, no sabía si por suerte o por desgracia, sus padres le habían vuelto a dejar al cuidado de los pequeños. Viendo a Dani casi agradecía ser hija única; aunque luego se fijaba en Ainoa y Robin, Jus y Antonio o Eliot y sus hermanos y no parecía ser tan malo. Creía que Estrella también tenía una hermana con la que se llevaba muy bien, ella era la única hija única.
Y en todo esto era en lo que pensaba como distracción para poder sacarse a Rubén un rato de la cabeza; era lo único que se le había ocurrido.
No podía seguir así, simplemente, no podía.

***

Por fin llegó a casa de sus tíos, eso de ir cargando con Carolina porque la niña se había empeñado en llevar su nuevo juguete y se tropezaba cada dos por tres a la vez que escuchaba la charlatanería de Martín, al cual parecían haberle dado pilas “Duracell”, era un tanto exasperante. Llamó a la puerta y le abrió su tía.
-¡Hola, chicos! -les saludó Teresa con una gran sonrisa- ¿Cómo es que os habéis dejado caer por aquí?
-He venido a ver a Borja. -le contestó Dani.
-Oh, sí. Parece que ha venido un tanto enfadado... Pasar, pasar.
-¿Dónde está?
Daniel se dirigió a la habitación que su tía le había indicado. Allí estaba Borja, solo. Se apoyó en el marco de la puerta.
-Ey. ¿Se ha ido ya tu amiguita?
-Sí. Y vete, déjame en paz.
-¿Estás enfadado conmigo?
-Tú verás... -contestó él sarcástico.
-Sabes que no puedes enfadarte conmigo.
Dani se lanzó encima de su primo con un ataque de cosquillas. Al final consiguió que Borja se relajara un poco.
-Bueno, ¿a qué has venido?
-Quería pedirte perdón. -Borja abrió la boca para decir algo- Y no, no voy a pedirle perdón a esa sucia arpía. -le cortó él- Si tendría que haberme callado era por respeto a ti, no a esa. Y qué quieres que te diga, no me parece una buena persona, no creo que sea una buena compañía; pero ya sé que al final harás lo que tú veas.
El niño quiso decirle que a penas tenía otra opción: ella era bastante popular, y... él era el marginado. A lo mejor si se acercaba a ella pararían de meterse con él. Pero no, no se lo digo, no quería que supiera eso de él.
-Y bueno, -prosiguió Daniel- no voy a dejar que nadie se meta con mis amigos; así que entiéndeme, ¡no iba a quedarme de brazos cruzados! Pero... sí que es verdad que me pasé; así que lo siento.
-Disculpas aceptadas. -contestó Borja, dándole un abrazo para sorpresa del chico.

***

Peter miró a Justin y luego de nuevo a la bolita de papel que tenía en la mano. Se la tiró disimuladamente para que nadie la viera pero, a la vez, que si la vieran creyeran que era la típica bola babeada para molestarle. El chico la leyó “necesito que me ayudes en una cosa... Nos vemos en los baños de la tercera planta en el recreo, deshazte de tus amigos”. En esa planta no solía a ver nadie en los recreos, al fin y al cabo, estaba prohibido entrar a esas plantas del edificio a esas horas. Inclinó un poco la cabeza para que Peter supiera que estaba asintiendo.
En el recreo, Peter le pidió volver a quedar: había hecho todos los problemas como el chico le dijo, pero aún así seguía teniendo muchas dudas y seguía sin entenderlo.
Justin no sabía muy bien qué hacer ¿tendría que quedar con el muchacho cuando ya sólo quedaban dos días para que Agus se fuera? No le parecía muy justo; pero le había dicho al muchacho que iba a ayudarle. Decidió explicarle al chico la situación:
-Em... Es que mira, Peter. Ha venido a visitarme mi pareja, que está viviendo en otra ciudad y lleva mucho tiempo sin verme, y quiero aprovechar el tiempo para estar juntos... Pero también es verdad que yo tengo que estudiar para ese examen... Intentaré encontrar si tengo tiempo.
-Um... Claro, lo entiendo. Podrías presentármela. -dijo curioso.
-¿No decías que no querías que nadie supiera que te estoy ayudando?
-Cierto... ¿Es de aquí?
-Sí.
-Una lástima.
Hubo un rato de silencio, se intercambiaron los móviles para poder avisarle si tenía tiempo y se giró hacia la puerta.
-¿Sabes? Creo que esa “A” tiene suerte. -comentó Peter de repente- Um... ¿Alisson, Andrea, Antonia, Alberta? … ¿Cómo se llama?
-Nunca lo descubrirías. -dijo sin girarse a él.
-Bueno, aún así, creo que tiene suerte.
Justin se contuvo de darle las gracias y se fue con sus amigos. Había sido muy raro por parte de Peter.

***

Aquel fue un recreo muy molesto para la pobre de Ainoa. Que Estrella le diera un pequeño codazo cada vez que Eliot y Daniel no miraban y que Violeta le lanzara indirectas era casi para meterle una paliza cada una. Justin, decidiendo que ya había sido bastante con la broma, se puso detrás de ella dejando sus brazos en sus hombros y las piernas haciendo distancia entre ella y las dos chicas; para alivio de Ainoa.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Es que no entendían que, por mucho que le gustara, ella no quería salir con él?

Peter pasó por delante de donde estaban ellos con su grupo para dirigirse al porche y los jardines más alejados, donde no solían pasar los profesores y se podía fumar. Les lanzó una mirada por el rabillo del ojo. “A de Ainoa” pensó, aunque eso no tenía mucho sentido si Justin no le había mentido al decirle que su pareja había venido de visita como excusa para no poder quedar.

***

Cuando salió del instituto,en seguida vio de lejos a Agus, que le hizo una seña y se metió por un callejón. Fue corriendo alegre hasta allí y se lanzó de un salto a sus brazos, cómo le gustaría que Agus se quedara para siempre allí...

domingo, 23 de marzo de 2014

Apoyo




 El apoyo de la persona adecuada y en el momento adecuado, hace milagros.


Llevaba pensando en Andrés toda la tarde. Tenía ganas de llamarlo y de saber cómo se encontraba, si algo había cambiado...
Pero no podía, Violeta necesitaba su ayuda.
La miró unos segundos buscando su mirada, pero ella solo se fijaba en las aves del estanque.

-¿En qué piensas? - le preguntó intentando parecer natural.

-En Rubén.

-¿Y qué piensas de Rubén?

-Que  no debería haberle enviado ese mensaje, porque se lo puede haber tomado muy mal, y que aún así sigo estando cabreada con él.

Jorge intentó no suspirar con demasiada desesperación.

-Perdona, soy repetitiva - dijo Violeta agachando la cabeza.

-No, no te preocupes. Pero deberías pensar en otra cosa.

-¿Cómo en qué?

Jorge evitó su mirada y se fijó en un cisne que se movía con una gracilidad impresionante.

-En que la vida sigue. Aún no eres ni siquiera mayor de edad y tienes otro novio, al que le gustas y que te gusta, ¿cuál es el problema?

-Rubén... Rubén me quería.

-¿Y tú lo querías a él?

La chica se mantuvo unos segundos en silencio.

-Creo... creo que estaba enamorada de él.

-¿Estabas?¿En pasado? - preguntó Jorge llevándose a la boca un chicle. Miró a su amiga con cariño y le acarició una mejilla pálida y húmeda por las lágrimas.

-No lo sé.

Podría haber dejado de hablar del tema, pero sabía que con Violeta, lo mejor era hablar del tema al principio, cuando las emociones aún estaban a flor de piel, porque más tarde, podía llegar a confundirlas y sería muy difícil quitarle una idea de la cabeza entonces.

-¿Y Dani?¿A él lo quieres?

-Dani me gusta mucho.

-Yo creo que él te quiere.

-¿Cómo lo puedes saber? No lo conoces nada más que de unos días...

Jorge hizo una pompa con su chicle de fresa y le cogió la mano en señal de apoyo.

-Por cómo te mira. No mira así ni siquiera a Eliot, que según me ha parecido entender es su mejor amigo.

Violeta asintió, algo más contenta.

-Me alegro de saber que lo tengo a mi lado - comentó con la voz algo rota.

Jorge la abrazó suavemente y  le acarició el pelo como  a un bebé.

-¿Te apetece un helado? Invito yo.

***

-¿¡SE PUEDE SABER QUÉ TE PASA!? - le gritó el chico a Daniel. 

-Podría preguntarte lo mismo, no te hagas el listo. 

Carolina se levantó del sofá y salió rápidamente del salón.

-¡NO HE HECHO NADA PARA QUE ME TRATES ASÍ! ¡ESTOY AQUÍ PARA AYUDARTE!

-Tu ayuda pero no me hace falta, muchas gracias. 

Borja cogió su chaqueta y se acercó a la puerta de entrada rápidamente. 

-No me esperaba esto de ti, Dani. Pensaba que sabías comportarte. 

La amiga de Borja se colocó detrás de él y cogió su abrigo también. Ambos salieron juntos de la casa. 

-Te has pasado - le dijo Lucas a su hermano mayor. 

Daniel se encogió de hombros como única respuesta. 

-Te estás comportando como un niño. Él no tiene la culpa de que papá y mamá hayan salido  y te hayan dejado a ti al cargo. 

Ya estaba harto de que le tocase siempre a él. Sobretodo porque le habían fastidiado todos sus planes. 
Ya iban dos veces en una semana.

-¡Pero estoy de muy mal humor, ¿de acuerdo?! - Daniel respiró profundamente - Déjame solo, por favor - dijo un poco más relajado. 

-Mejor solo que mal acompañado - se burló su hermano con maldad. También se había enfadado. 

Por fin estuvo solo. 

Que Borja apareciese con su nueva "amiga" sin avisar lo había molestado más de lo que debería, lo admite, pero de ahí a que ella fuese tan descarada y criticase todo lo que tenía que ver con él y sus amigos lo había hecho explotar. 

Se pasó una mano por el pelo y se tumbó todo lo largo del sofá. Los pies se le salían de él, pero le daba igual, se divirtió mirándolos unos segundos antes de dormirse. 

***

 -Pareces un fantasma - le dijo una voz desconocida cuando estaba abriendo los ojos. 

-No me encuentro bien. 

-Eso ya lo veo Rubén. Espero al menos que no haga falta que te lleve al hospital - dijo esta vez alguien que reconoció: Alba. ¿Qué hacía en su casa?

Abrió los ojos lentamente y con pesadez. Se había prometido no beber, pero ya no se acordaba de lo que había hecho anoche. 

-¿Qué hacéis aquí? - le preguntó con voz débil a su hermana y a su acompañante que no conocía.

-No contestabas al teléfono unas horas después de que me contaras lo de ese mensaje - explicó Alba sirviéndose un vaso de zumo de piña -, sabiendo cómo eres me asusté de que pensaras hacer algo estúpido, así que vinimos lo más rápido que pudimos. 

-Nunca te dije mi dirección.

-¿Nunca has probado a buscar tu nombre en internet? La dirección de tus dos casas aparecen en una página web bastante conocida: buscas el nombre de una persona importante y te da su dirección. 

-No soy tan importante.

Alba no le dio importancia al comentario e hizo un gesto con la muñeca que lo demostraba.

-En lo que concierne a "cómo entramos" tengo que decir que esconder las llaves bajo una maceta no es lo más original que he visto.  

Rubén no hizo mucho caso a eso y cambió de tema.

- ¿Qué mas decía sobre mí internet?

-Pues...debo admitir - dijo sonriendo mientras se sentaba a su lado en el sofá -, que algunos comentarios sobre ti me hicieron mucha gracia.

-¿Eran malos? 

-No, no. No te preocupes. Todo en orden - le dijo el desconocido a Rubén, que lo miró desconcertado.

-Bueno, ¿Y él? - dijo sentándose lentamente. 

-Es mi prometido. 

-¿¡Te vas a casar!? - se sorprendió el hombre. Se sintió ofendido y al mismo tiempo culpable por no saberlo. 

-Aún no, no estoy preparada. Pero sé que quiero pasar mi vida con él. 

El hombre se acercó y le dio un suave beso en los labios. 

-Me alegro por los dos - dijo Rubén levantándose y andando unos pasos hacia ellos. Le tendió la mano al prometido de su hermana - Encantado, y felicidades...

- ...Philippe - terminó él la frase - Encantado también, y gracias - contestó él dándole la mano a Rubén. 

-¿De qué parte de América eres, Philippe? - dijo Rubén sentándose de nuevo y masajeándose la sien.

-De... Nueva York - dijo el hombre algo sorprendido. 

-He ido varias veces allí. Es una ciudad muy atrayente. 

-Sí, lo dicen mucho. Pero como yo me he criado allí, no me resulta tan impresionante. 

-¿Dónde aprendiste a hablar español?

-Tu hermana me enseñó - dijo sonriéndole a la joven. 

-Soy profesora en una academia para extranjeros.

Rubén asintió con una sonrisa torcida. 

-Bien, bien - logró decir antes de darse la vuelta y mirar hacia las escaleras que subían al segundo piso.

-Podéis quedaros aquí sin problemas - dijo mientras volvía a levantarse y subía las escaleras - yo me voy a dormir unas horas, serviros lo que queráis.

 




domingo, 16 de marzo de 2014

Adieu


La diferencia entre “au revoir” y “adieu” es que “adieu” es un adiós para siempre. Hay cosas que, simplemente, deberían acabar.


Justin se despertó y miró el reloj, aún era temprano. Recordó que ese día había quedado con Peter por la mañana para ayudarle con el examen de Matemáticas del viernes. No tenía demasiadas ganas, pero tenía que hacerlo, ya le había dicho que lo haría. Era lunes, y tenían puente, al día siguiente volverían al instituto. Había conseguido convencer a Agus para que pasara esa mañana con su familia sin decirle que había quedado con él. Si Agus lo descubría, se enfadaría, y mucho. No le extrañaba, después de todo... Entonces recordó que aún no le había pedido permiso a su madre y bajó a desayunar, la encontró en la cocina.
-Oye, mamá, se me olvidó decirte que he quedado con un niño de la clase para ayudarle con las mates, espero que no te importe ¿verdad?
-Por supuesto que no. Y vaya, hombre, ¿ya vas haciendo más amigos fuera del grupo?
-En... en realidad no. Tan sólo somos compañeros, e hicimos un trato: yo le ayudo y él me paga en función de la nota que saque.
-Vaya... -su madre estaba menos alegre ahora- Bueno, algo es algo. Vístete y desayuna antes de que venga; por cierto ¿a qué hora habéis quedado?
-En dos horas. Y vaya, mamá, ¿cómo has sabido que hemos quedado aquí?
-¿Si no por qué ibas a decirme que habías quedado a ayudarle y no que ibas con tus amigos? Vamos, desayuna. -dijo saliendo de la habitación con su café en la mano.
No era que Justin no contara las cosas a sus padres, sólo que... ella sí lo sabía. Recordó de golpe la razón: se lo confesó un día que estaba llorando, lloraba por Agus, el día del restaurante. Su madre le ayudó todo lo que pudo y le consoló mientras lloraba. Al día siguiente, cuando Agus empezó a salir con él y su madre le preguntó si estaba mejor, él sólo le respondió que sí sin darle más información. No sabía si a su madre le parecía bien esa parte de él, y no se sentía cómodo hablando del tema con ella. Su padre no lo sabía. Y esa era la razón por la que también le incomodaba decirle que se juntaba con un nuevo chico, o que los niños de su clase se alejaran de él, temía que se imaginara cosas raras.
Paró de pensar en el tema y se hizo el desayuno. Luego se vistió con una camisa larga a cuadros de colores claros entre el morado y el blanco y una camiseta negra por debajo, dejando la camisa abierta. Se puso unos pantalones vaqueros y revolvió un poco su pelo negro, después de peinárselo. No había que olvidar que, después de estar con Pet, había quedado con Agus. Mientras bajaba las escaleras sonó el timbre. Qué rápido había pasado el tiempo, ya eran pasadas las diez. Abrió y le dirigió una media sonrisa un tanto forzada a Peter, él le devolvió una igual.
-Espero que no hayas tenido que esperar mucho, me ha costado un poco encontrar la casa. -le dijo mientras entraban.
-No, tranquilo, me estaba vistiendo.
-Guay entonces.
Se sentaron en la mesa grande del salón y le empezó a explicar. Al rato notó a Peter un tanto nervioso, acercaba su mano a la abertura de la chaqueta y la volvía a dejar sobre el papel. Resolvió su duda:
-Aquí no se puede fumar, ¿verdad?
Él negó con la cabeza.
-Mi padre dejó de fumar cuando mi hermano nació, y odian el olor a tabaco. Sobretodo porque no quieren que haya humo cerca de mi hermano: es asmático y piensan que le puede afectar.
-Vaya, no lo sabía. ¿Y no podemos salir fuera un poco con los libros y me sigues explicando?
-¿No te puedes esperar un poco más?
Peter suspiró y, aunque apretando los puños, asintió con la cabeza y volvió al problema. Justin no tardó mucho en notar que la concentración de Peter había disminuido al pensar en su cigarrillo.
-Anda, salgamos fuera y tómate uno mientras te explico este ejercicio. Así no adelantaremos nada.
-Gracias. -respondió él casi con alivio.
Justin estuvo a punto de decirle que debía parar de fumar, que con el tiempo sería malo para él y que, más aún, podía acabar como Jake. Pero no le dijo nada, sabía que no le haría caso y no sería una buena idea. Al menos, mientras que lo soportara, podría seguir ayudándole con las Matemáticas, que ya era algo. Y la verdad era que todo esto lo hacía porque en el fondo sentía pena, mucha pena, por Peter. No parecía saber lo que era la amistad, ni el esfuerzo para conseguir algo y la satisfacción de sacar buena nota después de estar estudiando, tampoco que se podía ser feliz sin la compañía de un cigarrillo, o que había más formas de relacionarse con gente que ir al botellón. O que no tenía que ser un borrego popular para que la gente lo aceptara, porque así, la verdad, era que los que no eran como él lo detestaban y sólo le hacían caso por su condición en el instituto, y los que sí lo eran estaban con él por conveniencia. Sí, le daba pena, mucha más pena que la que sentía por el Justin de hacía dos años y todo lo que había pasado por culpa de Marcos y Peter.

***

Violeta despertó y buscó a Jorge con la mirada. No estaba en el colchón que habían dispuesto para él. Miró la hora. ¡Ya eran las doce! Con razón no estaba su amigo; pero, ¿por qué no la había despertado?
La verdad era que le venía bien, le apetecía quedarse un rato para pensar a solas. Decidió que ya era el momento de dar el paso. Cogió el móvil de su mesilla y lo encendió. Entró en Whatsapp. Cada paso le costaba más y daba un pequeño vuelco a su corazón. Entró en el chat de “Rubén ❤❤”. Cogió aire.
-Rubén, por si no te ha quedado ya claro, lo nuestro ha terminado. Ya no quiero volver a verte -esa debía ser una de las mayores mentiras de su vida, pero debía hacerlo por su propio bien-, así que hazme el favor y no vuelvas. Y, no sé por qué, pero siento que tengo que decírtelo: ahora estoy con Daniel. Así que deja de intentarlo, por si se había pasado esa idea por tu estúpida mente. Adiós, y esta vez, es un adiós para siempre.
Mandado el mensaje, bloqueó su contacto, sin dejarle una sola oportunidad para responderle. Cuando llegó Jorge, con una bandeja con su desayuno y una amable sonrisa, imaginó sin querer que era Rubén. Cuando vio que en realidad era su amigo, se sintió súper estúpida. Giro de golpe poniéndose boca abajo y hundió la cara en la almohada. Jorge borró su sonrisa, tenía la sensación de que no ayudaría mucho para animarla su desayuno-sorpresa; pero aún así tenía que intentarlo. Dejó la bandeja en el suelo, que era el único sitio que había, y se agachó a su lado.
-Eh... pequeña... ¿qué te pasa? -le preguntó en voz baja con la voz más dulce que pudo, intentando esconder su amarga preocupación.
Ella le pasó el móvil, que aún tenía la conversación con Rubén abierta. Jorge lo leyó e hizo una mueca.

***

Rubén hacía horas que se había despertado, de hecho había dormido a ratos toda la noche, tenía insomnio. Sonó un pitido en su móvil y lo cogió sin mucho ánimo. En cuanto vio que el mensaje era de Violeta lo abrió al momento, una llama de esperanza se encendió en su corazón. Terminó de leer y dejó caer el móvil sobre el colchón. Lo que llevaba toda la noche esperando.
Sentía ganas de llorar, pero había dejado secos sus ojos y sabía que eso no serviría de nada. Mandó un mensaje a Raúl. No lo había hecho antes porque preferiría hablarlo en persona, o en Skype aunque sea como con su hermana; pero necesitaba una mano amiga y sentía que no era justo apoyarse tanto en Alba después de haberla dejado tantos años sola.
Raúl, su mejor amigo que estaba en un viaje de negocios en América, le respondió en seguida:
-Ahora mismo estoy a punto de entrar en una reunión, Rubén, ¿es muy importante?
-La verdad es que sí; pero puedo esperar a que salgas.
-De acuerdo, te llamo en un par de horas.
-Mejor escríbeme, las llamadas internacionales son caras.
-Cierto.
-Suerte con la reunión.
-Suerte con lo que sea que te ocurra.

***

-Chicos, ya está la comida.
-Oh, ¿ya es tan tarde? -preguntó Peter mirando la hora- Bueno, yo mejor me voy, hasta mañana Justin.
-Quédate si quieres. -le contestó la mujer.
-No... gracias. No hace falta, ya comeré en casa.
-¿Tú dónde vives, Peter?
Él les dio el nombre de su pueblo.
-Vaya, pero eso está muy lejos, -observó la madre- tardarás mucho en volver ¿no?
-Sí, voy en autobús, tardo una hora. Pero no pasa nada.
-Venga, que estarás hambriento. -le volvió a invitar ella- No voy a dejar que tardes en comer una hora cuando que aquí hay comida de sobra.
Las tripas de Peter rugieron, dejándole sin opción para rechazar otra vez la oferta, y ellos sonrieron.
La comida transcurrió casi en completo silencio.
-Bueno, muchas gracias, señora. Yo mejor me voy ya a casa. -se despidió Peter poniéndose de pie en cuanto terminó de almorzar.
Ella asintió y Antonio se levantó corriendo.
-¡Yo lo acompaño a la puerta, yo lo acompaño! -pidió el pequeño poniéndose recto con aires de persona mayor.
Justin sonrió.
-Vale, como tú quieras. -le contestó pasándole una mano por el pelo.
Caminaron juntos y en silencio hasta la puerta. Peter lo miraba con curiosidad, era tan parecido a Justin... Le faltaba un poco de altura, el pelo más negro y los ojos más oscuros y serían casi idénticos. Llegaron a la puerta.
-Adiós, pequeño, gracias por acompañarme. -le dijo revolviéndole el pelo. Antonio sonrió- Bueno, cuida a tu hermano, ¿eh? Que tiene que seguir enseñándome mates. -le dijo guiñándole un ojo.
Antonio sonrió y asintió, Peter se fue.
-Ese chico apesta a tabaco. -dijo el padre de Justin en cuanto oyó cerrarse la puerta.
-Sí, lo sé, fuma mucho. Pero tranquilo, no es ni mi amigo, yo sólo le ayudo con Matemáticas.
-Eso espero... No parece un buen chico.
-En realidad, lo juzgas por su aspecto; pero no, no tiene buena fama.
-Pues a mí me cae bien. -argumentó Antonio en cuanto encontró un momento en que no hablara nadie, había llegado justo a la cocina para enterarse- Parece simpático. Y dice que te cuide para que le ayudes con las mates. -dijo mirando a su hermano.
Él le sonrió por toda respuesta.

***

Ainoa miró a su hermano. Los músculos se le marcaban bajo la camiseta. Siempre se había preguntado cómo era que no había vuelto a tener novia después de tantos años. Sólo había tenido una, y no creía que a él le fuera muy difícil conquistar a quién quisiera, además de tener que admitir que era muy guapo, sabía que su hermano era simpático, gracioso e inteligente, y poseía un gran corazón. Siempre se había comparado demasiado con él. Cuando era pequeña, él era como un  ídolo para ella. Ahora ya no; pero a veces le seguía dando coraje comprobar que fuera mejor que ella, aunque realmente esa opinión sólo la tenía la muchacha. Lo que ella no sabía, era que si el muchacho no tenía novia, era porque estaba enamorado. Enamorado de la mejor amiga de su hermana pequeña, y no podía intentar acercarse a ella sin ganarse una buena pelea con su hermana. Además... Estrella todavía era pequeña, y Robin sabía que, si el sentimiento era mutuo, a Mónica no le gustaría que saliera con su hermana menor hasta que esta no fuera al menos mayor de edad. Y lo entendía, al fin y al cabo, él mataría a cualquiera que intetara acercarse a la enana de Ainoa.

Robin se fue a seguir estudiando, acababan de terminar de comer y estaban solos en casa. Ainoa tenía el libro sobre la mesa; pero no era capaz de concentrarse. Tenía la mente perdida en su conversación del día anterior con Violeta, Jorge y Estrella. Después de quedarse sonrojada por lo de Eliot, había negado con redundancia que fuera cierto. Les dijo que como podían pensar eso si ellos dos eran como hermanos. Claro que... No había colado. Así que ya hasta el desconocido de Jorge sabía el secreto mejor guardado por su corazón, ya sólo quedaban Dani y... el propio Eliot.  Lo cierto era que, después de tantos años, sabía que algún día llegaría el momento en que alguno lo descubriera. Al fin y al cabo estaban siempre juntos, y algo debería de notársele si sentía las mejillas arder cada vez que el chico la tocaba.
Estrella se había quejado un poco al descubrir que Justin sí lo sabía, había dicho "¿cómo es que a mí, que soy tu mejor amiga, no me lo dices y a ése sí?" pero tampoco le había dado demasiada importancia. Es decir, ella también le había confesado sólo a Justin su amor hacia Robin; pero lo suyo era distinto: Ainoa era su hermana. Y sabía que le molestaría muy mucho saber que había fijado la vista en su hermano.

***

-¡Adiós, mamá, voy a ver a Agus!
-¡No vuelvas tarde!
-¿Puedo ir contigo, Jus, puedo ir, puedo ir? -le pidió Antonio.
-Lo siento peque, pero va a ser que no. Otro día te vienes ¿vale?
-Bueno...
Llegó a casa de Agus y llamó a la puerta. Estaba algo nervioso. Siempre lo estaba al pensar que pudiera ser que Agus ya le hubiera contado lo suyo a sus padres. Abrió el padre de Agustín, la madre también había acudido al saber que era él para saludarle.
-Hola, Justin, ¿qué tal? Cuanto tiempo. -saludó el padre.
-Me alegro de volver a verte. -le dijo con una sonrisa la madre.
-Gracias, yo también a ustedes. Bien, gracias.
-Ya te he dicho un millón de veces que me tutées, Justin.
-Perdón, la costumbre. Es por caer mejor a los profesores.
Agustín salió en su rescate apareciendo por la entrada con el mando de la consola en la mano.
-Ey, ¿qué hay Justin? ¿Te hace una partidita?
Jus echó a correr en dirección al salón.
-¡El sofá bueno es mío! -exclamó.
-¡No! -contestó Agus corriendo tras él- ¡Pa' ti el malo, cabezón!
Justin se tiró en plancha sobre el sofá señalándolo de su propiedad y Agustín se tiró encima suya con un grito de guerra.
-¡Quita, que me apachurras! -le dijo Justin tirándolo al suelo girándose.
-Ay, pero no me tires.
-No, ¡si te parece dejo que me aplastes!
-Pues claro que sí, wapo. Si lo estás deseando, que estás muy solo.
-¡Ay! ¡Cállate! Puto maricón de mierda... -dijo a sabiendas de que tenía a sus padres detrás.
-Pues más te convendría a ti serlo también -dijo a la vez que intentaba tirarle del sofá-. Así estarías conmigo y no estarías tan soolo y amargado como estás, que no te quiere nadie.
Él se rió y se deshizo de él. Si esa "conversación" ya sería rara siendo los dos amigos, uno hetero y el otro homosexual, siendo los dos novios lo era más todavía. Llevaban haciendo la misma tontería de pelearse por el sofá desde pequeños, con la diferencia de que antes se esperaban a que no estuvieran los padres para intentar tirarse el uno al otro sin que los regañaran.
-Bueno, ¿jugamos ya o qué?
-Um... De pende, si me dejas la mitad del sofá sí. -dijo él alejándole el mando.
-Bueno... Vale...
Empezaron a jugar, sentados cada uno en una punta del sofá. Bastante después sus padres se despidieron de ellos y le dijeron a Agus que llegarían para después de cenar. En cuanto escucharon la puerta cerrarse, se miraron con una sonrisa cómplice. Agustín paró el juego y se acercó a él. Le besó en los labios.
-Ya lo estaba deseando.
-Podríamos habernos ido a dar un paseo si tanto lo querías.
-¿Y perderme la satisfacción de darte una derrota? Já.
-Oye, que vamos casi empate, sólo me ganas por unas cuantas...
-Eso es porque todavía estaba calentando. -contestó Agus pegando su frente a la de él y mirándole como si lo retara a ganar.
Justin sonrió y lo besó.
-Mira que eres malo, ya podrías dejarme ganar si tanto me quieres... -le fijos haciéndole pucheros.
Agustín soltó una carcajada.
-Que te quiera no significa que vaya a dejarte ensuciar mi larga lista de victorias, jum. -objetó haciéndose el chulo.
Justin sonrió y se sentó entre las piernas de él, volviendo a iniciar el juego. Y así, entre partida, besos, caricias y conversaciones, pasaron la tarde.
Agustín le invitó a quedarse con él a cenar; pero él le dijo que no ya que tenía que madrugar para ir al instituto al día siguiente, y volvió a tiempo para ayudar a su madre a poner la mesa. Después de cenar, subió con su hermano a leerle un cuento. A Antonio le encantaba leer y lo hacía estupendamente; pero le gustaba aún más que le leyera su hermano. Mientras le leía, no se podía quitar de la cabeza que se sentía mal por no decirle a Agus que ayudaba a Peter, al fin y al cabo, se lo estaba ocultando, y la suya era una relación con las máximas sinceridades. Terminó de leer el capítulo por el que iba Antonio.
-Ya es tarde, peque, mejor ponte a dormir y sigues leyendo mañana.
-Sí. -respondió él, acomodándose obediente.
Pero Justin no se levantó de la silla. Antonio supo que quería decirle algo.
-Oye, Anton... Ya sé que ya eres muy grande; pero, ¿te importa que esta noche me quede a dormir contigo?
-Em... Claro. -le contestó él. Justin se subió a la cama y se acomodó al lado de su hermano- Justin... ¿te pasa algo?
-No, sólo que esta noche no quiero estar solo.
-Si te pasa algo ya sabes que puedes contármelo. -dijo el pequeño apagando la luz.
-Sí, lo sé, no te preocupes. Gracias, Anton.
-No hay de qué, tú siempre haces lo mismo conmigo.
Y por una noche, Justin no tuvo todas las dudas y preocupaciones rondándole por la cabeza. La compañía de Antonio era, si cabía, la que más serenidad le daba y la que más le consolaba.

lunes, 10 de marzo de 2014

Estrellas


Vivan los buenos momentos


-Bueno, ¿sabes qué? Siempre puedes volver a pedirle perdón en otro momento, cuando ya no esté con sus amigos.

-Dudo que me dirija siquiera la palabra, ¡piensa que la he engañado contigo!

-Y en realidad así fue, no le dijiste que tenías una hermana.

-Pero ella piensa seriamente que he tenido una relación amorosa contigo...

-Pero no es cierto, así que no tienes de qué preocuparte.

-¡Claro que debo preocuparme! ¡La quiero! ¡Y ella no parece seguir queriéndome a mí!

-Sí te quiere, Rubén... solo está cabreada. Y aunque dejase de quererte como pareja, siempre quedaría algo, siempre lo hace, no dejarás de importarle.

-Creo que tiene novio.

-¿¡Otro!? ¡Qué rapidez!

-Los adolescentes lo hacen mucho, es normal.

-¡Pero tú ya no eres un adolescente, Rubén! ¡Eres muchísimo más maduro de cualquiera de sus “amigos” !

-No tiene porqué ser así.

-Eso ahora da igual – la joven hace un pausa y bebe otro sorbo de café – Dime una cosa: ¿la quieres recuperar?

-Sí.

-Hazlo.

-¿Cómo?

-No la conozco más que tú, Rubén. Empieza por acercarte a ella y explicarle todo,ha habido un malentendido y tienes que conseguir que eso no siga así.

-Está bien. Muchas gracias.

-De nada. Por cierto, tengo que irme, llaman a la puerta.

-Claro, no te preocupes. Hasta luego.

-Hasta luego.

Cuando cuelga a su hermano mayor y se desconecta de Skype solo tiene ganas de volver a la cama y dormir, pero no puede.
Se levanta lentamente y se pasa una mano por el cortísimo pelo.

Al abrir la puerta, no puede evitar sonreír.

-Buenos días – dice él antes de darle un suave beso en los labios.

-Buenos días – dice ella sonriendo y aún con los ojos cerrados. El joven le da otro beso.

-Te he traído una cosa.

Abre los ojos.

-¡Philippe! ¡Te he dicho que no me hagas regalos! - le grita ella, en un intento fallido de parecer enfadada: su sonrisa la delata.

-No es un regalo... es un detalle...

Ella lo agarra de la muñeca y tira de él para hacerlo entrar en el piso. Cierra la puerta después y se sientan juntos en el sofá color café.

-Sabes que no puedo devolverte el dinero...

-¡No tienes de qué preocuparte! Lo que te pido a cambio tampoco se puede pagar.

-Y aún así lo haces.

-¡No te estoy pagando! - se entusiasma el joven, sus ojos azules brillan – Alba, de verdad me importas...

-Y tú a mí, pero eso no se paga con regalos...

-Baby, lo que te he traído no es un regalo normal.

Alba empieza a relajar las facciones de la cara y baja los hombros. No será...

-Will you marry me?

Alba se queda en silencio mientras el joven inglés le pone un anillo blanco y brillante en el dedo.

-Te prometo que te quiero – la reconforta él.

-¿Me... me quieres?

-Me he enamorado de ti, Alba. Cada día no puedo pensar en otra cosa, necesito pasar contigo el resto de mi vida.

La joven no sabe qué contestar. Le pican los ojos y está de nuevo tensa.

-Philippe...

Él la mira sonriente, aunque por dentro está defraudado, esperaba un sí directo.

-¿Sí?

-Te quiero, pero no estoy preparada para casarme ahora.

-¿Por qué? ¿Es por mí?

-¡No! Me gustaría esperar un poco primero... Soy más joven que tú y aún no he terminado de estudiar mi carrera, necesito algo más de tiempo...

Philippe la mira fijamente a los ojos unos segundos. Se acerca a ella y la besa dulcemente.

-¿Me prometes que seguirás siendo mía hasta que estés lista?

Esta pregunta sí obtiene una respuesta directa y que les saca una sonrisa a ambos.

-Sí.

Alba se mira el aniño, no sabe si quitárselo o no.

-Quédatelo. Será el de nuestra boda.

-Está bien, muchas gracias – dice antes de darle dos besos en una mejilla – Eres el mejor.

Philippe sonríe y le coge una mano.

-Entonces, ¿somos medio-prometidos.

-Podemos llamarlo así, pero el término pareja me parece más rápido.

Philippe suelta una carcajada ausente, casi triste. No ha conseguido lo que quería, pero al menos no le ha dicho que no.

***

-Entonces... ¿te cae bien Daniel?

-Yo no podría salir con él – dice Ainoa a la vez que abre un cofre y busca dentro la revisita – pero es uno de mis mejores amigos, lo adoro.

-Sinceramente Ainoa – empieza a decir Violeta – yo creo que pegas con Eliot.

Jorge se da la vuelta hacia ellas.

-Yo pienso lo mismo – comenta.

Ainoa se vuelve roja como un tomate. Violeta y Estrella se miran compliciosamente: lo sabían.






sábado, 1 de marzo de 2014

Emociones fuertes.





A veces las cosas, simplemente, no son lo que parecen. Pero duelen tanto como si fueran reales.



Violeta había dejado a Jorge al cuidado de los chicos en casa de Ainoa. Al principio había pensado no decírselo a nadie más que a Jorge; pero luego había decidido que Dani merecía una explicación. Total, sólo iba a pedir una explicación.

Ahora cogía aire e intentaba ponerse dura, tenía un enorme nudo en la garganta. Habían quedado en el parque, y estaba a unos pasos de allí.

Cuando llegó, cómo no, él ya estaba allí; sentado en un banco, de espaldas a ella. En seguida se dio cuenta de su presencia, Violeta pensó que por su agitada respiración; pero era imposible: no estaban lo suficiente cerca.

Había llegado la hora, y ya no había vuelta atrás. Tenían que hablar. Cuanto echaba de menos una mano amiga, como la de Jorge o Lara (su mejor amiga en el antiguo instituto), que le sirviera de apoyo.

Rubén se levantó y se acercó a ella. Fue a darle un beso; pero ella se apartó haciéndole “la cobra” y puso la mano en medio.

-Hey, espera. Me debes una explicación. -lo detuvo ella.

-¿Una explicación de qué? Creí que ya habíamos dejado claro que sólo me iba por un tiempo.

-No te hagas el tonto, Rubén. Sé lo que has hecho.

-¿De qué me estás hablando, Violeta? No te entiendo... ¿qué te pasa, te encuentras mal?

-Te vi con esa chica, de tu edad y tan guapa, cuando fui al pueblo a visitar a Jorge. No soy tonta, Rubén. Debiste saber que algún día me iba a enterar.

Podría ser que si que hubiera sido ella la chica del otro día y se refiriera a su hermana. Pero, de todas formas, nunca había visto en Violeta a una chica tan celosa, ¿se iba a poner así sólo por haberle visto hablando con su hermana? No lo creía.

-Pero... ¿de qué me hablas, Violeta? ¡Anda ya! Sabes perfectamente que sólo tengo ojos para ti. No te pongas celosa, que me haya ido no significa que haya buscado de otra compañía. Y de todas formas, tampoco he estado tanto tiempo fuera.

-¡No te hagas el idiota, Rubén, ¿quieres?! ¡Ya sé lo que has hecho y el daño ya estás hecho, joder! ¡Lo único que haces así es agravarlo más, ¿no podías pedirme simplemente perdón e intentar enmendarlo y ya está?! ¡Yo siempre confié en ti, ¿sabes?!

-Pe... Pe... Pero... Violeta, yo... yo no he hecho nada.

-¡No me digas mentiras, sé lo que he visto, cabrón!

El nudo en su estómago era cada vez más fuerte ¿cómo era posible que encima se atreviera a mentirle? Luchaba por no llorar, y gritarle era la mejor manera que encontraba para evitarlo. Seguramente en breve todo el parque los estaría mirando.

-A ver, Violeta... -intentó tranquilizarla- Te juro... te juro que yo no he hecho nada. Seguramente me vieras con mi hermana.

-¡Si fuera tu hermana no hubieras empezado con largas y me lo hubieras dicho directamente! ¡Además, tú nunca me has dicho que tuvieras hermana!

Rubén se quedó completamente parado, bloqueado en sus pensamientos. Era verdad que nunca le había dicho que tenía hermana, ¿y para qué decírselo, si probablemente no la conocería nunca y eso sólo conseguiría ahondar más en las heridas de su corazón? No tenía necesidad de saber por todas las desgracias que había pasado o todas las personas que le habían dejado de lado, era aún una niña pequeña, y pretendía protegerla. Pero en el estado en que Violeta se encontraba no atendería a razones.

A Violeta su silencio le dolió aún más. Eso significaría que había ganado, que llevaba razón y le había dejado callado, y por una vez lo único que no quería era llevar razón.

-¡Gilipollas, pervertido, cabrón! ¡No sé cómo demonios has podido hacerme esto! ¡Yo de verdad que te quería, pero al parecer lo nuestro sólo ha sido un juego para ti! -aguantó el aire un momento en sus pulmones- ¡Te odio!

Dicho esto, le dio la espalda y se fue casi corriendo, a grandes zancadas, hacia el otro lado. No podría soportar más quedarse dentro las lágrimas, y no podría soportar ni un sólo segundo más delante de él. Además, si al final lloraba y él la abrazaba, le sería imposible no perder y quedarse con él.

Rubén la miraba alejarse con el corazón luchando por no romperse en mil pedazos. De repente su mundo se desmoronaba. ¿Qué había hecho él para merecer esto? Decidió no correr hacia ella, Violeta no lo escucharía; podía llegar a ser muy cabezota y aún más en ese estado de ánimo. Además, necesitaba a alguien que la tranquilizara, y esta vez no podría ser él el que lo hiciera. A parte, él también necesitaba un tiempo para pensar y poner en orden las ideas en su cabeza; pero él no tendría a nadie en el que apoyarse. La única persona de la que realmente dependía y en la que confiaba, se alejaba a grandes pasos de él, odiándole. Y tampoco podía pedir ayuda a los amigos que quedaban con él: nunca habían visto con buenos ojos su relación, y el único que aún siendo así lo apoyaría, se encontraba en esos momentos en América. Se sentía completamente solo.



***



Ya no puede aguantar más y le caen las lágrimas como goterones rodando por las mejillas. Va con la cabeza gacha para que no se le note y piensa en que tiene suerte de no echarse rímel. Un pensamiento tonto para la situación. No lo piensa demasiado y va hacia la casa de Ainoa, donde su actual novio y su mejor amigo la estarán esperando.

Llama a la puerta y le abre la madre de Ainoa, que estaba a punto de irse. Ya la había visto alguna que otra vez. Le da las gracias sin levantar la mirada del suelo y entra corriendo en la casa. Ella le dice que están a la izquierda, en el salón, y se va sin prestarle demasiada atención.

En cuanto entra, levanta la mirada y todos se quedan mirándola, se arrepiente de haber acudido allí. Preferiría poder hablar con Dani o Jorge a solas. Ellos dos son los primeros en levantarse y acercarse a ella. Daniel la coge de las manos y le da un beso en la mejilla, que está completamente mojada.

-¿Qué te pasa, Violeta? ¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado? -le pregunta suavemente.

Entonces recuerda que aún no le había dicho nada, había decidido contárselo cuando volviera de hablar con él. Mierda. No conseguía parar de llorar para explicárselo, Dani no sabía que hacer y Jorge la miraba preocupado, mordiéndose el labio inferior. Daniel decidió quitarse de en medio para dejarle tranquilizarla a él, que la conocía mejor; para su desgracia, ya que él tampoco sabía qué hacer ni como reaccionar.

Agus se adelantó a los dos, poniéndose delante de ella y haciendo que alzase la vista y lo mirara cogiéndola de la barbilla. Le secó las mejillas con suavidad con la manga de su sudadera.

-Hey, ¿qué sucede, preciosa? -le preguntó con una suave, preciosa y tranquilizadora voz- ¿Por qué lloras? Las niñas bonitas no deberían llorar.

-Creía que eras gay. -intentó bromear ella con la voz rota.

Él dejó escapar una media sonrisa.

-Ya, lo soy; pero sé reconocer una cosa bonita cuando la veo. -consiguió hacer que Violeta se sonrojara por debajo de las lágrimas, que seguían acudiendo a borbotones a sus ojos y regaban sus mejillas- Además, no soporto ver a las chicas bonitas llorar porque me recuerdan demasiado a Estrella y a Ainoa.

Ahora les tocó a ellas el turno de sonrojarse, desde detrás de él. Agustín era... demasiado directo, y sincero. Quizás era eso lo que tanto le venía bien a Justin de él, que siempre le dijera las cosas sin rodeos y con certeza. Agus volvió a intentar secarle las lágrimas, con una clara cara de preocupación, y se alejó un poco de ella. Realmente no la conocía; pero le había caído bien, y los amigos de Justin eran sus amigos.

-Anda, Violeta, ven aquí y siéntate; deja que podamos ayudarte. -le dijo Ainoa.

Dani se acercó a ella y la cogió de la mano, llevándola hasta el sofá. Estrella les cedió su sitio para ir a sentarse al lado de Justin y Agus y que así los tres pudieran sentarse juntos y Dani se sentó y la cogió a ella de la cintura; para que se sentara sobre sus piernas. Jorge se sentó al lado de él y la cogió de la mano para reconfortarla. La verdad era que no le agradaba lo directo que era Dani con ella, Rubén siempre había ido mucho más... despacio. Pero si su amiga se encontraba bien con él, no era quién para inmiscuirse. El problema era que ni ella misma lo sabía, y ahora descubrirían qué le había dicho ese... idiota de Rubén. Y pensar que él mismo lo había creído su amigo...

Violeta miró a su al rededor. Nadie se atrevía a mediar palabra. Estrella ya no portaba su radiante sonrisa que iba siempre con ella y que le recordaba tanto a su nombre. Eliot estaba... ¡Serio! ¡Eliot serio! Y Justin claramente preocupado. Creía que sólo los había visto así el día que tuvieron la pelea con Sam. ¿Y ella se merecía preocuparlos así y estropearles la fiesta por una vez que Agustín los podía visitar por una gilipollez de un idiota como Rubén? No lo creía. Y tampoco sabía cómo se tomaría todo aquello Daniel... Aunque, pensándolo mejor, él ya sabía el daño que le había hecho; no conseguiría que se enfadara mucho más con él.

-¿Qué te pasa, Violeta? -rompió el hielo Estrella- Sabes que siempre estamos aquí para ayudarte...

-No dudes en pedirnos cualquier cosa. -añadió firmemente Eliot.

-Estamos contigo. -la apoyó Justin.

Era reconfortante que todos la trataran así; pero no conseguía hacer fluir a las palabras. Apretó la mano a Jorge para que él empezara.

-Ha quedado con Rubén para hablar de lo que pasó con él, esta mañana. -todos apretaron la mandíbula. No parecía que fuera a ser una historia muy bonita ni de fácil solución- Y al parecer no ha salido demasiado bien...

Ella negó con la cabeza compulsivamente.

-Para nada... -gimió- Encima de todo ha tenido la enorme cara de mentirme y hasta se ha inventado la aparición de una inexistente hermana...

Agustín se sentó debajo de Justin para que éste le explicara en voz baja la situación y así poder ayudar un poco con el problema. Pasaron un rato hablando sobre el tema, intentando sobretodo que Violeta se tranquilizara. Entonces Agustin se levantó.

-Escúchame bien, Violeta. -le dijo agahándose para estar a la altura de sus ojos y cogiéndole de la barbilla de nuevo- Para hacer daño a una persona tan hermosa como tú hay que estar muy mal de la cabeza; así que ese tío no te merece, ni como amigo ni como nada ¿me entiendes? Debe de ser un caso perdido para atreverse a hacer daño a una criaturita como tú.

Dicho esto se incorporó y la miró, entonces comenzó a hablar Eliot, que parecía intentar reprimir un pequeño enfado.

-No, a ver, es que para dejar plantada a una tía como tú hay que ser gi-li-po-llas, con todas las letras. Engañarte con otra teniéndote ya a ti, vaya asco. Y más ese viejales ¡que se va a creer él que va a encontrar a alguien como tú, y más a esa edad! Hay distintas clases de idiotas, en fin... pero creo que habría que inventar una tan sólo para él.

Ainoa no pudo evitar sentir un pellizco de dolor en el fondo de su corazón. Como si Eliot alguna vez le fuera a decir a ella cosas así... Pero tenía razón, Violeta estaba mal y había que animarla, estaba siendo muy mono por su parte intentar hacer algo así. Y después estaba que ella era tan guapa... y tan lista... Intentó quitarse esos pensamientos de la cabeza, en esos momentos su prioridad era Violeta.

La chica sonrió.

-Gracias, chicos... No sabéis cuánto os agradezco esto...

Daniel sólo era capaz de apretar la mandíbula y pasarle fuerzas por medio de su abrazo, ya que si hablaba podría explotar.

-No hay de qué, te lo mereces. -dijeron Agustín, Eliot y Ainoa a la vez.

-Sí, y mientras ese ya puede estar pudriéndose en los mismos infiernos. -dijo Jus mirando a Dani, mientras lo imitaba y adivinaba los pensamientos de su amigo- Por maricón. -añadió por agregarle gracia.

Todos empezaron a reír.

-¡Anda, pues eso tendría sentido! -exclamó Eliot- ¿Tú estás segura de que no te estaba engañando con un tío? Porque a lo mejor su problema era que le daba vergüenza aceptar su verdadera sexualidad. -todos empezaron a reír aún más fuerte de nuevo- Eso sí que explicaría que pudiera desear dejarte por otra persona.

Violeta ya no podía controlarse entre las lágrimas y la risa. Imaginarse a Rubén desnudo flirteando con otro tío había sido... demasiado.

-¡Anda, chicos, parad ya! ¡Que no me aguanto! -se quejó.

Ellos se rieron y dejaron de bromear.

Al rato, Violeta por fin consiguió terminar de llorar; Estrella le tendió un pañuelo y Dani le secó las lágrimas de la cara con él. En ese momento sonó el timbre. Justin fue a abrir y se quedó parado con quién encontró.



***



Rubén se había sentado en un banco con la cabeza entre las manos y había  estado pensando. Al final había decidido que debía de ser él quien hablara con ella, que cuanto antes le explicara mejor, y que ella le debía escuchar. Después de todo el tiempo que habían pasado juntos y de todo lo que se habían ayudado, debía dejarle una última oportunidad.

El problema era que no sabía a dónde había ido; a su casa no, eso era obvio, no querría que sus padres la vieran así. Pero ¿a dónde habría ido entonces? A casa de sus amigos. ¿Y dónde vivían sus amigos? Ni idea. Era molesto que se hubieran mudado allí.

Preguntando a unos y a otros, fue siguiendo su rastro; y ahora, estaba allí, en la casa en donde, según le habían dicho, había entrado ella.

Llamó a la puerta y le abrió un chico al que creyó reconocer. Entonces se acordó: era uno de los simpáticos muchachos del grupo, había dado con la pista. Entonces se percató de lo parado que este se había quedado al verle; en ese caso debía de saber ya la noticia, y por lo tanto Violeta se encontraría allí. Tanto mejor, no tendría que buscar más. “Hola”, se aventuró a decir el chico por fin. Él le saludó de vuelta.

-¿Está Violeta? -fue directo al grano él.

-Puede; pero aún que sea así no creo que ella quiera hablar contigo.

-O es posible que sí. Por favor, llámala.

-No está de humor.

-Por favor, no me iré hasta que le preguntes a ella y te diga que me vaya. Déjame esta oportunidad.

Justin se mordió el labio. En principio el hombre le había caído bien, y no parecía mala gente; pero según lo que contaba Violeta... Aunque, ¿y si esta se había equivocado? A lo mejor ella quería aclarar las cosas con él...

-De acuerdo, está bien. Pero quédese aquí, ¿me entiende? No entre. -contestó a sabiendas de que a la mínima opción intentaría entrar y buscar a la chica por él mismo.

-De acuerdo. Aquí estaré. Pero llámala... por favor...

Él asintió y volvió al salón. Los chicos le miraron, y él dirigió su mirada a la muchacha, que estaba acurrucada en los brazos de Daniel.

-Violeta... Es Rubén, quiere hablar contigo. ¿Qué le digo?

Ella se puso tensa.

-No... no... no... No quiero verle. -dijo, aunque una parte de ella sabía que era mentira, prefería quedarse allí entre los brazos de Daniel y olvidarse por un momento de la realidad.

Justin miró a Agus y Eliot, que asintieron y se levantaron. Daniel hizo ademán de hacer lo mismo; pero Eliot lo detuvo cogiéndolo por los hombros impidiéndole levantarse del sofá.

-Tú quedate aquí. -le aconsejó, para después irse.

Él asintió; pero no las tenía todas consigo. Las chicas y Justin salieron detrás de los muchachos, para mirar por si pasaba algo. Si Rubén intentaba algo... en fin, sabían que los chicos eran muy burros y no lo dejarían entrar.

Agustín asomó por la puerta, con Eliot observando por detrás. Que el muchacho fuera un año mayor le permitía que Eliot le cediera la voz cantante en muchos casos.

-Lárguese, Violeta no quiere hablar más con usted.

Rubén tragó saliva mientras se le caía el alma al suelo.

-Pero... Por favor... Tengo que verla...

-Pero ella no quiere verle a usted. Por favor, lárguese si no quiere que llame a la policía. O tendremos que echarlo nosotros.

Rubén suspiró, miró al suelo rascándose la frente y volvió su mirada a ellos.

-Pero... vosotros no lo entendéis... Y es importante, tengo que verla.

-Claro que lo entendemos. -respondió Eliot- Usted la abandonó, le puso los cuernos y la ha dejado tirada; y ahora nosotros estamos ayudándola. Y encima de todo ha sido tan cabrón como para llegar mintiéndole. Por favor, lárguese.

-Ya ha perdido su oportunidad. -añadió Justin, al que no se le veía desde fuera.

Rubén se llenó de desesperación e intentó abrirse paso entre ellos. Estrella miró a Ainoa preocupada y le hizo un gesto con la cabeza. Ella dirigió la mirada hacia las escaleras, que estaban al final de la pequeña entrada.

-¡Robin, hijo puta! -gritó ésta, llamando la atención de su hermano, que se encontraba arriba.

El chico bajó corriendo las escaleras saltándolas de dos en dos al ver que allí había movida y miró a su hermana. Esta no necesitó más de dos frases para explicarle toda la situación y que su hermano la entendiera. Robin apartó a los muchachos y se asomó a la puerta.

-Lárguese de mi casa. -se encaró con Rubén- Nadie le ha invitado aquí.

La verdad era que el chico imponía: brazos grandes, hombros anchos y musculatura. Cualquier otro habría dejado la discusión estar; pero Rubén estaba demasiado desesperado por ver a Violeta.

-Por favor, tú no lo entiendes. Tienes que dejarme entrar a verla.

-A ver, ¿tienes una invitación para entrar aquí? No, ¿verdad? ¿Ella ha pedido que quiera verte? No, ¿verdad? Pues lárgate ya, viejales, que nadie te ha pedido venir aquí, y búscate a alguien de tu tamaño.

Rubén intentó pasar por el hueco que dejaba el brazo de Robin, que estaba apoyado en el marco de la puerta. Él fue más ágil y no lo dejó pasar, además de empujarle haciéndole retroceder unos pasos. Rubén empezaba a enfadarse. Malditos críos, que se interponían sin saber nada...

-A ver, niñato, déjame entrar o pídele a ella que salga para que podamos resolver nuestros problemas a solas ¿quieres? Creo que ni tú ni yo tenemos todo el día, y tus amigos también querrán tener la fiesta en paz. Sólo os pido un momento.

-¿Qué le parece si mejor llamo a la policía y le acuso por salir con una menor, acosarla y por intento de allanamiento de morada?

Rubén sabía perfectamente que tenía las de perder en ese enfrentamiento, y no le quedó otra que rendirse.

-Niñato asqueroso... -murmuró mientras empezaba a darse la vuelta. Entonces algo lo hizo detenerse al mirar al interior de la casa.

Jorge había salido del salón y lo miraba, un tanto dolido por el comportamiento del hombre.

-Jorge... -lo llamó él. El chico apartó la mirada- Jorge, por favor, ayúdame. Me conoces, sabes que nunca le haría daño, tú sabes que la quiero. -el chico, muy a su pesar, negó con la cabeza- ¡Sabes que la quiero, joder! Ayúdame, por favor... George... Te lo suplico, ayúdanos.

Él negó con la cabeza de nuevo.

-Lo siento mucho, pero no. -dijo en voz baja; aunque Rubén lo entendio.

El hombre, sin más alternativa, suspiró y, con la cabeza gacha, se marchó.

Jorge abrazó a Violeta, que había salido con él y Dani a la entrada, para reconfortarla. Cerraron la puerta. Cuando se hubieron relajado un poco, Agus, como si no hubiera pasado nada, le dirigió una amplia sonrisa a Robin.

-¡Hey, Robin! Cuánto tiempo sin verte.

-De verdad. Y anda qué me avisas de que vienes... -se quejó éste.

Agustín sonrió y le abrazó. Agustín abrazaba a todo el mundo, era sorprendente cómo le gustaba dar abrazos. Con tal de despejarles un poco y animarles, Robin empezó a bromear metiéndose sobretodo con su hermana, y Estrella no podía evitar sonrojarse de vez en cuando. Le parecía taaaan gracioso y adorable. No en balde era Robin, su amor platónico desde que entró en el instituto. Justin y Agus, los dos únicos que lo sabían, la miraban y le hacían tonterías cuando los demás no lo sabían. Realmente, ella sólo se lo había contado a Justin; pero contar a Justin algo sin que Agus se enterara era... difícil. No había secretos entre ellos, ya fueran suyos o de los demás; lo cual Justin avisaba, con tal de que no le contaran nada que no le pudiera contar a Agus, ya que en esos temas Justin y Agus eran como una sola persona. Sólo... que Agustín se entrometía y le gustaba picar y Justin lo dejaba más estar; pero era lo que había. Aún así, tampoco solían meterse mucho con ella, lo cual la chica agradecía.

Estaban de nuevo sentados en los sofás. Violeta estaba un poco en su mundo, pero intentaba centrarse en la conversación porque al menos ellos le hacían reír. Le había caído bien el hermano de Ainoa. Era como uno más en la pandilla, aunque se notaba que no estaba al tanto de muchas cosas y a Ainoa le molestaba un poco que se inmiscuyera durante demasiado rato en sus asuntos. Al fin y al cabo, era su hermano mayor.

Volvieron a llamar a la puerta. ¡¿Otra vez?! Menos mal que el timbre no tiene límite de llamadas... Pensó Ainoa, a la que le tocaba levantarse esta vez. En seguida llegó Borja saludando a todos. Violeta se acordaba de haberlo visto cuando conoció a Dani. Él le saludó contento.

-Ey, Borja, ¿qué haces tú por aquí?

-Me han mandado tus padres. Dicen que tienes que volver a casa para cuidar a los niños; porque ellos se tienen que ir a y yo que sé qué manda'o con mis padres. -le informó él.

En seguida a Dani se le cambió la cara.

-¡Venga ya! No pienso irme. Estoy ocupado.

-¿Haciendo qué? ¿Saliendo con tus amigos como casi siempre?

-Um... Hoy ha venido Agus, y dentro de poco tiene que irse.

-Uff, venga Dani... Que nos tenemos que ir.

-¡Que no me da la gana, joder! Diles que lo hagan ellos, que para eso son sus padres.

-Serán sus padres; pero están ocupados. Tienen que irse a una cosa del trabajo o algo. Venga, Dani, no seas así.

-Pues si tan to los defiendes cuídalos tú.

-Venga... ¡No puedes dejarme solo! Lucas Martín y Carolina sólo te hacen caso a ti, y Sandra casi que también...

-Pues bueno, ya te obedecerán. O a tu edad ya cuidaba de vosotros cuatro.

-¡Dani! ¡Jo, no seas así!

Al ver que Daniel negaba y no se movía, salió de la casa en busca de su tío.

-Dani... -replicó Robin señalándole la puerta. Él volvió a negar. Los demás no dijeron nada, en cuanto a cabezonería nadie le ganaba, y estaba enfadado porque le mandaran cuidar a sus hermanos cuando salía con sus amigos. “No hay derecho” o “no es justo” diría él.

No mucho después, llamaron a la puerta de nuevo, esta vez fue Robin. Era Lucas Martín padre, el padre de Daniel. Éste llamó a su hijo, que volvió a rehusar hacerle caso.

-Robin... -le pidió Lucas haciendo un gesto con la cabeza.

Él asintió, fue al salón y cogió a Dani, que por mucho que se resistía no pudo evitarlo, en volandas colocándolo encima de su hombro. Lo llevó a la salida dejándolo al lado de su padre y los demás lo siguieron. Estaba siendo una tarde muy movidita para ser una tarde en casa.

-Daniel, ve con tu primo a cuidar a los críos, haz el favor.

-¡Que no me da la gana, joder, vosotros sois sus padres, ¿no?! ¿Por qué coño tengo que cuidar a los dos enanos yo! ¡Que los cuide Borja, si tanto empeño tiene!

-Venga Dani... -intentó convencerle su primo poniendo cara de niño bueno- Que será divertido... Podemos poner una película y pasar una tarde de primos como en los viejos tiempos.

-Uy, sí, qué diversión. -ironizó él. Se volvió a encarar con su padre- Que no, que yo me quedo aquí. No voy a pasar mi tarde con los amigos cuidando a unos enanos cuando yo no he tenido la culpa de que hayan nacido. Cuidarlos vosotros, que al menos yo he sido lo suficientemente listo para no ser padre tan pronto. -el mismo golpe bajo de siempre.

A Violeta no le parecía nada bien que tratara así a sus padres, y mucho menos delante del pequeño Borja, que podía aprender de él. Con lo bueno y educado que parecía siempre... Pero no le quedaban fuerzas ni ganas para decir nada. A su lado, Jorge, estaba horrorizado.

-Daniel. A la casa. Ahora. -ordenó firme su padre.

-¡Si, hombre! Que no...

-Daniel Segovia. Tira.

Al segundo apellido la cosa se pondría peor, y él lo sabía. Empezó a ponerse rojo y se dio la vuelta, no muy convenvcido.

-Si quieres puedes llevarte a unos de tus amigos, como siempre. -apaciguó su madre.

-¿De verdad?

-Sí, claro. Habérselo pensado antes de insultarnos. -replicó su padre- Dani, tira para la casa.

-¡Venga ya! ¡No me seas hijo puta, papá!

-Un poco de respeto a tu abuela. Daniel Segovia -abrió la boca para pronunciar el otro apellido.

-Pufff... Que sí, que sí, que ya voy. Adiós, chicos. -se despidió de sus amigos sin apenas mirarlos-Adiós, Violeta, espero que te vaya bien.

Estaba completamente rojo de ira, se acercó a su primo, lo cogió por la chaqueta con brusquedad y se alejó de allí. Después lo soltó, intentó traqnuilizarse y le pasó el brazo por encima del hombro con cariño. Sabía que Borja no tenía la culpa y que, además, había sido condenado al mismo castigo que él.



***



Agustín les dio un abrazo a los dos padres, a los que decía que también había echado de menos, y estos les preguntaron que tal le iba a su hijo. Al parecer, la comunicación con ellos no le iba muy bien.

-Tres 10, un pequeño 9 con algo, 5 en lengua y 3 en una lámina de dibujo; por lo demás todo bien. -respondió Eliot.

-Bueno, chicos, Jorge y yo nos vamos ya; han sido demasiadas experiencias fuertes para un sólo día.

Estrella se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo antes de que se fuera.

-Ánimo, Violeta. -le dijo al oído. Después, algo dubitativa, se acercó Ainoa y la abrazó también.

Agustín ir dio un fuerte abrazo, que le hacía sentirse más pequeña de lo que era arrollada por sus fuertes brazos y con su gran estatura, y a la vez sentía protección.

-Sonríe, guapetona, que tiemble de vergüenza el mundo al ver tu sonrisa. -le dijo éste al oído.

Justin y Eliot se despidieron de ella con la mano y una sonrisa de ánimo y se fue con Jorge de vuelta a su casa.

-Yo y Agustín también nos vamos, chicos, que queremos pasar un rato juntos y mañana yo tengo que ir al instituto mientras él estudia.

-¿Qué hora es, Justin? -le preguntó Eliot. Él se la dijo- Pues yo también me tengo que ir ya, que Esperanza tiene que ir a estudiar a la biblioteca y tengo que ver si mis padres necesitan ayuda, últimamente los dos pequeñajos están muy revoltosos y a mis padres le entra mucho trabajo.

-Hay que ver qué chico más apañado eres, Eliot. Ojalá a Dani sele pegara algo. -lo piropeó Lucas Martín.

-Pues la verdad es que sí... -confirmó su madre.

-Tampoco es para tanto... -se sonrojó él.

Al final Estrella fue la única que se quedó con Ainoa y Robin en casa de estos.



***



Violeta, nada más llegar a su casa, subió a su habitación con Jorge pisándole los talones.

-¿Cómo estás? -le preguntó su amigo en cuando cerró la puerta.

Por toda respuesta, Violeta se tiró a la cama y empezó a llorar de verdad, sin ataduras, no como antes que sólo soltaba lágrimas. Jorge suspiró, lo que suponía.

-Es que... Es que... Por una parte no quiero volver a Rubén en mi vida porque es un cabrón... Pero por otra parte sé que esto no es verdad y que sólo quiero estar en sus brazos. Y hoy Daniel me ha decepcionado mucho con lo de sus padres. Y no puedo seguir fingiendo; porque yo en realidad todavía quiero a Rubén, porque soy gilipollas, joder, y soy tan imbécil que sigo queriendo a alguien que me ha hecho esto y que me ha hecho tanto daño... No me aguanto.

Él se sentó a su lado con las piernas grzadas, le puso la cabeza sobre ellas y le acarició reconfortablemente.

-Tranquila, Violeta, yo estaré aquí contigo.

Cuando se tranquilizó un poco y le preguntó por Dani, Jorge le dijo que la verdad es que no le gustaba nada para ella. Que seguramente le hubiera caído bien si no estuvieran juntos (quitando el suceso con sus padres) pero que no le gustaba así cómo para ella.

Y en el fondo él también estaba dolido. Dolido porque lo habían decepcionado, él también había pensado que Rubén era su amigo.



***



¿Os imagináis lo que es ver a un hombre mayor, amable, simpático y cariñoso con todo el muco, destrozado tirado en el suelo con la cara sobre su sofá y agarrado a una foto con cada mano sin parar de llorar? No tendríais que imaginar tanto si estuvierais en la casa de Rubén en ese momento... Y cada vez que levantaba la mirada, sus ojos se juntaban con los de Violeta en alguna de sus innumerables fotos y rompía a llorar más fuerte aún de nuevo. Igual que cualquier enamorado al que dejan sin tener razón alguna y echándole las culpas de un gran error que él no ha hecho. Aún no lo habían dejado formalmente, pero sabía que esas palabras llegarían de boca de Violeta dentro de poco.