Distanciar, llevar a alguien o a algo más lejos; ahuyentar, hacer huir; apartar, rehuir, evitar.
Se puede llamar de muchas formas, pero acaba doliendo igual.
-
Algún día...
-
¿¡Cómo, algún día!? - Violeta coge aire antes de soltarle el
discurso de su vida - ¡No puedes insinuar siquiera irte y dejarme
sola solo porque te entra a ti en gana! ¡Eso se llama ROMPER UNA
RELACIÓN! ¡No puedo creerlo, Rubén! ¡¿Me dejas sola?! ¡Pues muy
bien, ya puedes irte a pastar, pero no pienso ir detrás tuya! - dice
antes de colgar.
La
rabia hace que le palpite la cabeza. Pero poco después se siente muy
mal.
Segundos
después el teléfono vuelve a sonar.
-
Violeta... entiendo que estés enfadada – dice atropelladamente el
joven -, pero si me dejas hablar, puedo...
-
No Rubén... Lo siento. Yo... - tarda un momento en contestar – no
quiero que te vayas, no lo entiendo. ¿Es que ya... - empieza a
perder su tono de voz normal por uno roto y triste – ya no me
quieres?
-
¡Claro que te quiero, no sé cómo puedes pensar eso! - dice él.
Pero al ver que no resulta demasiado convincente debido a que le ha
anunciado su partida hace unos minutos, decide corregirse – Estoy
enamorado de ti, Violeta – termina por concluir.
No
se escucha nada al otro lado de la línea.
¿Le
habrá chocado mucho, molestado? Se pasa una mano por el cabello
despeinado.
Está
nervioso. Ella no dice ni comenta nada. Empieza a pensar que le ha
colgado.
-
Tú... - empieza a decir ella.
-
Yo...
-
¿Estás enamorado de mí? - dice ella, sorprendida.
-
Eso parece.
-
¿Es broma? - dice ella molesta de golpe.
-
Perdona, ¿qué? - Rubén también empieza a cabrearse.
-
¿Y por qué quieres cortar conmigo, entonces?
Rubén
mantiene la compostura. Cortar... ¿con Violeta? Nunca.
-
No quiero cortar contigo. Es solo alejarme un tiempo, para poder
pensar...
-Ya,
pues no lo entiendo.
-Violeta,
eres la primera mujer (barra chica) por la que siento de verdad algo
sincero. Me gustaría tanto pasar el resto de mi vida contigo que no
puedo soñar con otra cosa – hace una pequeña pausa – Eres la
chica de la que estoy enamorado, mi primer amor, prácticamente. Pero
– siempre hay un pero – quiero comprobar que... que tú sientes
lo mismo, que puedes aceptar que tengo casi veinte años más que tú,
que trabajo y que por lo tanto mis horarios no se compaginan con los
tuyos, pero sobre todo, que puedes aceptar lo que soy, que me quieres
con el corazón, no por mi dinero, ni porque te parece divertido
salir con alguien mayor. Quiero que seas mía.
-¿Tuya?
- pregunta ella algo confusa.
-Mía
– repite él.
Violeta
se aclara la garganta.
-Te
refieres a...
-¡No,
no, no! - exclama él - ¡Por favor, ya hablamos de eso! Puedo
esperar todo lo que tú quieras – Rubén se pasea por su enorme
salón, admirando las fotos que tiene de ellos dos juntos – Solo
quiero ver si después de una temporada separados, mis sentimientos
hacia ti son los mismos que hoy, que eres algo con lo que quiero
durar siempre.
-Rubén...
yo...
-Sé
que tu no puedes prometerme lo mismo. ¡Eres una adolescente aún!
¡Las hormonas te harán perder la cabeza, Dios! - suelta una pequeña
risilla. Violeta se estremece, la adora. Y pensar que no la va a
volver a escuchar – Si cuando llegue el momento, sigues soltera y
estás dispuesta a seguir conmigo, todo volverá a ser igual, pero si
no lo estás o no sientes lo mismo que yo por ti, te intentaré
recuperar.
-¿Cómo?
-A
mi manera.
Violeta
sonríe.
Sí,
conoce “su manera”.
Prepara
sorpresas en las que consigue que todo el mundo colabore, haciendo
una enorme obra de teatro, en la que ella se siente importante, pero
sobretodo, amada. ¡Para algo le ha servido ser el jefe de una
empresa de anuncios!
Alguien
que se tome tantas molestias como Rubén para hacerla feliz no se
encuentra en otra parte. Lo seguirá queriendo, y cada día con más
fuerza, hasta que llegue el momento de darle el “sí”, y puedan
ser el uno del otro para siempre.
-Violeta,
¿lo harás?
-Lo
haré, Rubén. Te quiero.
***
-¿Sabes
qué?
-¿Qué?
- pregunta con suavidad Eliot – Dime.
-Creo
que te gusta Violeta – dice Ainoa dándole un golpecito en el
hombro.
-Sí,
me cae muy bien. Y me compadezco por ella. No se lo ponen nada fácil
en clase...
-Sí,
ya lo vi. Pero también vi cómo la mirabas... - hay un tono pillín
en su voz.
Eliot
se gira hacia ella y le tira una sudadera con olor a limón a la
cara.
La
está ayudando a doblar su ropa seca.
-No
te culpo – Ainoa se encoge de hombros – , es muy guapa.
-Bueno,
pero no me tiene que gustar solo por su físico. Sería unos de los
amigos de Peter si así fuera.
-Ah,
¿es que acaso estarías dispuesto a salir con una chica
extremadamente fea?
-Depende,
¿cómo de fea?
Ainoa
suelta una risilla nerviosa.
-Fea
como yo.
Eliot
la mira un segundo de refilón. Ella intenta no mirarlo para no
perderse en sus ojos o en su boca cuando habla.
-Tú
no eres fea – dice el chico con un tono de voz nervioso.
-Si
no fuese fea estaría ahora mismo pasándolo bien con un tío guapo.
-¿Acaso
no estás conmigo? - dice él, socarrón.
Ainoa
ríe y dobla con sumo cuidado una camisa blanca semi transparente que
es extremadamente frágil.
Ojalá
pudiese estar de verdad con él, como algo más que dos amigos que
doblan la ropa.
-Ah,
sí, es verdad. Quizá tú me sirvas de bufón – dice, escondiendo
su mirada enamorada cuando se gira hacia él con sus largas pestañas.
Eliot
finge enfadarse y se sienta en la silla del escritorio de la chica a
modo de escusa para no seguir doblando.
-En
ese caso, no disfrutarás de este “cuerpazo” - dice señalándose
a sí mismo .
Ojalá,
ojalá pudiese disfrutar de Eliot.
***
-Te
agradezco lo que hiciste – dice el chico sonriendo – fue muy
amable por tu parte.
-Si
bueno, te debía una, ¿no?
Justin
asiente y se sienta en el banco más apartado del parque. Peter lo
imita.
No
puede evitar pensar en las numerosas parejas que han debido de darse
el lote en aquel estropeado y viejo banco escondido detrás de un
sauce llorón, de espaldas al camino y frente al pequeño estanque.
-Sí,
y gracias, Pedro.
El
chico hace una mueca.
-¿Te
pasa algo? - le pregunta Justin algo sorprendido. ¿Le ha molestado
que lo llame así? No entendería porqué, ya que él mismo le pidió
que lo hiciera.
-No,
no, nada – dice él llevándose una mano al estómago.
Justin
aparta la vista del chico. Parece que algo no va bien. Peter está
demasiado serio, y no entiende porqué lo ha llevado hasta aquel
sitio, a solas.
-Justin,
quería hablar contigo sobre una cosa que me preocupa.
-Dime
– dice él admirando el paisaje. Hay que admitir que es un sitio
que tiene cierto encanto y romanticismo.
-Últimamente,
he estado pensando en todo lo que he hecho mal a lo largo de mi vida,
o mejor dicho desde el instituto.
-Ajá.
-Y
son muchas cosas... pero una de ellas destacó entre las demás –
Justin lo mira interesado – Te hice daño, y tú nunca me
devolviste la jugada, ¡incluso me has perdonado! Eso no lo hace
cualquiera de las muchísimas personas que creo conocer.
Y
eso me ha hecho pensar, que vales la pena, y que no eres un
“pringado”, ni alguien estúpido, ni mucho menos. Eres alguien
interesante. Y me gustaría... solo si tu quieres...
Ay,
espera con todas sus fuerzas que no vaya a pedirle lo que cree que va
a pedirle.
-Me
gustaría ser tu amigo. Quiero decir, empezar desde cero contigo y
con el resto de tu grupo. Estoy dispuesto a dejar atrás mi
popularidad, si hace falta. No quiero pasar ni un segundo más junto
a adolescentes borrachos o fumados. Quiero ser diferente, cambiar.
Justin
le sonríe.
-Vaya,
Pedro, eso ha sido muy bonito. Se nota que lo has estado pensando –
solo puede llegar a decir.
-Sí,
la verdad es que me ronda por la cabeza desde ayer.
-¿Por
qué desde ayer?
El
chico se tensa. De repente tiene mala cara.
-¿Recuerdas
que ayer le di un paquete de cigarrillos a Jake?
-Sí,
no dije nada, pero no me pareció una buena idea.
-Ya,
bueno, la verdad es que deberías haberlo dicho, porque ahora está
ingresado con un serio problema respiratorio.
Peter
parece molesto pero triste al mismo tiempo al hablar. Tiene pinta de
sufrir por su primo, está preocupado.
Por
su parte, Justin no sabe qué hacer.
-¿De...de
verdad? Lo siento... - Justin no puede evitar preguntar algo obvio -
¿Y cómo está?
-Pues
si tienes en cuenta que no puede respirar...
Justin
mete las manos en el gran bolsillo de su sudadera Obey.
-Lo
siento, Peter – dice muy serio.
-Tengo
miedo, Justin... Tengo miedo de que no pueda verlo otra vez más.
-Entonces
tienes que ir al hospital a verlo, y pasar tiempo con él y apoyarlo
– dice con ánimo Justin.
Peter
lo mira muy seriamente. Luego vuelve la vista hacia el agua, verde y
llena de pequeños renacuajos.
-No
me dejarán volver a verlo. Se ha chivado de que he sido yo quien le
proporcionaba el tabaco, y ahora, mi familia se niega a verme la
cara.
-No
puedo creerlo. Tu primo es un idiota.
-No,
yo he sido un idiota por pensar que todo acabaría bien, Justin.
¿Sabes cuanto tiempo llevo fumando María y tabaco? ¿Sabes
cuanto? Ya van casi cuatro años. Mi primo siguió mis pasos porque
siempre he sido un ejemplo para él, pero sus pulmones no han podido
soportarlo. Ahora yo estoy aquí, sentado en este asqueroso banco,
deseando fumar pero viendo como la enfermedad podría acabar conmigo
ahora mismo.
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