La diferencia entre “au revoir” y “adieu” es que “adieu” es un adiós para siempre. Hay cosas que, simplemente, deberían acabar.
Justin se despertó y miró el reloj,
aún era temprano. Recordó que ese día había quedado con Peter por
la mañana para ayudarle con el examen de Matemáticas del viernes.
No tenía demasiadas ganas, pero tenía que hacerlo, ya le había
dicho que lo haría. Era lunes, y tenían puente, al día siguiente
volverían al instituto. Había conseguido convencer a Agus para que
pasara esa mañana con su familia sin decirle que había quedado con
él. Si Agus lo descubría, se enfadaría, y mucho. No le extrañaba,
después de todo... Entonces recordó que aún no le había pedido
permiso a su madre y bajó a desayunar, la encontró en la cocina.
-Oye, mamá, se me olvidó decirte que
he quedado con un niño de la clase para ayudarle con las mates,
espero que no te importe ¿verdad?
-Por supuesto que no. Y vaya, hombre,
¿ya vas haciendo más amigos fuera del grupo?
-En... en realidad no. Tan sólo somos
compañeros, e hicimos un trato: yo le ayudo y él me paga en función
de la nota que saque.
-Vaya... -su madre estaba menos alegre
ahora- Bueno, algo es algo. Vístete y desayuna antes de que venga;
por cierto ¿a qué hora habéis quedado?
-En dos horas. Y vaya, mamá, ¿cómo
has sabido que hemos quedado aquí?
-¿Si no por qué ibas a decirme que
habías quedado a ayudarle y no que ibas con tus amigos? Vamos,
desayuna. -dijo saliendo de la habitación con su café en la mano.
No era que Justin no contara las cosas
a sus padres, sólo que... ella sí lo sabía. Recordó de golpe la
razón: se lo confesó un día que estaba llorando, lloraba por Agus,
el día del restaurante. Su madre le ayudó todo lo que pudo y le
consoló mientras lloraba. Al día siguiente, cuando Agus empezó a
salir con él y su madre le preguntó si estaba mejor, él sólo le
respondió que sí sin darle más información. No sabía si a su
madre le parecía bien esa parte de él, y no se sentía cómodo
hablando del tema con ella. Su padre no lo sabía. Y esa era la razón
por la que también le incomodaba decirle que se juntaba con un nuevo
chico, o que los niños de su clase se alejaran de él, temía que se
imaginara cosas raras.
Paró de pensar en el tema y se hizo el
desayuno. Luego se vistió con una camisa larga a cuadros de colores
claros entre el morado y el blanco y una camiseta negra por debajo,
dejando la camisa abierta. Se puso unos pantalones vaqueros y
revolvió un poco su pelo negro, después de peinárselo. No había
que olvidar que, después de estar con Pet, había quedado con Agus.
Mientras bajaba las escaleras sonó el timbre. Qué rápido había
pasado el tiempo, ya eran pasadas las diez. Abrió y le dirigió una
media sonrisa un tanto forzada a Peter, él le devolvió una igual.
-Espero que no hayas tenido que esperar
mucho, me ha costado un poco encontrar la casa. -le dijo mientras
entraban.
-No, tranquilo, me estaba vistiendo.
-Guay entonces.
Se sentaron en la mesa grande del salón
y le empezó a explicar. Al rato notó a Peter un tanto nervioso,
acercaba su mano a la abertura de la chaqueta y la volvía a dejar
sobre el papel. Resolvió su duda:
-Aquí no se puede fumar, ¿verdad?
Él negó con la cabeza.
-Mi padre dejó de fumar cuando mi
hermano nació, y odian el olor a tabaco. Sobretodo porque no quieren
que haya humo cerca de mi hermano: es asmático y piensan que le
puede afectar.
-Vaya, no lo sabía. ¿Y no podemos
salir fuera un poco con los libros y me sigues explicando?
-¿No te puedes esperar un poco más?
Peter suspiró y, aunque apretando los
puños, asintió con la cabeza y volvió al problema. Justin no tardó
mucho en notar que la concentración de Peter había disminuido al
pensar en su cigarrillo.
-Anda, salgamos fuera y tómate uno
mientras te explico este ejercicio. Así no adelantaremos nada.
-Gracias. -respondió él casi con
alivio.
Justin estuvo a punto de decirle que
debía parar de fumar, que con el tiempo sería malo para él y que,
más aún, podía acabar como Jake. Pero no le dijo nada, sabía que
no le haría caso y no sería una buena idea. Al menos, mientras que
lo soportara, podría seguir ayudándole con las Matemáticas, que ya
era algo. Y la verdad era que todo esto lo hacía porque en el fondo
sentía pena, mucha pena, por Peter. No parecía saber lo que era la
amistad, ni el esfuerzo para conseguir algo y la satisfacción de
sacar buena nota después de estar estudiando, tampoco que se podía
ser feliz sin la compañía de un cigarrillo, o que había más
formas de relacionarse con gente que ir al botellón. O que no tenía
que ser un borrego popular para que la gente lo aceptara, porque así,
la verdad, era que los que no eran como él lo detestaban y sólo le
hacían caso por su condición en el instituto, y los que sí lo eran
estaban con él por conveniencia. Sí, le daba pena, mucha más pena
que la que sentía por el Justin de hacía dos años y todo lo que
había pasado por culpa de Marcos y Peter.
***
Violeta despertó y buscó
a Jorge con la mirada. No estaba en el colchón que habían dispuesto
para él. Miró la hora. ¡Ya eran las doce! Con razón no estaba su
amigo; pero, ¿por qué no la había despertado?
La verdad era que le
venía bien, le apetecía quedarse un rato para pensar a solas.
Decidió que ya era el momento de dar el paso. Cogió el móvil de su
mesilla y lo encendió. Entró en Whatsapp. Cada paso le costaba más
y daba un pequeño vuelco a su corazón. Entró en el chat de “Rubén
❤❤”. Cogió aire.
-Rubén, por si no te ha
quedado ya claro, lo nuestro ha terminado. Ya no quiero volver a
verte -esa debía ser una de las mayores mentiras de su vida, pero
debía hacerlo por su propio bien-, así que hazme el favor y no
vuelvas. Y, no sé por qué, pero siento que tengo que decírtelo:
ahora estoy con Daniel. Así que deja de intentarlo, por si se había
pasado esa idea por tu estúpida mente. Adiós, y esta vez, es un
adiós para siempre.
Mandado el mensaje,
bloqueó su contacto, sin dejarle una sola oportunidad para
responderle. Cuando llegó Jorge, con una bandeja con su desayuno y
una amable sonrisa, imaginó sin querer que era Rubén. Cuando vio
que en realidad era su amigo, se sintió súper estúpida. Giro de
golpe poniéndose boca abajo y hundió la cara en la almohada. Jorge
borró su sonrisa, tenía la sensación de que no ayudaría mucho
para animarla su desayuno-sorpresa; pero aún así tenía que
intentarlo. Dejó la bandeja en el suelo, que era el único sitio que
había, y se agachó a su lado.
-Eh... pequeña... ¿qué
te pasa? -le preguntó en voz baja con la voz más dulce que pudo,
intentando esconder su amarga preocupación.
Ella le pasó el móvil,
que aún tenía la conversación con Rubén abierta. Jorge lo leyó e
hizo una mueca.
***
Rubén hacía horas que
se había despertado, de hecho había dormido a ratos toda la noche,
tenía insomnio. Sonó un pitido en su móvil y lo cogió sin mucho
ánimo. En cuanto vio que el mensaje era de Violeta lo abrió al
momento, una llama de esperanza se encendió en su corazón. Terminó
de leer y dejó caer el móvil sobre el colchón. Lo que llevaba toda
la noche esperando.
Sentía ganas de llorar,
pero había dejado secos sus ojos y sabía que eso no serviría de
nada. Mandó un mensaje a Raúl. No lo había hecho antes porque
preferiría hablarlo en persona, o en Skype aunque sea como con su
hermana; pero necesitaba una mano amiga y sentía que no era justo
apoyarse tanto en Alba después de haberla dejado tantos años sola.
Raúl, su mejor amigo que
estaba en un viaje de negocios en América, le respondió en seguida:
-Ahora mismo estoy a
punto de entrar en una reunión, Rubén, ¿es muy importante?
-La verdad es que sí;
pero puedo esperar a que salgas.
-De acuerdo, te llamo en
un par de horas.
-Mejor escríbeme, las
llamadas internacionales son caras.
-Cierto.
-Suerte con la reunión.
-Suerte con lo que sea
que te ocurra.
***
-Chicos, ya está la
comida.
-Oh, ¿ya es tan tarde?
-preguntó Peter mirando la hora- Bueno, yo mejor me voy, hasta
mañana Justin.
-Quédate si quieres. -le
contestó la mujer.
-No... gracias. No hace
falta, ya comeré en casa.
-¿Tú dónde vives,
Peter?
Él les dio el nombre de
su pueblo.
-Vaya, pero eso está muy
lejos, -observó la madre- tardarás mucho en volver ¿no?
-Sí, voy en autobús,
tardo una hora. Pero no pasa nada.
-Venga, que estarás
hambriento. -le volvió a invitar ella- No voy a dejar que tardes en
comer una hora cuando que aquí hay comida de sobra.
Las tripas de Peter
rugieron, dejándole sin opción para rechazar otra vez la oferta, y
ellos sonrieron.
La comida transcurrió
casi en completo silencio.
-Bueno, muchas gracias,
señora. Yo mejor me voy ya a casa. -se despidió Peter poniéndose
de pie en cuanto terminó de almorzar.
Ella asintió y Antonio
se levantó corriendo.
-¡Yo lo acompaño a la
puerta, yo lo acompaño! -pidió el pequeño poniéndose recto con
aires de persona mayor.
Justin sonrió.
-Vale, como tú quieras.
-le contestó pasándole una mano por el pelo.
Caminaron juntos y en
silencio hasta la puerta. Peter lo miraba con curiosidad, era tan
parecido a Justin... Le faltaba un poco de altura, el pelo más negro
y los ojos más oscuros y serían casi idénticos. Llegaron a la
puerta.
-Adiós, pequeño,
gracias por acompañarme. -le dijo revolviéndole el pelo. Antonio
sonrió- Bueno, cuida a tu hermano, ¿eh? Que tiene que seguir
enseñándome mates. -le dijo guiñándole un ojo.
Antonio sonrió y
asintió, Peter se fue.
-Ese chico apesta a
tabaco. -dijo el padre de Justin en cuanto oyó cerrarse la puerta.
-Sí, lo sé, fuma mucho.
Pero tranquilo, no es ni mi amigo, yo sólo le ayudo con Matemáticas.
-Eso espero... No parece
un buen chico.
-En realidad, lo juzgas
por su aspecto; pero no, no tiene buena fama.
-Pues a mí me cae bien.
-argumentó Antonio en cuanto encontró un momento en que no hablara
nadie, había llegado justo a la cocina para enterarse- Parece
simpático. Y dice que te cuide para que le ayudes con las mates.
-dijo mirando a su hermano.
Él le sonrió por toda
respuesta.
***
Ainoa miró a su hermano.
Los músculos se le marcaban bajo la camiseta. Siempre se había
preguntado cómo era que no había vuelto a tener novia después de
tantos años. Sólo había tenido una, y no creía que a él le fuera
muy difícil conquistar a quién quisiera, además de tener que
admitir que era muy guapo, sabía que su hermano era simpático,
gracioso e inteligente, y poseía un gran corazón. Siempre se había
comparado demasiado con él. Cuando era pequeña, él era como un
ídolo para ella. Ahora ya no; pero a veces le seguía dando coraje
comprobar que fuera mejor que ella, aunque realmente esa opinión
sólo la tenía la muchacha. Lo que ella no sabía, era que si el
muchacho no tenía novia, era porque estaba enamorado. Enamorado de
la mejor amiga de su hermana pequeña, y no podía intentar acercarse
a ella sin ganarse una buena pelea con su hermana. Además...
Estrella todavía era pequeña, y Robin sabía que, si el sentimiento
era mutuo, a Mónica no le gustaría que saliera con su hermana menor
hasta que esta no fuera al menos mayor de edad. Y lo entendía, al
fin y al cabo, él mataría a cualquiera que intetara acercarse a la
enana de Ainoa.
Robin se fue a seguir
estudiando, acababan de terminar de comer y estaban solos en casa.
Ainoa tenía el libro sobre la mesa; pero no era capaz de
concentrarse. Tenía la mente perdida en su conversación del día
anterior con Violeta, Jorge y Estrella. Después de quedarse
sonrojada por lo de Eliot, había negado con redundancia que fuera
cierto. Les dijo que como podían pensar eso si ellos dos eran como
hermanos. Claro que... No había colado. Así que ya hasta el
desconocido de Jorge sabía el secreto mejor guardado por su corazón,
ya sólo quedaban Dani y... el propio Eliot. Lo cierto era que,
después de tantos años, sabía que algún día llegaría el momento
en que alguno lo descubriera. Al fin y al cabo estaban siempre
juntos, y algo debería de notársele si sentía las mejillas arder
cada vez que el chico la tocaba.
Estrella se había quejado un poco al descubrir que Justin sí lo sabía, había dicho "¿cómo es que a mí, que soy tu mejor amiga, no me lo dices y a ése sí?" pero tampoco le había dado demasiada importancia. Es decir, ella también le había confesado sólo a Justin su amor hacia Robin; pero lo suyo era distinto: Ainoa era su hermana. Y sabía que le molestaría muy mucho saber que había fijado la vista en su hermano.
Estrella se había quejado un poco al descubrir que Justin sí lo sabía, había dicho "¿cómo es que a mí, que soy tu mejor amiga, no me lo dices y a ése sí?" pero tampoco le había dado demasiada importancia. Es decir, ella también le había confesado sólo a Justin su amor hacia Robin; pero lo suyo era distinto: Ainoa era su hermana. Y sabía que le molestaría muy mucho saber que había fijado la vista en su hermano.
***
-¡Adiós, mamá, voy a ver
a Agus!
-¡No vuelvas tarde!
-¿Puedo ir contigo, Jus, puedo ir, puedo ir? -le pidió Antonio.
-Lo siento peque, pero va a ser que no. Otro día te vienes ¿vale?
-Bueno...
Llegó a casa de Agus y llamó a la puerta. Estaba algo nervioso. Siempre lo estaba al pensar que pudiera ser que Agus ya le hubiera contado lo suyo a sus padres. Abrió el padre de Agustín, la madre también había acudido al saber que era él para saludarle.
-Hola, Justin, ¿qué tal? Cuanto tiempo. -saludó el padre.
-Me alegro de volver a verte. -le dijo con una sonrisa la madre.
-Gracias, yo también a ustedes. Bien, gracias.
-Ya te he dicho un millón de veces que me tutées, Justin.
-Perdón, la costumbre. Es por caer mejor a los profesores.
Agustín salió en su rescate apareciendo por la entrada con el mando de la consola en la mano.
-Ey, ¿qué hay Justin? ¿Te hace una partidita?
Jus echó a correr en dirección al salón.
-¡El sofá bueno es mío! -exclamó.
-¡No! -contestó Agus corriendo tras él- ¡Pa' ti el malo, cabezón!
Justin se tiró en plancha sobre el sofá señalándolo de su propiedad y Agustín se tiró encima suya con un grito de guerra.
-¡Quita, que me apachurras! -le dijo Justin tirándolo al suelo girándose.
-Ay, pero no me tires.
-No, ¡si te parece dejo que me aplastes!
-Pues claro que sí, wapo. Si lo estás deseando, que estás muy solo.
-¡Ay! ¡Cállate! Puto maricón de mierda... -dijo a sabiendas de que tenía a sus padres detrás.
-Pues más te convendría a ti serlo también -dijo a la vez que intentaba tirarle del sofá-. Así estarías conmigo y no estarías tan soolo y amargado como estás, que no te quiere nadie.
Él se rió y se deshizo de él. Si esa "conversación" ya sería rara siendo los dos amigos, uno hetero y el otro homosexual, siendo los dos novios lo era más todavía. Llevaban haciendo la misma tontería de pelearse por el sofá desde pequeños, con la diferencia de que antes se esperaban a que no estuvieran los padres para intentar tirarse el uno al otro sin que los regañaran.
-Bueno, ¿jugamos ya o qué?
-Um... De pende, si me dejas la mitad del sofá sí. -dijo él alejándole el mando.
-Bueno... Vale...
Empezaron a jugar, sentados cada uno en una punta del sofá. Bastante después sus padres se despidieron de ellos y le dijeron a Agus que llegarían para después de cenar. En cuanto escucharon la puerta cerrarse, se miraron con una sonrisa cómplice. Agustín paró el juego y se acercó a él. Le besó en los labios.
-Ya lo estaba deseando.
-Podríamos habernos ido a dar un paseo si tanto lo querías.
-¿Y perderme la satisfacción de darte una derrota? Já.
-Oye, que vamos casi empate, sólo me ganas por unas cuantas...
-Eso es porque todavía estaba calentando. -contestó Agus pegando su frente a la de él y mirándole como si lo retara a ganar.
Justin sonrió y lo besó.
-Mira que eres malo, ya podrías dejarme ganar si tanto me quieres... -le fijos haciéndole pucheros.
Agustín soltó una carcajada.
-Que te quiera no significa que vaya a dejarte ensuciar mi larga lista de victorias, jum. -objetó haciéndose el chulo.
Justin sonrió y se sentó entre las piernas de él, volviendo a iniciar el juego. Y así, entre partida, besos, caricias y conversaciones, pasaron la tarde.
Agustín le invitó a quedarse con él a cenar; pero él le dijo que no ya que tenía que madrugar para ir al instituto al día siguiente, y volvió a tiempo para ayudar a su madre a poner la mesa. Después de cenar, subió con su hermano a leerle un cuento. A Antonio le encantaba leer y lo hacía estupendamente; pero le gustaba aún más que le leyera su hermano. Mientras le leía, no se podía quitar de la cabeza que se sentía mal por no decirle a Agus que ayudaba a Peter, al fin y al cabo, se lo estaba ocultando, y la suya era una relación con las máximas sinceridades. Terminó de leer el capítulo por el que iba Antonio.
-Ya es tarde, peque, mejor ponte a dormir y sigues leyendo mañana.
-Sí. -respondió él, acomodándose obediente.
Pero Justin no se levantó de la silla. Antonio supo que quería decirle algo.
-Oye, Anton... Ya sé que ya eres muy grande; pero, ¿te importa que esta noche me quede a dormir contigo?
-Em... Claro. -le contestó él. Justin se subió a la cama y se acomodó al lado de su hermano- Justin... ¿te pasa algo?
-No, sólo que esta noche no quiero estar solo.
-Si te pasa algo ya sabes que puedes contármelo. -dijo el pequeño apagando la luz.
-Sí, lo sé, no te preocupes. Gracias, Anton.
-No hay de qué, tú siempre haces lo mismo conmigo.
Y por una noche, Justin no tuvo todas las dudas y preocupaciones rondándole por la cabeza. La compañía de Antonio era, si cabía, la que más serenidad le daba y la que más le consolaba.
-¡No vuelvas tarde!
-¿Puedo ir contigo, Jus, puedo ir, puedo ir? -le pidió Antonio.
-Lo siento peque, pero va a ser que no. Otro día te vienes ¿vale?
-Bueno...
Llegó a casa de Agus y llamó a la puerta. Estaba algo nervioso. Siempre lo estaba al pensar que pudiera ser que Agus ya le hubiera contado lo suyo a sus padres. Abrió el padre de Agustín, la madre también había acudido al saber que era él para saludarle.
-Hola, Justin, ¿qué tal? Cuanto tiempo. -saludó el padre.
-Me alegro de volver a verte. -le dijo con una sonrisa la madre.
-Gracias, yo también a ustedes. Bien, gracias.
-Ya te he dicho un millón de veces que me tutées, Justin.
-Perdón, la costumbre. Es por caer mejor a los profesores.
Agustín salió en su rescate apareciendo por la entrada con el mando de la consola en la mano.
-Ey, ¿qué hay Justin? ¿Te hace una partidita?
Jus echó a correr en dirección al salón.
-¡El sofá bueno es mío! -exclamó.
-¡No! -contestó Agus corriendo tras él- ¡Pa' ti el malo, cabezón!
Justin se tiró en plancha sobre el sofá señalándolo de su propiedad y Agustín se tiró encima suya con un grito de guerra.
-¡Quita, que me apachurras! -le dijo Justin tirándolo al suelo girándose.
-Ay, pero no me tires.
-No, ¡si te parece dejo que me aplastes!
-Pues claro que sí, wapo. Si lo estás deseando, que estás muy solo.
-¡Ay! ¡Cállate! Puto maricón de mierda... -dijo a sabiendas de que tenía a sus padres detrás.
-Pues más te convendría a ti serlo también -dijo a la vez que intentaba tirarle del sofá-. Así estarías conmigo y no estarías tan soolo y amargado como estás, que no te quiere nadie.
Él se rió y se deshizo de él. Si esa "conversación" ya sería rara siendo los dos amigos, uno hetero y el otro homosexual, siendo los dos novios lo era más todavía. Llevaban haciendo la misma tontería de pelearse por el sofá desde pequeños, con la diferencia de que antes se esperaban a que no estuvieran los padres para intentar tirarse el uno al otro sin que los regañaran.
-Bueno, ¿jugamos ya o qué?
-Um... De pende, si me dejas la mitad del sofá sí. -dijo él alejándole el mando.
-Bueno... Vale...
Empezaron a jugar, sentados cada uno en una punta del sofá. Bastante después sus padres se despidieron de ellos y le dijeron a Agus que llegarían para después de cenar. En cuanto escucharon la puerta cerrarse, se miraron con una sonrisa cómplice. Agustín paró el juego y se acercó a él. Le besó en los labios.
-Ya lo estaba deseando.
-Podríamos habernos ido a dar un paseo si tanto lo querías.
-¿Y perderme la satisfacción de darte una derrota? Já.
-Oye, que vamos casi empate, sólo me ganas por unas cuantas...
-Eso es porque todavía estaba calentando. -contestó Agus pegando su frente a la de él y mirándole como si lo retara a ganar.
Justin sonrió y lo besó.
-Mira que eres malo, ya podrías dejarme ganar si tanto me quieres... -le fijos haciéndole pucheros.
Agustín soltó una carcajada.
-Que te quiera no significa que vaya a dejarte ensuciar mi larga lista de victorias, jum. -objetó haciéndose el chulo.
Justin sonrió y se sentó entre las piernas de él, volviendo a iniciar el juego. Y así, entre partida, besos, caricias y conversaciones, pasaron la tarde.
Agustín le invitó a quedarse con él a cenar; pero él le dijo que no ya que tenía que madrugar para ir al instituto al día siguiente, y volvió a tiempo para ayudar a su madre a poner la mesa. Después de cenar, subió con su hermano a leerle un cuento. A Antonio le encantaba leer y lo hacía estupendamente; pero le gustaba aún más que le leyera su hermano. Mientras le leía, no se podía quitar de la cabeza que se sentía mal por no decirle a Agus que ayudaba a Peter, al fin y al cabo, se lo estaba ocultando, y la suya era una relación con las máximas sinceridades. Terminó de leer el capítulo por el que iba Antonio.
-Ya es tarde, peque, mejor ponte a dormir y sigues leyendo mañana.
-Sí. -respondió él, acomodándose obediente.
Pero Justin no se levantó de la silla. Antonio supo que quería decirle algo.
-Oye, Anton... Ya sé que ya eres muy grande; pero, ¿te importa que esta noche me quede a dormir contigo?
-Em... Claro. -le contestó él. Justin se subió a la cama y se acomodó al lado de su hermano- Justin... ¿te pasa algo?
-No, sólo que esta noche no quiero estar solo.
-Si te pasa algo ya sabes que puedes contármelo. -dijo el pequeño apagando la luz.
-Sí, lo sé, no te preocupes. Gracias, Anton.
-No hay de qué, tú siempre haces lo mismo conmigo.
Y por una noche, Justin no tuvo todas las dudas y preocupaciones rondándole por la cabeza. La compañía de Antonio era, si cabía, la que más serenidad le daba y la que más le consolaba.
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