A veces, las cosas inesperadas, son las
que más importancia tienen; pero al pillarnos por sorpresa consiguen
que no les demos importancia.
- ¿Sabes? A veces me pregunto porque
decidiste quedarte tan solo - Justin levanta la mirada hacia él
apretando un poco la mandíbula - Quiero decir, me pareces un tío
muy... - buscó las palabras para definirlo con algo de esfuerzo -
bueno y muy amigable, creo que tienes todas las dotes para poder caer
bien a todo el mundo. Pero en vez de eso, estás... así, juntándote
con unos pocos chicos al salir de clase pero completamente solo
dentro de esta, hablando algunas veces con Marga.
- No a todos nos gusta tanto ser el
centro de atención como a ti ¿sabes? Hay gente para todo.
- Hombre, ya. Que yo también he estado
así, no te creas. Sólo digo... que creo que podrías probarlo, a lo
mejor te gustaría. O sea, ¿por qué estar solo cuando puedes estar
con gente y caer bien a todo el mundo?
- No es tan fácil ¿sabes?
- No has respondido a mi pregunta, yo
dije "por qué" - dijo Peter como tantas veces le decía él
mientras resolvían los problemas, mientras volvía a un nuevo
ejercicio de Matemáticas. Después del éxito del anterior examen, a
Peter le había gustado la idea de tenerlo como profesor particular
de vez en cuando, por raro que pareciera.
Justin lo pensó un momento mientras
miraba por la ventana, buscando en sus adentros. Realmente no tenía
por qué responderle a algo así, tan de su vida íntima, igual que
Pet tampoco lo hacía; pero por alguna razón quiso hacerlo.
- Quizá porque... Quizá porque se
está mucho más cómodo estando así. Quiero decir, es más sencillo
quedarse como ya estás acostumbrado a buscar un cambio. Aunque no te
niego que a veces me gustaría ser más... como tú. - se lo pensó e
hizo una pequeña mueca, tras la que se rectificó - Como tú pero
sin las drogas, los cigarros, sin el alcohol y con buenas notas.
Peter respondió a esa rectificación
con una pequeña sonrisa pícara de medio lado. Justin, a veces, no
podía evitar pensar que era muy sexi; pero aún así no se explicaba
en qué pensaban todas aquellas chicas a las que se llevaba a la
cama. Es decir, ¿no se daban cuenta de que sólo quería divertirse
con ellas un rato, una noche? Y de ser así ¿no les importaba?
Seguramente no.
- Entiendo lo que dices. - le contestó
él.
A Justin aquello le molestó, no pudo
evitar apretar los dientes.
- Tú no sabes lo que es estar solo. - le reprochó. Él siempre había sido el centro de atención.
Siempre había tenido todo lo que quería sin nada de esfuerzo. ¿Cómo
podría entenderlo él?
Peter se rió por dentro, en silencio,
sarcásticamente.
- Y tú no sabes lo que dices.
Justin frunció el ceño, cuando Peter
se levantó, dándole la espalda. Cogió un bolso de hombre, de cuero
marrón, y se lo colgó al hombro.
- ¿Qué te parece si nos vamos a dar
una pequeña vuelta y así cogemos aire y nos espabilamos? No se tú,
pero yo creo que con esta grandísima concentración no vamos ha
hacer na'. Y para no hacer na' prefiero hacerlo dando una vuelta que
aquí encerrado.
- Sí, tienes razón. Salgamos un rato. - aceptó Justin.
Cuando ya estaban en la entrada,
liándose un cigarro, Peter se volvió al interior de la casa.
- ¡Adiós mamá, adiós Óscar! ¡Vamos
a salir! - avisó.
- ¿Volverás para cenar o no te
preparo nada? - preguntó su madre con otro grito desde dentro.
No sólo Justin se quedo un perplejo;
si no que también Peter titubeó un poco.
- Eh... ¡Ceno aquí!
En cuanto Pedro cerró la puerta detrás
de ellos, Justin comenzó a preguntar.
- ¿Cómo puede ser posible que tu
madre te pregunte si vas a estar aquí para cenar o pasarás la noche
fuera así como si nada? ¿Es que no le tienes que pedir permiso
antes de irte por ahí?
- A mi madre le da exactamente igual lo
que yo haga. Para ella lo único importante de mis salidas es si
podrá permitirse preparar un plato menos para cenar.
- Eso es imposible. - objetó Justin,
completamente convencido.
- Eso es imposible - repitió Peter - :
para sus pequeñajos. Pero ya hace tiempo que relegó de mí en su
condición como madre. ¿Quieres uno? - cambió de tema ofreciéndole
un cigarrillo.
Justin se quedó un momento parado y
después negó con la cabeza. Peter se rió.
- Deberías de ver la cara que pones.
Es casi para hacerte un cuadro.
Peter tomó una calada de su cigarro,
provocando que Justin estornudara con su humo.
- Uy, lo siento. - se disculpó Peter,
un tanto sorprendido, al estar acostumbrado a que la gente con la que
iba estaba habituada al tabaco igual o más que él. Se acordó de
algo que Justin le había comentado sobre por qué su padre no tocaba
el tabaco; pero no lograba acordarse bien - ¿Estás bien?
- Sí, tranquilo. El asmático es mi
hermano - adivinó sus pensamientos. Se aclaró la garganta - Pero
creo que mejor caminaré por ese lado, el viento viene hacia aquí.
- Sí, mejor.
- ¿Óscar es tu padrastro? -intentó
sacar tema.
- Ajá.
- ¿Llamas a tu padrastro por su
nombre?
- Piénsalo, ¿cómo llamarías tu al
tío que se acuesta con tu madre y que ni siquiera intenta hacer el
papel de padre a cambio?
Justin se puso mentalmente en la
situación.
- Puto pervertido de mierda. - contestó
sin pensarlo antes.
Peter sonrió.
- Es una opción mejor. La usaría,
pero me echarían de casa. No me atrevo a decirle a mi madre eso de "o mi padrastro o yo".
Siguieron caminando hablando de
trivialidades. Cotilleos del instituto que le contaba Peter (para
mayor encanto de Justin, "el rey de los cotilleos"), conversaciones
sobre las clases.
El pueblo de Peter era bastante bonito,
no estaría mal vivir allí, aunque echaría de menos tener todo tan
cerca como lo tenía en la ciudad. Si no estuviera tan lejos de la
civilización, sería perfecto. Estaba asentado sobre las montañas,
de formas que las calles eran laderas cortadas, había tierra,
plantas y piedras por todas partes y las casas eran en su mayoría
unifamiliares. Había pocas carreteras, que pasaban sólo por el
centro del pueblo y lo cruzaban de arriba a abajo y de lado a lado en
lo que eran sus calles principales.
Peter no iba tan derecho y con ese aire
de superioridad típico de él como en el instituto. Miraba a los
lados, hablaba con él tranquilamente con las manos en los bolsillos,
a veces hasta miraba al suelo, como acostumbraba a hacerlo Justin. En
un momento en que Peter estaba hablando mirando a sus pies, Justin
levantó la cabeza y vio a un chico que los miraba con un gesto
hosco, podía leer un mal sentimiento en sus ojos; pero no sabía si
era rabia, rencor, asco, repulsión o decepción. Una mezcla bastante
extraña de sentimientos, y que parecía capaz de hacer estallar una
bomba. Jus hizo ademán de darle a Peter un codazo para que éste
levantara la mirada. En cuanto lo hizo, los dos chicos cruzaron una
mirada y Justin pudo notar como la tensión aumentaba en el aire.
Pocos segundos después de esa encarnizada batalla de miradas, el
chico les volvió la cara y Peter miró al suelo tragando saliva,
casi impulsado a hacerlo. En cuanto el chico, que iba en dirección
contraria a ellos, paso por su lado, Peter tiró el cigarrillo al
suelo (el cual aún estaba por la mitad) y lo aplastó a conciencia.
Todo para que, medio minuto después, sacara otro exageradamente,
casi con enfado, y volviera a encenderlo y ponerlo entre sus labios.
-¿Quién era ese? -preguntó Justin.
-¿Ese? Nadie, sólo un conocido.
Justin podría decirle que no creía
que un "sólo conocido" le hiciera comportarse así; pero si algo
había aprendido de las clases con Peter, era que este nunca
respondía. Si a la primera no había funcionado, a la segunda sólo
conseguiría que lo ignorara, y a la tercera enfadarle. No valía la
pena.
***
Rubén estaba un tanto decepcionado con
Raúl porque este no había sabido decirle nada. Le dijo que
intentara olvidarla y que, si esta realmente le quería o lo había
hecho, ya volvería o le daría la oportunidad de explicárselo todo.
Según Raúl, alguien que realmente ha
querido a alguien, no sale con otra persona a los dos días de cortar
con él. Rubén se enfadó un tanto ante esta afirmación; pero lo
peor era que sabía que tenía razón. Debería olvidarla.
Pero no se puede olvidar a alguien con
quien has pasado tan buenos momentos.
Cerraba los ojos y recordaba a Violeta,
su risa, su sonrisa, sus ojos, su... todo. Aún recordaba cuando
había empezado a gustarle y pensaba que estaba loco. Y cuando, más
tarde, terminó enamorándose de ella. Antes de que salieran, Rubén
no podía evitar ponerse nervioso cada vez que hablaba con ella o la
tenía cerca. Muchas veces, empezaba a temblarle la pierna, no podía
evitar mirar al suelo o tartamudeaba un poco. Esto le hacía gracia a
la chica, que se reía cada vez que le pasaba y que, cuando se enteró
de que esto era porque le gustaba, pensó que era adorable. Rubén
había hecho cualquier tipo de locura o tontería para llamar la
atención de ella, con lo que después se sentía imbécil, pero todo
aquello se quitaba cuando la veía sonreír después de hablar con
él. Y es que, cada vez que hablaban cinco minutos, equivalían a un
día entero de estar contento e hiperactivo para él.
Habían pasado tan buenos momentos...
Y de todo esto, ¿qué les quedaba?
Nada, tan sólo recuerdos fantásticos
que ahora se tenía que esforzar por olvidar.
Soltó un suspiro y se dejó caer en el
respaldo del sofá. Entonces, un papel voló hasta su regazo. Lo
cogió y le dio la vuelta, era una de las fotos de Violeta que había
estado mirando y ahora estaban sobre su escritorio. Era extraño,
porque no recordaba haber dejado ninguna ventana abierta. Decidió
dar una vuelta por la casa para averiguar de dónde venía la
corriente; pero antes se quedó un momento sentado para observar la
fotografía. Si no fuera porque no creía en esas cosas, Rubén
habría pensado que se trataba de un aviso del destino.
***
Jorge estaba en la casa de Andrés, el
cual estaba mucho más recuperado de su pelea con Samuél y los demás
imbéciles. Estaban jugando a la Play, sentados con las piernas
cruzadas en el cuarto del chico, sonriendo. Siempre sonreían cuando
disfrutaban de la compañía del otro. Hablaban y reían, se picaban
entre sí y se gastaban bromas. Aunque ese día Jorge estaba un poco
perdido en sus pensamientos, hacía una semana desde que estuvo en la
casa de Violeta, y presentía que esta aún se encontraba mal; sólo
que ahora estaba mal y sola. Realmente esperaba que sus nuevos amigos
fueran amigos de verdad y que se dieran cuenta de cuando estaba mal.
En un momento dado, Andrés le dio un
dulce y apasionado beso en los labios. Jorge no le correspondió
demasiado, y Andrés lo atribuyó a que lo había pillado
desprevenido, ya que lo había besado mientras él estaba perdido en
sus pensamientos. Pero la verdad es que Jorge empezaba a sentirse
mal, y, mientras Andrés lo besaba, una imagen de Javi había cruzado
un instante por su mente, dejándole completamente parado. Ahora no
conseguía quitarse su imagen de la cabeza, no entendía qué le
pasaba.
Andrés le pasó una mano por la pierna
con dulzura.
- ¿En qué piensas?
Jorge no le contestó, apenas lo
escuchó. Se levantó corriendo y fue al baño, con ganas de vomitar.
Pero no echó nada. Entonces se dio cuenta de que el sentimiento no
era físico; si no producido por su conciencia, y la imagen de Javi
estaba indeleble en su cabeza. No lo entendía, era realmente
extraño. Hacía ya meses que no salía con él, y no le debía nada
a Javi; aunque al principio hubieran pasado muy buenos momentos, al
final había conseguido hacerle mucho daño, y había pasado de él
mientras los demás lo atacaban. Ahora se había dado cuenta, había
tardado, pero lo había acabado haciendo.
Recordó el mensaje que le había
mandado Javier la noche anterior. Era una foto con los dos besándose
y un mensaje de "las cosas buenas... Qué pronto se olvidan, ¿eh?".
Lo había llamado y no había tardado en darse cuenta de que estaba
borracho. Aunque era verdad lo que le había dicho a Violeta de que
Javi lo había entendido y habían quedado como amigos, este se lo
había dicho con gesto hosco, se había dado la vuelta y se había
alejado de él. Ahora sabía que aún se sentía resentido por ello,
como decía el dicho: <<los niños, los locos y los borrachos nunca
mienten>>.
Había pensado en contárselo a Andrés
para que le diera consejo; pero no estaba seguro de ello. Creía
haber notado que Andrés era un tanto celoso, y Violeta ya tenía
demasiados problemas como para ocuparse de los suyos también. Había
decidido que se lo contaría todo a Lara en cuanto la viera, y eso
sería al día siguiente. Por fin podría desahogarse con alguien.
***
Habían ido a la discoteca toda la
pandilla. Ainoa volvía de haber estado bailando con Violeta y
Estrella con una bebida en la mano. Las había dejado en la pista y
se había vuelto con los chicos, estaba bastante cansada. Vio a Eliot
y a Dani a duras penas: un grupo de chicas tontas, muchas de ellas
con escotes demasiado grandes, se arremolinaban ante ellos intentando
llamar su atención, sobretodo la de Eliot. Él les sonreía,
realmente era muy inocente y no terminaba de darse cuenta de que
ellas cinco competían por liarse con él. A su lado, Dani, que ya
les había dejado claro antes que tenía novia, se aguantaba la risa
por no reírse en las narices de él.
<<Zorras>> pensó Ainoa. Vio la cara de
Eliot cuando intentó acercarse a Justin sin para de mirarlos.
Parecía feliz, sonreía, se reía y captaba toda su atención en
aquellas chicas. ¡¿Cómo era posible que cualquier chica
desconocida que pasara pudiera llamar más la atención de él que
ella?! Las observó detenidamente. Claro, ella lo sabía, cómo no
iba a ser así con aquellos cuerpos, tan delgaditas, con aquellas
curvas de vértigo... Y parecían tan seguras de sí mismas <<como
para no estarlo>>. Pensó. Todo lo contrario de ella.
Sus ojos comenzaron a arder. Pero no se
lo podía permitir, no derramaría una sola lágrima allí, no así.
No quería ser el centro de atención por ponerse a llorar en una
discoteca, y tampoco sabría qué responder si le preguntaban. Salió
a la calle y notó como sus mejillas se humedecían, poco a poco, de
lágrima a lágrima silenciosa.
Sintió unos brazos rodearle los brazos
y la cintura. Aún tenía la bebida en la mano. Giró la cabeza y vio
a Justin. En seguida se arrepintió de hacerlo, no quería que su
amigo la viera llorar. Giró de nuevo la cabeza, tratando de
ocultarse en los subsuelos. Justin la obligó a girarse y la abrazó
con fuerza, con cuidado de que no se le cayera la bebida. Le pasó la
mano con delicadeza por el pelo y la espalda, acariciándola.
-Tranquila... - le dijo - Sé lo que
se siente. - recordó cuando Agus salía con esos chicos antes que
con él sin quererlo - Pero te prometo que ellas nunca serán la
mitad de lo que tú eres para El. Yo lo sé.
Ainoa se separó de él despacio y se
secó las lágrimas.
- Justin... Quiero estar sola. Tú
vuelve a la fiesta.
Él asintió.
- Búscame para lo que necesites.
Ainoa se sentó en el bordillo de la
acera, con el vaso en la mano, pensando pero sin pensar en realidad,
con la mente en blanco. De vez en cuando, se tomaba un sorbo de la
bebida casi automáticamente.
Sintió una presencia a su lado.
El chico se sentó con ella, con una
sonrisa.
- ¡Ey! ¿Qué haces? No te he visto
con los otros y me he preguntado dónde estarías.
Giró la cabeza para mirarle, pero ya
sabía quién era: reconocería esa voz en cualquier parte.
- He salido a tomar el aire.
- Venga, Aino, para una vez que salimos
de fiesta no te vas a quedar sola aquí, ¿no? - Le pasó un brazo
por encima de los hombros y la atrajo junto a él - Te invito a un
baile, ¿vamos? Sabes que te encanta.
- No... Ahora mismo no tengo ganas, El.
Pero gracias.
- Está bien. Pues me quedo aquí
contigo.
- ¿En serio? ¿No quieres irte a la
fiesta?
- ¿Y dejarte aquí sola? No gracias.
Contigo estoy bien. Para eso están los amigos, ¿no? Que los demás
sean una panda de ingratos y te dejen aquí sola no es mi culpa - bromeó - . Además, también es verdad que eso está muy lleno, al
cabo del rato harta. Pero disfrutemos, ya que estamos aquí, ¿no?
Venga, alegra esa cara - le dijo volviendo a abrazarla de lado con
una sonrisa - Un brindis por nuestra amistad.
Chocó su vaso contra el de ella. Ainoa
se obligó a sonreír y ambos bebieron al mismo tiempo.
Pero Ainoa sabía que nunca la vería
como nada más que una amiga. Y, aunque podría sentirse la chica más
afortunada y más feliz del mudo, ya que Eliot había dejado a cinco
chicas babeantes sólo por estar con ella y no dejarla sola; este
hecho le dolía tanto que no conseguía disfrutar de ello.