miércoles, 11 de septiembre de 2013

Distacia





Distanciar,  llevar a alguien o a algo más lejos; ahuyentar, hacer huir; apartar, rehuir, evitar. 
Se puede llamar de muchas formas, pero acaba doliendo igual.





- Algún día...


- ¿¡Cómo, algún día!? - Violeta coge aire antes de soltarle el discurso de su vida - ¡No puedes insinuar siquiera irte y dejarme sola solo porque te entra a ti en gana! ¡Eso se llama ROMPER UNA RELACIÓN! ¡No puedo creerlo, Rubén! ¡¿Me dejas sola?! ¡Pues muy bien, ya puedes irte a pastar, pero no pienso ir detrás tuya! - dice antes de colgar.

La rabia hace que le palpite la cabeza. Pero poco después se siente muy mal.
Segundos después el teléfono vuelve a sonar.

- Violeta... entiendo que estés enfadada – dice atropelladamente el joven -, pero si me dejas hablar, puedo...

- No Rubén... Lo siento. Yo... - tarda un momento en contestar – no quiero que te vayas, no lo entiendo. ¿Es que ya... - empieza a perder su tono de voz normal por uno roto y triste – ya no me quieres?

- ¡Claro que te quiero, no sé cómo puedes pensar eso! - dice él. Pero al ver que no resulta demasiado convincente debido a que le ha anunciado su partida hace unos minutos, decide corregirse – Estoy enamorado de ti, Violeta – termina por concluir.

No se escucha nada al otro lado de la línea.
¿Le habrá chocado mucho, molestado? Se pasa una mano por el cabello despeinado.
Está nervioso. Ella no dice ni comenta nada. Empieza a pensar que le ha colgado.

- Tú... - empieza a decir ella.

- Yo...

- ¿Estás enamorado de mí? - dice ella, sorprendida.

- Eso parece.

- ¿Es broma? - dice ella molesta de golpe.
- Perdona, ¿qué? - Rubén también empieza a cabrearse.

- ¿Y por qué quieres cortar conmigo, entonces?
Rubén mantiene la compostura. Cortar... ¿con Violeta? Nunca.

- No quiero cortar contigo. Es solo alejarme un tiempo, para poder pensar...

-Ya, pues no lo entiendo.

-Violeta, eres la primera mujer (barra chica) por la que siento de verdad algo sincero. Me gustaría tanto pasar el resto de mi vida contigo que no puedo soñar con otra cosa – hace una pequeña pausa – Eres la chica de la que estoy enamorado, mi primer amor, prácticamente. Pero – siempre hay un pero – quiero comprobar que... que tú sientes lo mismo, que puedes aceptar que tengo casi veinte años más que tú, que trabajo y que por lo tanto mis horarios no se compaginan con los tuyos, pero sobre todo, que puedes aceptar lo que soy, que me quieres con el corazón, no por mi dinero, ni porque te parece divertido salir con alguien mayor. Quiero que seas mía.

-¿Tuya? - pregunta ella algo confusa.

-Mía – repite él.

Violeta se aclara la garganta.

-Te refieres a...

-¡No, no, no! - exclama él - ¡Por favor, ya hablamos de eso! Puedo esperar todo lo que tú quieras – Rubén se pasea por su enorme salón, admirando las fotos que tiene de ellos dos juntos – Solo quiero ver si después de una temporada separados, mis sentimientos hacia ti son los mismos que hoy, que eres algo con lo que quiero durar siempre.

-Rubén... yo...

-Sé que tu no puedes prometerme lo mismo. ¡Eres una adolescente aún! ¡Las hormonas te harán perder la cabeza, Dios! - suelta una pequeña risilla. Violeta se estremece, la adora. Y pensar que no la va a volver a escuchar – Si cuando llegue el momento, sigues soltera y estás dispuesta a seguir conmigo, todo volverá a ser igual, pero si no lo estás o no sientes lo mismo que yo por ti, te intentaré recuperar.

-¿Cómo?

-A mi manera.

Violeta sonríe.
Sí, conoce “su manera”.
Prepara sorpresas en las que consigue que todo el mundo colabore, haciendo una enorme obra de teatro, en la que ella se siente importante, pero sobretodo, amada. ¡Para algo le ha servido ser el jefe de una empresa de anuncios!
Alguien que se tome tantas molestias como Rubén para hacerla feliz no se encuentra en otra parte. Lo seguirá queriendo, y cada día con más fuerza, hasta que llegue el momento de darle el “sí”, y puedan ser el uno del otro para siempre.

-Violeta, ¿lo harás?

-Lo haré, Rubén. Te quiero.

***

-¿Sabes qué?

-¿Qué? - pregunta con suavidad Eliot – Dime.

-Creo que te gusta Violeta – dice Ainoa dándole un golpecito en el hombro.

-Sí, me cae muy bien. Y me compadezco por ella. No se lo ponen nada fácil en clase...

-Sí, ya lo vi. Pero también vi cómo la mirabas... - hay un tono pillín en su voz.

Eliot se gira hacia ella y le tira una sudadera con olor a limón a la cara.
La está ayudando a doblar su ropa seca.

-No te culpo – Ainoa se encoge de hombros – , es muy guapa.

-Bueno, pero no me tiene que gustar solo por su físico. Sería unos de los amigos de Peter si así fuera.

-Ah, ¿es que acaso estarías dispuesto a salir con una chica extremadamente fea?

-Depende, ¿cómo de fea?

Ainoa suelta una risilla nerviosa.

-Fea como yo.

Eliot la mira un segundo de refilón. Ella intenta no mirarlo para no perderse en sus ojos o en su boca cuando habla.

-Tú no eres fea – dice el chico con un tono de voz nervioso.

-Si no fuese fea estaría ahora mismo pasándolo bien con un tío guapo.

-¿Acaso no estás conmigo? - dice él, socarrón.

Ainoa ríe y dobla con sumo cuidado una camisa blanca semi transparente que es extremadamente frágil.
Ojalá pudiese estar de verdad con él, como algo más que dos amigos que doblan la ropa.

-Ah, sí, es verdad. Quizá tú me sirvas de bufón – dice, escondiendo su mirada enamorada cuando se gira hacia él con sus largas pestañas.

Eliot finge enfadarse y se sienta en la silla del escritorio de la chica a modo de escusa para no seguir doblando.

-En ese caso, no disfrutarás de este “cuerpazo” - dice señalándose a sí mismo .

Ojalá, ojalá pudiese disfrutar de Eliot.

***

-Te agradezco lo que hiciste – dice el chico sonriendo – fue muy amable por tu parte.

-Si bueno, te debía una, ¿no?

Justin asiente y se sienta en el banco más apartado del parque. Peter lo imita.
No puede evitar pensar en las numerosas parejas que han debido de darse el lote en aquel estropeado y viejo banco escondido detrás de un sauce llorón, de espaldas al camino y frente al pequeño estanque.

-Sí, y gracias, Pedro.

El chico hace una mueca.

-¿Te pasa algo? - le pregunta Justin algo sorprendido. ¿Le ha molestado que lo llame así? No entendería porqué, ya que él mismo le pidió que lo hiciera.

-No, no, nada – dice él llevándose una mano al estómago.

Justin aparta la vista del chico. Parece que algo no va bien. Peter está demasiado serio, y no entiende porqué lo ha llevado hasta aquel sitio, a solas.

-Justin, quería hablar contigo sobre una cosa que me preocupa.

-Dime – dice él admirando el paisaje. Hay que admitir que es un sitio que tiene cierto encanto y romanticismo.

-Últimamente, he estado pensando en todo lo que he hecho mal a lo largo de mi vida, o mejor dicho desde el instituto.

-Ajá.

-Y son muchas cosas... pero una de ellas destacó entre las demás – Justin lo mira interesado – Te hice daño, y tú nunca me devolviste la jugada, ¡incluso me has perdonado! Eso no lo hace cualquiera de las muchísimas personas que creo conocer.
Y eso me ha hecho pensar, que vales la pena, y que no eres un “pringado”, ni alguien estúpido, ni mucho menos. Eres alguien interesante. Y me gustaría... solo si tu quieres...

Ay, espera con todas sus fuerzas que no vaya a pedirle lo que cree que va a pedirle.

-Me gustaría ser tu amigo. Quiero decir, empezar desde cero contigo y con el resto de tu grupo. Estoy dispuesto a dejar atrás mi popularidad, si hace falta. No quiero pasar ni un segundo más junto a adolescentes borrachos o fumados. Quiero ser diferente, cambiar.

Justin le sonríe.

-Vaya, Pedro, eso ha sido muy bonito. Se nota que lo has estado pensando – solo puede llegar a decir.

-Sí, la verdad es que me ronda por la cabeza desde ayer.

-¿Por qué desde ayer?

El chico se tensa. De repente tiene mala cara.

-¿Recuerdas que ayer le di un paquete de cigarrillos a Jake?

-Sí, no dije nada, pero no me pareció una buena idea.

-Ya, bueno, la verdad es que deberías haberlo dicho, porque ahora está ingresado con un serio problema respiratorio.

Peter parece molesto pero triste al mismo tiempo al hablar. Tiene pinta de sufrir por su primo, está preocupado.
Por su parte, Justin no sabe qué hacer.

-¿De...de verdad? Lo siento... - Justin no puede evitar preguntar algo obvio - ¿Y cómo está?

-Pues si tienes en cuenta que no puede respirar...

Justin mete las manos en el gran bolsillo de su sudadera Obey.

-Lo siento, Peter – dice muy serio.

-Tengo miedo, Justin... Tengo miedo de que no pueda verlo otra vez más.

-Entonces tienes que ir al hospital a verlo, y pasar tiempo con él y apoyarlo – dice con ánimo Justin.

Peter lo mira muy seriamente. Luego vuelve la vista hacia el agua, verde y llena de pequeños renacuajos.

-No me dejarán volver a verlo. Se ha chivado de que he sido yo quien le proporcionaba el tabaco, y ahora, mi familia se niega a verme la cara.

-No puedo creerlo. Tu primo es un idiota.

-No, yo he sido un idiota por pensar que todo acabaría bien, Justin. ¿Sabes cuanto tiempo llevo fumando María y tabaco? ¿Sabes cuanto? Ya van casi cuatro años. Mi primo siguió mis pasos porque siempre he sido un ejemplo para él, pero sus pulmones no han podido soportarlo. Ahora yo estoy aquí, sentado en este asqueroso banco, deseando fumar pero viendo como la enfermedad podría acabar conmigo ahora mismo.



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